martes, 23 de abril de 2024

Probada ruta de amistad (+Video)

La visita del Patriarca Kirill a La Habana relanza los lazos de entendimiento entre los pueblos rusos y cubano, además de ser una expresión de la valía del espíritu de diálogo...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 12/02/2016
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La presencia en Cuba de Kirill, el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa de todas las Rusias, no es una novedad para los cubanos.

Y es que tan trascendente figura de la rama confesional que, junto a la del Vaticano resultan las más antiguas en la historia del cristianismo, ha sido un líder espiritual en nada ajeno a la historia de amistad y colaboración estrechas tejida por largos y azarosos decenios entre los pueblos de la otrora Unión Soviética y la hoy Federación Rusa.

De hecho, Kirill ha visitado la Isla en varias ocasiones a lo largo de su devenir como prelado. Según medios informativos, ya lo había realizado en 2004 y 2008. En la primera ocasión colocó la piedra fundacional del magnífico templo ortodoxo ruso levantado en una de las orillas de la bahía habanera, y cuatro años después encabezó la ceremonia religiosa con la cual el edificio fue consagrado como Catedral de Nuestra Señora de Kazán.

En 2009, además, Kirill, recién designado Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, recibió en Moscú al presidente cubano, Raúl Castro, el primer estadista foráneo con el cual se reunió luego de su alta investidura, que había ocurrido en febrero de ese mismo año.

De manera que este nuevo periplo, que ahora incluye la histórica reunión en la propia capital cubana con el Papa Francisco, máxima figura del cristianismo católico, es para la mayor de las Antillas, sus autoridades y sus ciudadanos, el reencuentro con un apreciado amigo cargado de sentimientos de buena voluntad, respeto y admiración, tal como el propio Kirill expuso en sus primeras declaraciones al pisar nuestra tierra.

La visita del Patriarca de todas las Rusia incluye además un intenso programa que suma conversaciones oficiales con Raúl Castro, la ceremonia en que le será entregada la Orden Nacional José Martí, recorridos por espacios de interés como el mausoleo con el que Cuba rinde tributo a los soldados soviéticos fallecidos en la Isla mientras cumplían misiones de apoyo a nuestra defensa, así como un acto litúrgico en la propia catedral Ortodoxa que Kirill consagró ocho años atrás.

Para la opinión pública no pasa tampoco por alto el hecho de que La Habana haya sido escogida por los dirigentes de las ramas más antiguas del cristianismo para debatir asuntos relativos a los vínculos entre ambas Iglesias, así como temas de interés y urgencia relacionados con los graves problemas que afectan a la humanidad.

 Un hecho que indica, sin dudas el reconocimiento a un país que, por sobre incomprensiones y desencuentros iniciales entre ciertos sectores creyentes y el nuevo ordenamiento político de la sociedad, ha defendido y favorecido el respeto y la igualdad jurídica entre todas las manifestaciones religiosas, así como postulado la convivencia armoniosa y sensata entre los ciudadanos más allá de los asuntos relativos a la fe.

Pero también Cuba resulta –ya lo habíamos consignado en ocasiones anteriores- un escenario seguro, estable, constructivo y colaborador en extremo con la labor de entendimiento y convergencia, como lo pone de manifiesto, por ejemplo, el ser sede de las largas y trabajosas conversaciones para devolver la paz a Colombia luego de más de medio siglo de sangriento conflicto interno, esfuerzo que se espera fructifique en breve.

La Habana, por demás, fue la tribuna escogida por las naciones que integran la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, CELAC, para la proclamación del Sur del Hemisferio como Zona de Paz, donde no solo se rechace el uso de la fuerza por agresores foráneos, sino, y con espacial énfasis, se asuma la solución de toda diferencia regional a través del diálogo, el respeto y el acatamiento de la justicia y la equidad.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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