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viernes, 6 de diciembre de 2024

Hay que pesar todo

Silenciar la postura de una figura literaria o artística ante hechos relevantes de la historia puede resultar tan injusto como subordinar el valor de una obra a la ideología de su autor...

Iroel Eri Sánchez Espinosa en Exclusivo 30/06/2014
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Bandera Cubana
El conocimiento y valoración de la historia es imprescindible.

Amaury es un amigo de mi mamá que ya rebasa los ochenta años. Sabiendo que almuerzo con ella los domingos, Amaury me llamó para hacerme un comentario-pregunta.

“Yo soy de Banes” -me dijo Amaury- “el pueblo natal de Batista y de Gastón Baquero. Él llegó a ser el Jefe de redacción del reaccionario Diario de la marina pero yo veo que ahora se le está dando reconocimiento y he escuchado en la prensa hablar sobre él y me pregunto si no sería un topo infiltrado por el Partido Socialista Popular en ese periódico, como ocurrió con miembros de esa organización que penetraron órganos represivos de la tiranía batistiana”.

Expliqué a Amaury que tal vez haya escuchado hablar tanto de Baquero porque este año se cumplió su centenario pero que el periodista y escritor - además de su importante obra poética, publicada en Cuba en el año 2001 a través de la antología La patria sonora de los frutos, que elaboró Efraín Rodríguez Santana para la editorial Letras cubanas, y su vínculo con el  emblemático grupo Orígenes, liderado por José Lezama Lima- fue uno de los  mayores beneficiarios de las coimas que pagaba el dictador Fulgencio Batista a periodistas que le vendían su pluma.

Según reveló el 30 de enero de 1959 el periódico Revolución,  Gastón Baquero cobraba 16 000 pesos mensuales en el Palacio Presidencial, a lo que habría que sumar los también notables ingresos obtenidos por su colaboración con el sátrapa dominicano Rafael Leónidas Trujillo, que documenta el historiador Eliades Acosta en su libro La telaraña cubana de Trujillo. Baquero emigró a España en 1960, se dice que allí también sirvió al dictador Francisco Franco, y murió en Madrid en 1997.

Luego de terminar el diálogo con Amaury quedé pensando en otros centenarios de intelectuales cubanos con filiación política contraria  a Baquero, que se cumplieron en 2013;  los de Mirta Aguirre, Carlos Rafael Rodríguez y José Antonio Portuondo están entre ellos. El año pasado también se conmemoraron –a mi juicio, sin la resonancia merecida-  noventa años de la Protesta de los Trece, hecho que constituyó la entrada del siglo XX en la vida intelectual y política de Cuba.

La nación fundada en la manigua dio un paso decisivo para recuperar su dignidad cuando un grupo de jóvenes, encabezados por Rubén Martínez Villena, denunció con esa Protesta la podredumbre de la república de Generales y doctores que Estados Unidos había instaurado en Cuba, reivindicó el legado de José Martí y puso el antiimperialismo y la justicia social como objetivos de su accionar, al emitir luego el Manifiesto del Grupo Minorista en 1927.

Sin embargo, si en el empeño de ver aquella República con sus luces y sus sombras olvidamos reconocer a las personas que, aún con errores -¿quién no los comete? -optaron por estar del lado de las mayorías y lucharon por el acceso de estas a la educación y la cultura, no estamos actuando con justicia.

El intelectual Luis Toledo Sande ha relatado cómo, en vísperas del centenario de Carlos Rafael Rodríguez, se dijo en su natal Cienfuegos que este había errado al describir  como “conservadora y antinacional a la alta burguesía cubana” y lo asoció al hecho de que hoy el marxismo y los ideales comunistas en general no están de moda en el mundo.

No creo ese sea un hecho espontáneo. A poner  y quitar de moda algunas ideas a nivel internacional se ha dedicado bastante dinero, como demuestran numerosas investigaciones acerca de la Guerra fría cultural y el surgimiento y extensión del neoliberalismo. Una reseña de Emilio Ichikawa cuenta cómo se hace de una de las peores maneras en la televisión del Sur de la Florida, por una de las profesoras que recientemente tuvo a su cargo la preparación de “líderes” provenientes de Cuba  en los cursos que paga el gobierno estadounidense en el Miami Dade College:

“La profesora leía unos papeles que tenía encima de las piernas. A pesar de eso, confundía al Pte. José Miguel Gómez con el Pte. Miguel Mariano Gómez, que como nació en 1899 habría llegado al poder con 20 años (1909).(…)

“Cuando la profesora Sandoval llegó a los años 20, y mencionó el nombre de Julio Antonio Mella, dijo que había que hacer un alto y puso un recuadro donde se explicaba qué era la URSS, cuál era su capital, y qué el comunismo.

“Sandoval describió el comunismo como uno de los dos totalitarismos que existían; el segundo es el nazismo, que ella consideró con perceptible indulgencia en el contraste con el comunismo: Hitler ordenaba lo que debía producirse pero no era el dueño de las fábricas; a diferencia de Stalin que…”

 En paralelo, pueden concurrir otros procesos. En 1999, a raíz del centenario de Villena, la revista El Caimán Barbudo preguntó a Silvio Rodríguez sobre “el olvido en que han caído en los últimos años algunas figuras de nuestra literatura que, como Rubén, hicieron del compromiso social el sentido de su vida”. El autor de Ojalá respondió:

“Eso pudiera ser una especie de «venganza», más o menos consciente según el caso, por la tendencia que hubo hace algunos años de mostrar como valiosa preferentemente la literatura que escribieron los más comprometidos socialmente, o si se quiere los más cercanos a las luchas y a las ideas socialistas. Aquello fue una profunda injusticia.

“Pero esto de hoy no lo es menos. Pienso en Guillén y sé que ahí estará siempre para su redescubrimiento cíclico, como sucede, o debiera suceder, con los grandes. El caso de Rubén es más curioso, porque hizo muy poca poesía política. Él fue un hombre político, un revolucionario, pero de esas características la única que plasmó con insistencia fue algo así como una rebeldía sustancial. Como se sabe, Rubén «dejó» la poesía literaria para dedicarse en cuerpo y alma a la poética de la reivindicación civil. Incluso dijo que le interesaban sus versos tanto como a la mayoría de los escritores, la justicia social. Tras esa bofetada se sumergió en la vorágine que derrocó a Machado, y acabó con su salud y con su vida.”

Silenciar la postura de una figura literaria o artística ante hechos relevantes de la historia puede resultar tan injusto como subordinar el valor de una obra a la ideología de su autor. Habría que Pesar todo, como tituló un poemario el argentino Juan Gelman.

La publicación Diario de Cuba -financiada por esa pantalla de la CIA que es la National Endownment for Democracy- intentó hace unas semanas fabricar un incidente alrededor de la presencia de un ensayo literario del columnista de El Nuevo Herald  Miami Vicente Echerri en una revista cubana. Un poco cínico cuando es Diario de Cuba desde donde se estimula la censura -por razones políticas y con base en mentiras- contra artistas cubanos que visitan los Estados Unidos.  Pero creo es válido publicar el tal ensayo y presentar y promover la publicación que lo contenga, siempre que se informe de alguna manera que su autor lo es también de frases como estas:

Alguna vez, en mi temprana adolescencia, cuando muchos creíamos que Estados Unidos liquidaría violentamente el régimen de Fidel Castro, imaginaba a los infantes de marina desfilando a tambor batiente por las calles de La Habana en la mañana de nuestra liberación. Aunque eso es aún muy difícil que ocurra –Castro debe encontrarse al final de la lista de los tiranos peligrosos– la acción militar norteamericana contra Irak acerca un poco la realización de ese sueño.

El verdadero patriotismo de los cubanos debería asemejarse al de nuestros exiliados del siglo XIX, que lograron convencer a un gobierno norteamericano renuente de la importancia y ventajas de intervenir en Cuba.

No puede haber paz ahora. Es más bien el momento de una guerra global, de una auténtica contienda entre la luz y las tinieblas. Los terroristas musulmanes y los pacifistas que les hacen el juego pertenecen al mismo bando tenebroso.

Creo que George W. Bush, sin la guerrera laureada, el espadón y la pose romántica para la historia, y pese a su poco glamorosa estampa de granjero tejano, merece más que Simón Bolívar el título de Libertador. Me sorprende que tanto en Afganistán como en Irak no se haya propuesto reconocerle con este título.

No sé si las Naciones Unidas y su natural ineptitud puedan hacer algo para alterar este destino con su insistencia, como pedía en su discurso el presidente Bush, pero sí creo, que Estados Unidos –por razones de vecindad, de conveniencia política y económica y de solidaridad con el pueblo cubano– puede y cuenta aún con los recursos para sanear el muladar infecto (…) nuestro primer deber patrio es buscar ayuda de la nación que más puede ofrecerla para salir de la pandilla que ha secuestrado a nuestro país, de la misma manera que uno llama a la policía si unos ladrones entran en su casa. Los norteamericanos están llamados por la historia a hacer de policías. En casi medio siglo, no los hemos llamado a cumplir con su deber con la suficiente convicción.

Y, como dice un conocido periodista, que cada cual saque  sus propias conclusiones.

 


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Iroel Eri Sánchez Espinosa


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