jueves, 28 de marzo de 2024

Cuba y Estados Unidos: juntos suena bonito

La confluencia entre la tradición sonora cubana y norteamericana se remonta a los orígenes de ambas nacionalidades...

José Armando Fernández Salazar en Exclusivo 31/07/2017
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Buena Vista Social Club
Buena Vista Social Club cantando en la Casa Blanca, 15 de octubre de 2015.

Es el 15 de octubre de 2015 y la música cubana inunda la Casa Blanca. A diferencia de otras veces, los responsables de la interpretación del son El cuarto de Tula, que ha puesto a seguir el ritmo a varios de los presentes, no son importados ni imitadores. Es el Buena Vista Social Club, una agrupación integrada por varios de los más importantes cultores de la tradición sonora cubana.

Por primera vez en más de medio siglo, artistas radicados en la Mayor de las Antillas asistían a un evento de este tipo en la sede del ejecutivo norteamericano. En aquel entonces, el Despacho Oval era ocupado por Barack Obama y la presentación de la orquesta fue la confirmación de que habían llegado nuevos tiempos para las relaciones entre ambos países.

La propia historia del Buena Vista Social Club es un ejemplo de los puntos de confluencia entre las dos naciones y de cómo la música puede ser un vehículo idóneo para avanzar en el proceso de normalización.

Fundado en 1996 por el músico cubano Juan de Marcos González, el grupo incluyó a varios de los integrantes de la generación de oro de la música popular cubana de los años 1940 a 1950. Con la ayuda del guitarrista norteamericano Ry Cooder, admirador de la cultura cubana, grabaron un disco que inmediatamente se convirtió en un éxito internacional, llegando a ganar un Premio Grammy.

En 1998 la experiencia se repitió, pero esta vez las sesiones de grabación fueron incluidas en un documental del cineasta alemán Wim Wenders, el cual fue nominado a los Premios Oscar en 2000 y ganó un lauro en el European Film Awards.

Durante 20 años el fenómeno del Buena Vista Social Club acaparó importantes titulares en el mundo del espectáculo, pero también llamó la atención sobre la vigencia e importancia de la música cubana, relegada de los circuitos fonográficos más importantes como consecuencia de la estrategia de aislamiento que en todos los órdenes le imponen las administraciones norteamericanas al pueblo de la Isla.

Un ejemplo de ello lo da ARTEX S.A. Esta es una de las principales instituciones dedicada a la comercialización del producto cultural nacional, la cual ha declarado que sin la persecución que genera la extraterritorialidad del bloqueo estadounidense las acciones internacionales que realiza en el ámbito de la música podrían generar ingresos por ocho millones de dólares al año, incluido el mercado de los Estados Unidos.

En 2016, como parte del programa de intercambio cultural entre ambos pueblos, más de un centenar de artistas cubanos visitaron los Estados Unidos. El Instituto Cubano de la Música denunció que en todos los casos fue imposible establecer contratos por estas presentaciones a precios comparables con los de ese mercado, como consecuencia de la amoral política.

Sin embargo, aunque intereses geopolíticos y de dominación pretendan levantar muros y distancias, las congruencias culturales entre ambos pueblos han encontrado medios para tender puentes y uno de ellos ha sido precisamente la música, considerada lenguaje universal entre los seres humanos.

La confluencia entre la tradición sonora cubana y norteamericana se remonta a los orígenes de ambas nacionalidades. En su historia musical los dos pueblos comparten raíces comunes (emigración de esclavos desde el África occidental y la colonización europea) y posteriormente condiciones similares en su desarrollo.

Igualmente, tuvieron su influencia la cercanía geográfica y los sucesivos movimientos migratorios en uno y otro sentido a través del estrecho de la Florida.

Quizás, uno de los géneros que mejor tipifique este fenómeno sea el jazz. Surgido en el sur esclavista en comunidades negras segregadas tuvo un notable impacto en el desarrollo de géneros afines en Cuba, precisamente en comunidades que también eran discriminadas por el color de su piel.

Por ejemplo, el nombre de Buena Vista Social Club pertenecía a una asociación de recreo habanero que en las décadas de 1940 y 1950 congregaba a artistas negros para que presentaran su obra. Varios de ellos integraron después el primer staff de la agrupación Buena Vista Social Club.

Desde el cha cha chá hasta el mambo y el feeling estuvieron influidos por el jazz que a su vez encontró otras formas de expresión mediante el latin jazz a la mejor manera de los timbaleros y trompetistas cubanos.

Al respecto, el investigador Leonardo Acosta ha escrito que: “La presencia del toque cubano prácticamente en todos los géneros de la música popular de los EE.UU., tal como señalaba John Storm Roberts, y la del jazz y sus variantes en la música popular cubana, por lo menos del danzón a nuestros días, crea históricamente un territorio aparte, de recíproca fertilización, que ha sido capaz de resistir a más de 40 años de ruptura y aislamiento entre los dos países y de enfrentamiento en algunos terrenos”.

Ese fenómeno adquirió nuevas formas de manifestarse a partir del 17 de diciembre de 2014. No solo fueron los viajes de intercambio cultural, en septiembre de 2015 la compañía trasnacional SONY y la Empresa de Grabaciones Musicales (Egrem) de Cuba, firmaron un histórico acuerdo para facilitar el acceso de la compañía norteamericana a todo el catálogo de grabaciones (más de 20 000 pistas) y distribuirlo por todo el planeta como parte de un acuerdo por varios años.

“Estamos entusiasmados por introducir estos artistas extremadamente talentosos a la audiencia global que ellos mucho merecen”, dijo en aquel entonces Edgar Berger, presidente internacional de Sony Music.

Con ello reconocía la tradición sonora cubana y, además, la calidad actual de sus músicos, la mayoría de ellos formados en el sistema de enseñanza de la Isla, a pesar de las limitaciones que se les imponen por el propio bloqueo norteamericano contra el pueblo cubano.

Acompañados por un violín desafinado, ciertos vientos de cambio pretenden desandar el camino de colaboración construido. Se obvia que la historia en común y la afinidad musical del presente han demostrado que entre los pueblos de ambos lados del estrecho de la Florida, la partitura suena bonito, solo si se interpreta con respeto y en igualdad de condiciones.


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José Armando Fernández Salazar

Para mí no hay nada mejor que estar con los que quiero, riendo y escuchando a los Beatles


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