viernes, 26 de abril de 2024

Reencuentro de dos guerrilleros

La noche del 30 de noviembre al 1ro de diciembre de 2016 resultó mágica en Santa Clara: volvían reencontrase el Che y Fidel, en el viaje del Comandante en Jefe hacia la inmortalidad...

Narciso Amador Fernández Ramírez en Exclusivo 25/11/2021
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Caravana en Santa Clara
La urna con las cenizas del Comandante en Jefe Fidel Castro permaneció junto a los restos del Che en el Memorial durante la noche del 30 noviembre al 1º de diciembre de 2016 en su paso hacia Santiago de Cuba, en una reedición, a la inversa, de la Caravana de la Libertad. (Fernando Medina Fernández / Cubahora)

De nuevo juntos. Otra vez con la posibilidad de charlar y hacer planes para el futuro. Sus cuerpos físicos los habían abandonado, pero en el Memorial, en su casa en Santa Clara, en la Plaza de la Revolución que lleva su nombre, el Che, el Guerrillero de América, recibía a Fidel.

La urna con las cenizas del Comandante en Jefe camino a Santiago de Cuba había hecho una parada necesaria en el camino, y la sobrevida, si existiese, les daba a ambos la posibilidad de estar apenas separados a unos pocos metros de distancia.

La noche resultó larga, o quizás pequeña, para tanto diálogo inconcluso. De seguro recordarían aquella primera conversación allá en México, sesenta años atrás, cuando el argentino itinerante, quien había recorrido parte de Suramérica y en Guatemala había conocido al cubano Ñico López, se convirtió en el primer expedicionario del yate Granma.

Y de nuevo, Ernesto Gutevara de la Serna, ya convertido en el Che para los cubanos, sentiría la misma emoción que le hizo escribir su Canto a Fidel donde lo calificara de "ardiente profeta de la aurora".

Fidel, poco dado a las bromas, como el propio Che, debió evocar a Camilo Cienfuegos, el comandante de la sonrisa franca, y rememorar las maneras con que hacía rabiar al argentino con sus famosas camiladas. Mientras, el circunspecto Guevara le recordaría a Fidel como era que Camilo se dirigía a  él, al que siempre llamaba el Gigante, claro, nunca en su presencia, pues el respeto y devoción hacia el Comandante en Jefe eran inmensos.

A lo mejor el Che le preguntaría por qué fue él, y no otro, el primer guerrillero ascendido al grado de comandante. En tanto Fidel le remarcaría sus innegables dotes como jefe militar, su audacia y temeridad, cualidades que le hicieron dirigir la Columna Invasora Nro 8 “Ciro Redondo” hasta Las Villas, en el centro de Cuba.

Mucho de eso, y más, hablaron los dos guerrilleros. Sin que les faltase la Crisis de Octubre, donde sobresaliera el genio político de Fidel, y donde, al decir del Che en su famosa carta de despedida, "pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios"

También charlaron de las experiencias guerrilleras del Che en el Congo, en Bolivia, de su caída en combate y de los 30 años de la búsqueda de sus restos hasta su llegada al Memorial, en 1997, desde donde reposan vigilantes.

El Che, con su modestia característica, se ruborizaría al ser conceptualizado por Fidel como Gigante Moral, y algo parecido pudiera haberle pasado al Comandante en Jefe, al ser calificado como "fuerza telúrica", cuya moral estaba avalaba por haber sido el primero en todo y construido de la nada el formidable aparato que es hoy la Revolución Cubana.

Cerca de las 7:00 de la mañana del 1ro de diciembre se produjo la despedida; el Che, con su inconfundible ¡Hasta la victoria siempre! y Fidel con su grito libertario de ¡Patria o Muerte Venceremos!

El armón que contenía las cenizas del Comandante en Jefe tomó rumbo al Oriente de Cuba, hacia la cuna de la Revolución, pero todavía tuvo que pasar por el Parque Vidal, el mismo lugar desde donde le habló al pueblo el 6 de enero de 1959, en un Día de Reyes inolvidable.

Y ese pueblo santaclareño le devolvió el inmenso cariño que le profesaba, sin poder ocultar el profundo dolor que sentía por su desaparición física. Hubo lágrimas de hombres curtidos, quienes le acompañaron desde los días de la Sierra Maestra y combatieron bajo sus órdenes en la Columna 1 «José Martí»; de mujeres; de jóvenes, hasta de niños, pues Fidel es eso y mucho más, es alma de la nación, es Cuba, sin distingos de edades.

De esos días han pasado cinco años, y el renuevo y la continuidad de la Revolución están asegurados. Fidel sigue vive en espíritu y sus ideas guían el camino hacia el Socialismo, esa obra difícil e imperfecta a la que dedicó toda su vida.

Parafraseando lo expresado por el Che sobre Camilo, en su renuevo continuo e inmortal, Fidel también es la imagen del pueblo.


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Narciso Amador Fernández Ramírez

Periodista que prefiere escribir de historia como si estuviera reportando el acontecer de hoy


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