sábado, 20 de abril de 2024

La villa andariega

Una ciudad construida durante más de cinco siglos con fuego de historia y pasión por generaciones de camagüeyanos...

José Gilberto Valdés Aguilar en Exclusivo 31/01/2017
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Centro histórico de la ciudad de Camagüey
Los actuales habitantes, cautivadores y educados, preservan orgullosos en la modernidad la idiosincrasia forjada por sus predecesores.

Los sucesos pudieron ocurrir así. Las noticias del avistamiento de un poblado indígena entre dos ríos fue una bendición los primeros días de enero de 1528. La columna de varias decenas de españoles se detiene. Algunos persisten en el empleo de corazas y espadas, otros con un ropaje adaptado a las altas temperaturas de la isla de Cuba mientras hacen camino entre bejucos y pequeñas plantas, a la sombra del follaje de bosque tropical.

Agua fresca y reposo atenúan la marcha forzosa tras la sublevación de los indígenas que provocó el asalto y la quema del asentamiento en el cacicazgo de Caonao, segunda escala de la andariega Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, desde la fundación el 2 de febrero de 1514, cuando llegó el teniente Ovando y su pelotón de jinetes a Punta del Güincho, Nuevitas, y coincidentemente el resto de los castellanos en una embarcación procedente de Baracoa, destinados allí como parte de la campaña de colonización “pacífica” y “evangelizadora” emprendida por Diego Velázquez, de la cual nacieron también la primada Baracoa y luego Bayamo, Trinidad, Sancti Spíritus, Santiago de Cuba y La Habana.

El historiador Marcos Tamames afirma que el lugar fundacional en la Bahía de Nuevitas “hubo de responder al proyecto de factoría comercial, y en alguna medida a una logística de defensa”. Sin embargo, las condiciones de vida no fueron las mejores, pues el sitio con vista al mar resultaba inhóspito, plagado de mosquitos y con poco agua. Aun así, en el caserío tras la empalizada pudieron festejar por primera vez el Día de la Candelaria, virgen venerada en localidades costeras y por los marineros.

La festividad se mantiene a esa imagen católica descrita por Dulce María Loynaz: “Su color (…) moreno y encendido; sus ojos grandes y almendrados; el cabello tendido por la espalda, la trenza en seis ramales y contrariamente a lo que solemos ver en las efigies de María ella trajo la cabeza descubierta (…).

 Un par de años después, en las improvisadas viviendas se recogen los bártulos para la mudanza una decena de leguas al interior del territorio, hacia un llano no determinado con mejores condiciones para la labranza de sustento y perspectivas en la obtención de oro, a las orillas del río Caonao.

….puerto de el príncipe es lugar de 25 vezinos pobre aunque se va poblando de muy buenos hatos de vaca porque tienen aparejo para ello (Juan del Castillo, 1569).

La tercera parada de la villa más trashumante, entre las primeras fundadas por los españoles en Cuba y el continente americano, fue la definitiva. Los historiadores coinciden que el grupo de sobrevivientes del encontronazo en Caonao fueron bien recibidos por el cacique Camagüebax, último soberano de su dinastía, quien le facilitó alojamiento, agua, leña y provisiones de viandas y frutas.

Por acuerdo en cabildo abierto, los españoles deciden establecerse en una área desprovista de árboles, cercano a la aldea aborigen. Manos a la obra, con la colaboración de los primitivos pobladores se construyen las nuevas viviendas inicialmente de madera, techadas con hojas de guano y otros recursos naturales, similares a las edificaciones aborígenes. Se delineó la Plaza de Armas y enseguida se construyó la casa consistorial, la parroquia, la tenencia de gobierno… Esta vez se rodeó el Ayuntamiento de palizadas y foso, para enfrentar posibles rebeliones.

Alternativamente al nombre de Villa de Santa María del Puerto Príncipe se asume la denominación indocubana de Camagüey, relacionada con el arbusto silvestre de la Camagua. La terminación ey indicaba el linaje (mágico-religiosa) del cual se consideraban descendientes los caciques del territorio.

No abundan los aljibes; el agua se recoge en hermosas tinajas (...), colocadas en los patios… (Antonio Bachiller y Morales, 1838).

Las buenas tierras de este lugar distante del mar facilitan, además de la explotación minera del oro, el desarrollo de la agricultura y sobre todo la ganadería. Ya en el año 1741, la villa contaba con 13 000 habitantes, y de cierta manera habían mejorado las condiciones constructivas de las viviendas y otras edificaciones gubernamentales y religiosas. Desde entonces está presente el singular trazado de las calles estrechas y sinuosas que enlazan plazas y plazuelas, característica del centro histórico de la ciudad.

Durante la temporada de sequía mermaban igualmente las reservas de agua en el nuevo asentamiento, y cuatro décadas después, un grupo de alfareros inician la fabricación de vasijas de barro rojo, semejantes a las clásicas andaluzas, que fueron aumentando el tamaño de su “panza” para preservar grandes volúmenes de agua de lluvia en los patios de las viviendas.

La producción ceramista no es casual, pues se sustenta en una materia prima de buena calidad presente en la gran sabana.

Durante casi cinco siglos, los habitantes de la villa principeña han apreciado la existencia de los tinajones, los cuales ha tejido sus propias leyendas, desde testigo de amores prohibidos, conspiraciones;  hasta la singular frase amistosa “Quien tome de mi agua, se queda en Camagüey”.

El sábado vienen todos, (…) y hay música y canto, y es liceo el pueblo entero, (…) ¡el lunes, a caballo todo el mundo, con el lazo a las ancas, a hacer quesos!” (José Martí, 1893).

Cierto es que aunque José Martí no visitó Camagüey, paradójicamente supo reflejar escenas de la vida cotidiana y reflexionar sobre la historia y tradición cultural de la cual presumen sus habitantes y la orientación de su fecunda actividad económica con base en la ganadería y sus derivados. Según el doctor Luis Álvarez Álvarez, “el Puerto Príncipe que se advierte en los textos martianos es una imagen conformada por sus largos y variadísimos contactos con la gente”. El sentimiento afectivo no es solo por su esposa Carmen Zayas-Bazán, pues en su obra pueden identificarse más de un centenar de camagüeyanos.

El tercer asentamiento de la otrora villa andariega se mantuvo en pie a pesar de ataques de piratas y otras inconveniencias inseguras y difíciles. Además, se vanagloria de ser la cuna de El Mayor General Ignacio Agramonte y Salvador Cisneros Betancourt, así como de numerosos patriotas que sobresalieron en las guerras independentistas; y de Gertrudis Gómez de Avellanada, primera poetisa romántica hispanoamericana; también sobresale por su amplio y distinguido muestrario cultural, que parte desde el Espejo de paciencia, escrito durante los primeros años del siglo XVII por Silvestre de Balboa.

Aquí nacieron el eminente científico Carlos Juan Finlay Barres, descubridor del agente transmisor de la fiebre amarilla, y el filósofo Enrique José Varona, impulsor de la psicología cubana.

La ciudad ha sido construida durante más de cinco siglos con fuego de historia y pasión por generaciones de camagüeyanos, afán reflejado en todas las manifestaciones de la vida económica, social y cultural. En la hora del recuento, este 2 de febrero, los actuales habitantes, cautivadores y educados, preservan orgullosos en la modernidad la idiosincrasia forjada por sus predecesores.


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José Gilberto Valdés Aguilar

Se han publicado 1 comentarios


Maikelito
 5/2/17 11:07

Amigo,me parece justo haber hecho mencion a nuestro Poeta Nacional Nicolas Guillen hijo de nuestra amada tierra agramontina, a Orfilio Pelaez y su lucha contra la retinosis pigmentaria sin olvidar a otros imprescindibles como Patricio Ballagas, Fidelio Ponce etc.

Gracias

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