viernes, 19 de abril de 2024

La unidad como coincidencia

El más importante legado de José Martí que logró aunar las buenas voluntades de todos los cubanos...

José Armando Fernández Salazar en Exclusivo 12/04/2017
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José Martí
El PRC desbordó las fronteras naturales de sus fines nacionalistas e independentistas y, al igual que Martí, alcanzó una dimensión universal.

Desde los días finales de marzo de 1892 el Partido Revolucionario Cubano (PRC) comenzó a tomar cuerpo entre los emigrados cubanos en Estados Unidos. Se concretaba así, quizás, el más importante legado de José Martí, que de esta forma lograba aunar las buenas voluntades de todos los cubanos que aspiraban a liberar a su país.

El propio Martí fue electo delegado el 8 de abril; sin embargo, no es hasta el 10 que se proclama oficialmente la constitución de la organización político-militar. ¿Acaso fue una casualidad histórica que coincidiera con la fecha en que se constituyó el primer gobierno de la Cuba insurrecta en la Asamblea de Guáimaro de 1869?

No se debe dudar del carácter simbólico que une a ambos hechos. De esta forma, el más universal de los cubanos declaraba el compromiso de la nueva gesta con aquella Guerra Grande infelizmente concluida, pero al mismo tiempo, por la esencia de la nueva organización que se fundaba, llamaba la atención sobre las nuevas formas para acometer la tarea, que impidieran repetir los errores del pasado.

La Asamblea de Guáimaro tuvo la virtud histórica de dotar a la naciente patria cubana de sus más sublimes símbolos y establecer las convenciones políticas necesarias para unificar la dirección de la guerra. El propio Martí, en el periódico Patria analizaría los hechos de la siguiente forma: "En los modos y en el ejercicio de la Carta se enredó, y cayó tal vez, el caballo libertador; y hubo yerro acaso en ponerles pesas a las alas, en cuanto a formas y regulaciones, pero nunca en escribir en ellas la palabra de luz".

El Apóstol de la independencia cubana consideraba que las dos corrientes que se presentaron en el pequeño pueblo camagüeyano, referidas a la dirección de la guerra, eran correctas, aunque se situaban en los extremos: orientales contemplaban exclusivamente la guerra inmediata, y camagüeyanos la República futura. La semilla de divergencia que se sembró allí tendría un peso muy importante entre las causas del fracaso de la contienda. Para sobreponerse a aquellos errores, Martí concibió el Partido Revolucionario Cubano.

Hacia finales del siglo XIX, los partidos se habían consolidado como una herramienta de ejercicio de la política en gran parte del mundo. En los países más desarrollados se perfilaban como aceitadas máquinas para captar el dinero y los votos del pueblo, orientados a intereses electorales y de politiquería. El autor de Nuestra América, que había apreciado gran parte de ese sistema en sus años de vida en Estados Unidos y era un avezado estudioso de la Guerra de los Diez Años, concibió un Partido de nuevo tipo, en el que, para muchos historiadores y líderes posteriores, entre ellos Julio Antonio Mella, se advierten también las bases del pensamiento democrático y humanista de la izquierda cubana.

Y es que el PRC, al decir del propio Martí, se fundaba para “poner la república sincera en la guerra, de modo que ya en la guerra vaya, e impere naturalmente, por poder incontrastable, después de la guerra”.

El mártir de Dos Ríos asumió la estructura de las agrupaciones de emigrados y la manera en que estas se relacionaban con la dirección central, pero las enriqueció al someter al escrutinio democrático todas las decisiones del delegado y el tesorero, e incluso, la propia reescritura de los documentos programáticos.

Al mismo tiempo realizó un periplo por gran parte de América para recabar el apoyo de los grandes jefes militares de la Guerra Grande, quienes coincidieron en otorgar a Máximo Gómez la jefatura del Ejército Libertador. Así, en sus bases y estatutos secretos y en la labor unitaria y política de Martí se sintetizaron de manera práctica y operativa, la guerra inmediata y la república futura.

Pero el PRC desbordó las fronteras naturales de sus fines nacionalistas e independentistas y, al igual que el genio que le dio vida, alcanzó una dimensión universal. Al proponerse fomentar y apoyar la independencia de Puerto Rico y combatir tendencias como el autonomismo y el anexionismo plantó cara a la expansión imperialista de los Estados Unidos. Para algunos historiadores Martí pudo vislumbrar este fenómeno antes o al mismo tiempo que los clásicos marxistas posteriores.

Poco más de un mes después de la constitución del PRC, el autor de La edad de oro caía en combate en Dos Ríos, en el Oriente de Cuba. ¿Qué hubiera pasado si su presencia hubiera acompañado la guerra libertaria hasta sus fines? La respuesta no es más que especulación histórica, pero algo puede advertirse en el Partido que proyectó y construyó, como antecedente de una república “con todos y para el bien de todos”; y en su concepción de una “guerra generosa y breve”.

Esa concepción acompañó luego a la generación del 30, a la del Centenario, a los rebeldes que bajaron de la Sierra Maestra y a los cubanos actuales, que en otros contextos y mediaciones tenemos los mismos retos que vislumbró nuestro Héroe Nacional.


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José Armando Fernández Salazar

Para mí no hay nada mejor que estar con los que quiero, riendo y escuchando a los Beatles


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