sábado, 27 de julio de 2024

La Gran Guerra Patria (VII)

La última batalla siempre es la más difícil. En torno a la toma de Berlín, con la que para algunos culminó la Gran Guerra Patria y a su vez la Segunda Guerra Mundial (SGM), se han tejido las más disímiles leyendas.

Manuel Segovia en Agencia Latinoamericana de Información 30/04/2014
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La expresión “para algunos” la utilizo pues hay historiadores que consideran que la SGM realmente terminó varios meses después, pues luego de la capitulación incondicional de Alemania se siguió combatiendo en el extremo Oriente contra Japón.

La batalla de Berlín comenzó el 20 de abril en el final de una gran ofensiva del Ejército Rojo. A partir de enero de 1945, las tropas soviéticas comenzaron a avanzar decenas de kilómetros diarios en territorio alemán hasta llegar a la ribera del río Oder, a unos 60 kilómetros de la capital nazi. El mariscal Gueorgui Zhúkov y los generales Konstantín Rokossovski e Iván Kóniev comenzaron a “atenazar” Berlín con sus ejércitos, mientras Hitler ordenaba a los ancianos, mujeres y niños que aún quedaban en la ciudad, y que no tenían preparación militar, que se organizaran y empuñaran las armas para la defensa final. Era una acción desesperada en medio de los bombardeos masivos y de la autodestrucción que había ordenado el Fhürer de lo que quedaba de ciudad para que nada cayera intacto en manos aliadas. Como consecuencia de ello, fue volada el 2 de mayo la cubierta del canal norte-sur de Berlín, cuyas aguas inundaron el metro. Allí se refugiaban más de 300 mil berlineses que perecieron ahogados, pues a Hitler poco le importaba que murieran si no supieron defender la raza aria.

El 20 de abril, además, Hitler cumplía 56 años. El frente soviético contaba con casi dos millones y medio de soldados y oficiales, 7 500 aviones, más de 6 mil carros de combate y cañones y alrededor de 3 200 lanzacohetes múltiples conocidos como “Katiushas”. En un golpe psicológico, el Ejército Rojo desplegó par de cientos de potentísimos reflectores antiaéreos apuntando a las líneas de defensa alemanas, que además de quedar cegadas no podían distinguir claramente qué se les venía encima y entraban en pánico. Comenzó el último asalto.

Una semana después, Hitler, al conocer ya el fin de la resistencia y agotadas sus esperanzas de que una fuerza sobrenatural lo rescatara, se casó con su amante Eva Braun en una patética ceremonia en el bunker cerca de la Cancillería donde se refugiaba; redacta su testamento, imparte las últimas órdenes y se suicida junto a su recién estrenada esposa. Realmente lo ayudaron a suicidarse. Luego lo hicieron otros altos jefes nazis.

El 2 de mayo, el general nazi Helmuth Weidling envió un mensaje al mariscal Zhúkov para solicitar la rendición incondicional. Se seguía combatiendo en Berlín, aunque en forma esporádica pues aún había que apagar algunos focos aislados de resistencia y eliminar a unos cuantos francotiradores.

La lucha por el Reichstag fue particularmente brutal por el significado del edificio. Se combatió piso a piso, sala por sala, habitación por habitación. Los defensores alemanes se parapetaban en las ruinas, detrás de cada columna, y aunque en la noche del 30 de abril una bandera roja ondeó en el techo, aún la situación no estaba del todo controlada.

Finalmente, el 8 de mayo, bien entrada la noche, el Alto Mando alemán se rindió incondicionalmente a las tropas aliadas. En esta última batalla por la toma de Berlín, Alemania perdió 200 mil soldados y civiles entre muertos y heridos y otros 135 mil fueron hechos prisioneros. Las tropas soviéticas tuvieron 360 mil bajas en total.

Acerca de la bandera roja ondeando sobre el Reichstag se ha escrito y hablado mucho. El fotógrafo ucraniano Evgueni Jaldéi fue quien tomó la foto. La identidad de este profesional se ha revelado sólo hace pocos años y los nombres de los soldados que la colocaron han sido objeto de controversias. La historia oficial es que el soldado ruso Mijaíl Yegórov y el sargento de origen georgiano Melitón Kantaria subieron hasta una de las cúpulas del edificio junto con el fotógrafo para colocar la bandera y tomar la instantánea. Las revelaciones posteriores hablan de que la bandera en realidad fue confeccionada con premura a partir de retazos de tela o manteles rojos, que la fotografía fue retocada oscureciéndola para hacerla más dramática y que un reloj extra en la muñeca del soldado Egórov que apoya a Kantaria, mientras este coloca el mástil en un hueco, fue borrado. Incluso se habla de que fueron otros los soldados que realizaron este acto memorable. Como Stalin era de origen georgiano, se dice que fue un nativo de aquellas tierras, más un ruso, por el simbolismo del sacrificio del pueblo ruso, los escogidos para aparecer en la historia oficial, aunque realmente no fueron ellos los seleccionados.

En definitiva, qué importa de qué materiales se confeccionó la bandera proletaria de la hoz y el martillo, y qué importan las nacionalidades y nombres de quienes la izaron sobre el humeante Reichstag. Como tampoco importan los nombres de los cientos de miles de soldados y civiles desconocidos que dieron sus vidas en la Gran Guerra Patria. No es la forma externa lo que importa, sino el contenido.

De todas maneras la hazaña será siempre recordada, los héroes serán honrados, nunca olvidados.


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Manuel Segovia


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