viernes, 19 de abril de 2024

Fórmula triunfante de amor: “Con todos y para el bien de todos”

El Presidente de la Academia de Historiadores de Cuba, Eduardo Torres Cuevas, interpreta el ideario martiano y su vigencia a partir de un análisis en particular de este discurso…

Giselle Vichot Castillo en Exclusivo 06/12/2015
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Hay hombres que nacen para honrar la historia de los pueblos, hombres que se entregan por completo al deber para con la época que les toca vivir. Cuando José Martí pronuncia el 26 de noviembre de 1891, su emblemático discurso Con todos y para el bien de todos, de su oratoria brotaba la esencia de lo que, años más tarde, serían las bases para la construcción de la nación cubana.

Han transcurrido 124 años y los procesos al interior de la sociedad cubana, inmersa en profundos cambios políticos y sociales, necesitan defender, como nunca antes, la esencia del pensamiento martiano en la construcción de una Revolución con todos.

Para comprender la actualidad cubana y su relación con la historia, Cubahora conversó con Presidente de la Academia de Historiadores de Cuba, Eduardo Torres Cuevas, cuya obra ha dejado un aporte sustancial a la historiografía cubana.

¿En qué contexto pronuncia José Martí este discurso?¿Qué vigencia tiene en medio de los procesos de cambios políticos y sociales que vive Cuba?, fueron algunas de las interrogantes que sirvieron para conducir la reinterpretación de la obra martiana en cuestión, que hiciera el Doctor en Ciencias Históricas.

“El discurso se enmarca dentro de las disímiles acciones que, en su época, Martí acomete para sentar las bases en la creación y preparación, primero, del Partido Revolucionario Cubano y, segundo, de la Guerra Necesaria. Era vital en ese momento de la historia de Cuba, crear un partido de nuevo tipo que no respondiera a las viejas estructuras y que fuese capaz de guiar la causa revolucionaria”. Solo podría triunfar una organización mediante la cual se pudiera obtener el consenso y el apoyo de las grandes mayorías.

En la segunda mitad del siglo XIX la creación de partidos políticos estaba orientada fundamentalmente a apoyar las contiendas electorales. Martí tiene la idea de crear un partido donde militen los revolucionarios cubanos: veteranos de la guerra del 68, ricos y pobres, patronos y obreros, habitantes de las provincias occidentales y orientales, cubano y español, negros y blancos.

“Pocos años antes de pronunciarse el discurso Con todos y para el bien de todos, me refiero al año 1886, se firma el decreto de abolición de la esclavitud. Este hecho importante trajo consigo la eliminación de algunas fronteras legales, sobre todo relacionadas con la contratación y el derecho al trabajo de los antiguos esclavos; sin embargo, permanecieron algunas fronteras sociales, resultado de los prejuicios raciales heredados de la esclavitud”.

“Mientras los partidos políticos existentes en Cuba hacen su propaganda dentro de la élite política e intelectual, y segregan a una parte importante de la población, Martí conforma su discurso enfocado hacia otro ángulo”.

En el año 1881, en Cuba existían dos agrupaciones políticas fundamentales,  el Partido Liberal  Autonomista (PLA) y el Partido Unión Constitucional (PUC). Si bien ambos partidos tenían algunas diferencias sustanciales, no fueron antagónicos. Desde la Historia de Cuba, la composición socio-clasista del PLA –burguesía no industrial, intelectualidad a su servicio y pequeña burguesía rural- indica que el autonomismo nunca fue un fenómeno de masas.

“La nacionalidad de sus integrantes, en su mayoría cubanos, hizo que el autonomismo se presentara en la arena pública como el partido de la nación cubana, representante de los intereses del pueblo de Cuba, lo cual, históricamente, no era sostenible”.

La experiencia de la Guerra de los Diez Años le había otorgado, también, un protagonismo a las masas negras, mulatas y campesinas. El Apóstol comprende que este conglomerado humano, hasta el momento segregado, separado, compartimentado, y en escalones diferentes dentro del conjunto de la sociedad, es también una parte importante en la sociedad cubana. Una república que se hubiese hecho solo con la elite no era una república con todos, sino solo con una parte.

“La exhortación martiana para este entonces, y donde encontramos lo trascendental de su discurso, radica en el llamado a la construcción de una república donde intervengan, además, todos esos sectores solapados y que paradójicamente eran los que con mayor fuerza se habían adherido al movimiento revolucionario”.

¡Unámonos, cubanos, en esta otra fe: con todos, y para todos: la guerra inevitable, de modo que la respete y la desee y la ayude la patria, y no nos la mate, en flor, por local o por personal o por incompleta, el enemigo: la revolución de justicia y de realidad, para el reconocimiento y la práctica franca de las libertades verdaderas.

“El PRC no era una organización excluyente; todo individuo que aceptase las Bases y Estatutos, lo que implicaba estar de acuerdo con la independencia de Cuba, y pagara la cotización, podía pertenecer a él, sin importar  su raza, nacionalidad, religión o género. El PRC fue, por tanto, un frente amplio para la independencia”. La idea de una República verdadera conformada con todos los cubanos, asegura Torres Cuevas, representa una de las propuestas más revolucionarias que hiciera Martí en ese tiempo.

Y es la unidad lo que ha permitido a este pueblo bregar ante los permanentes desafíos que ha debido sortear. Por eso “en cada proceso que comienza hay que volcar los sentidos sobre aquellos factores que puedan dividir a la sociedad cubana. Bajo ningún concepto podemos eludir nuestra esencia. La sociedad que estamos construyendo, y que inevitablemente va a ser distinta a las anteriores, sobre todo por el cambio en las mentalidades y el modo de apreciar la realidad, requiere tener claro qué significan y que aportan estos tres elementos: la memoria, la realidad, la utopía. Los tiempos que corren, me atrevo señalar, son los de mayor tensión intelectual. Es momento de orientar el cambio inevitable hacia una mayor consolidación de la esencia de la sociedad cubana”.

VIGENCIA DEL DISCURSO: MEMORIA, REALIDAD Y UTOPÍA

Según Torres Cuevas, para explicar la vigencia del discurso en cuestión es importante atender a tres elementos: la memoria, la realidad y la utopía. “Debemos reconocer que en la actualidad nuestra memoria no es tan colectiva como debiera ser-comenta el Doctor en Ciencias Históricas, director también de la Biblioteca Nacional de Cuba “José Martí”. Uno de los principales problemas que afloran hoy con las nuevas generaciones -habrá que explicarlo- es el desconocimiento de la Historia de Cuba.

Para el entrevistado, la historia son los hechos que han acontecido, mientras que la memoria es aquello que se recuerda sobre tales hechos. Y enfatiza que son dos cosas diferentes, aunque, si la historia no se convierte en memoria se pierde por completo ese pasado.

“Muy mal conoce nuestra patria, la conoce muy mal, quien no sepa que hay en ella, como alma de lo presente y garantía de lo futuro, una enérgica suma de aquella libertad original que cría el hombre en sí, del jugo de la tierra y de las penas que ve, y de su idea propia y de su naturaleza altiva.”

En la batalla contra el olvido, desde 1887 y hasta 1891, Martí cada año pronuncia un discurso en conmemoración al 10 de octubre. Le urgía rescatar la trascendencia de la Guerra Grande porque constituía un elemento crucial para inculcar en las generaciones de jóvenes cubanos los ideales de independentismo. Lo hacía para recordar a los cubanos de dónde venimos, quiénes somos y hacia dónde vamos. La historia ya existe, pero la memoria debemos construirla, y de esta forma preservar la esencia de la sociedad cubana. Y en el discurso de 1886 que nos ocupa, Martí recurre a la memoria identitaria del cubano.

Un segundo aspecto manifiesto en este discurso, Con todos y para el bien de todos, es el tratamiento de la realidad. Martí apela en su discurso, primero, a no permitir “la perpetuación del alma colonial en nuestra vida, con novedades de uniforme yanquee, sino la esencia y realidad de un país republicano nuestro”; segundo a entender la esencia y la realidad como dos elementos que nos obligan a darle un sentido creciente y original a la libertad que debemos hacer coincidir con la justicia “para el bien de todos”

En varias ocasiones, se ha cometido el error de ver la realidad como algo estático, asegura nuestro entrevistado. Lo más importante es comprender que sin olvidar el pasado, sin dejar de tener memoria, la realidad está en constante cambio y esto, por supuesto, coloca al hombre en situación. Entiéndase entonces, que la construcción de una sociedad futura no es algo que responda a una ecuación matemática”. 

“Por ejemplo, a partir del 17 de diciembre de 2014, la realidad cambió notablemente para Cuba. Pero en ese momento, cuando ofrecí mis apreciaciones sobre el hecho que acontecía, expliqué que habían cambiado las reglas de juego, pero no el juego. Estamos en presencia de otro contexto político, social; sin embargo, lo que no ha cambiado son las esencias de ambas sociedades. El diálogo entre Cuba y Estados Unidos ahora es otro, pero las bases históricas son las mismas. Se trata de un porvenir que se ajustará en la medida que se potencie el intercambio, pero sin predicciones. La realidad que vivimos es única y no tiene antecedentes históricos. Estamos en un momento, para los que convivimos la época, los más jóvenes y los menos jóvenes, tenemos un desafío que ninguna generación cubana, anterior, había tenido.

“Martí apela en este discurso también, a la utopía. Se trata entonces de que todo aquel que analice una realidad determinada trace un punto de referencia que le señale cuál es el camino a seguir, no importa que los hechos, más tarde, te confirmen o refuten tu tesis. Ahora, siempre es importante mantener la esperanza. Pone Martí toda su esperanza en este discurso en la voluntad de los hombres de aunar fuerzas para alcanzar la libertad plena.

“Allí está, de allí nos llama, se la oye gemir, nos la violan y nos la befan y nos la gangrenan a nuestro ojos, nos corrompen y nos despedazan a la madre de nuestro corazón! ¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: ‘Con todos, y para el bien de todos’".

Es importante a la luz de los tiempos que corren potenciar en las nuevas generaciones ese canto a la esperanza.


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Giselle Vichot Castillo

La mamá de Amelia y editora de la Revista Cubahora


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