viernes, 26 de abril de 2024

El Manifiesto de Montecristi: evangelio de la República

El programa de la Revolución de 1895 contiene ideas de extraordinaria vigencia para los cubanos...

Narciso Amador Fernández Ramírez en Exclusivo 25/03/2022
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Manifiesto de Montecristi
El Manifiesto lanza al mundo la conformación de una república moral en América. (Foto: Tomada del Portal José Martí).

El Generalísimo Máximo Gómez, uno de los dos firmantes del Manifiesto de Montecristi, rubricado el 25 de marzo de 1895 en Santo Domingo, calificó a este documento como “el Evangelio de la República”, tanto por su connotación inmediata como por su condición de programa de la Revolución de 1895 o de la Guerra Necesaria como la bautizara el Apóstol José Martí, el otro de los firmantes de tan estratégica declaración de principios.

A Montecristi, lugar de residencia del veterano militar de origen dominicano, había llegado Martí en busca de su adhesión al plan independentista, cuyo reinicio de las luchas estaba señalado, tal y como ocurrió, para el domingo 24 de febrero de 1895.

Una vez estallada ese día la contienda bélica en Cuba había que darle forma sublime a tamaño acontecimiento y dotar al proceso independentista de una plataforma programática que enunciara a los cubanos y a los propios españoles, como al resto del mundo, los objetivos de la insurrección.

Por ello, Martí, en su condición de Delegado del Partido Revolucionario Cubano, redactaría el referido Manifiesto, al cual se adheriría con su firma y, sin reparos, el General en Jefe del Ejército Libertador, Máximo Gómez Báez.

El propio Martí, al referirse a su redacción, le escribiría con posterioridad a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra: “Del Manifiesto (…) luego de escrito no ocurrió en él un solo cambio (…) sus ideas envuelven, (…) aunque proviniendo de diversos campos de experiencias, el concepto actual del General Gómez y el Delegado”.

Conceptualmente allí se definía que la Revolución del 95 era continuidad de la del 68, pues como expresa, y cito: “La Revolución de independencia, iniciada en Yara después de preparación gloriosa y cruenta, ha entrado en Cuba en un nuevo período de guerra (…)”; al tiempo que reafirmaba que la guerra no era el triunfo de un partido sobre otro, ni contra el español, ni era la guerra del desorden, ni de la odiosa tiranía.

“Cuba vuelve a la guerra con un pueblo democrático y culto, conocedor celoso de su derecho y del ajeno (…); y en el crucero del mundo, al servicio de la guerra, y a la fundación de la nacionalidad, le vienen a Cuba”.

Al estigma del racismo le sale al paso el Manifiesto de Montecristi, y de manera propositiva se erige como bandera de lucha contra tamaña aberración, aún perdurable en parte de la sociedad cubana: “De otro temor quisiera valerse hoy, so pretexto de prudencia, la cobardía: el temor insensato; y jamás en Cuba justificado, a la raza negra”.

Definía Martí, en el Manifiesto: “La revolución con su carga de mártires y de guerreros subordinados y generosos, desmiente indignada, como desmiente la larga prueba de la emigración, y de la tregua en la Isla, la tacha de amenaza de la raza negra con que se quisiese inicuamente levantar por los beneficiarios del régimen de España, el miedo a la revolución”.

Prevé y combate la posible tiranía que traería una revolución desordenada y sin cauce, y aboga por una revolución “del decoro, el sacrificio y la cultura”, tal y como si lo escribiera para los días de hoy, pues, como afirma el Manifiesto: “que no quede el decoro de un solo hombre lastimado, ni el sacrifico parezca inútil ni a un solo cubano, ni la revolución inferior a la cultura del país”, propósitos similares a los que ahora pretendemos, transcurridos ya 127 años de su redacción.

El Manifiesto lanza al mundo la conformación de una república moral en América, “y la creación de un archipiélago libre donde las naciones respetuosas derramen las riquezas que a su paso han de caer sobre el crucero del mundo”. En fin, la idea martiana de una guerra generosa y breve, digna del respeto de sus enemigos y del apoyo de los pueblos.

No olvidar una de las frases más bellas de este programa de lucha, escritas en el hermoso lenguaje literario del Maestro Martí, el más genial y universal de nuestros políticos, al decir de Fidel.

Escribió el Apóstol en el Manifiesto de Montecristi: “La guerra de independencia de Cuba, nudo del haz de islas donde se ha de cruzar, en el plazo de pocos años, el comercio de los continentes, es suceso de largo alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmezas y trato justo de las naciones americanas, y al equilibrio aún vacilante del mundo”.

Y ahora, cuando los tiempos son convulsos hacia lo interno y en el panorama internacional, las ideas allí expuestas resultan válidas para ser aplicadas y conservan plena vigencia.

Para bien de Cuba, el Manifiesto de Montecristi sigue vivo.


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Narciso Amador Fernández Ramírez

Periodista que prefiere escribir de historia como si estuviera reportando el acontecer de hoy


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