martes, 16 de abril de 2024

Que me suba la fiebre

A ritmo del talento de James Rodríguez, Juan Fernando Quintero, de Guillermo Cuadrado y custodiados por un legionario Mario Alberto Yepes, la selección cafetera llena de sueños a miles de colombianos y prácticamente se mete en los octavos de final...

Amilcar Pérez Riverol en Exclusivo 20/06/2014
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Colombia celebra
Por primera vez, Colombia consigue par de victorias en Copas del Mundo

Sao Paulo- 19 de junio de 2014 - La historia inmediata de la selección colombiana no puede narrarse sin coquetear un poco con el drama. No es que lo diga yo, tan ajeno al fútbol de la nación cafetera hasta que la vida me hizo aterrizar en Rio Claro, una pequeña ciudad del estado de Sao Paulo. Me lo ha contado Luis José Guerrero, un gran amigo nacido en Popayán, donde nacen muchos y se crían pocos, y que es sin dudas una enciclopedia viviente del fútbol colombiano.

El Pekerman de Rio Claro, como solemos decirle, es capaz de recordar por su nombre y apellido a cada jugador, de narrar cada detalle importante, cada acción con la que ha sufrido y vibrado durante tantos años con su selección, su querida selección Colombia. Y Luis José siempre me lo ha contado así. Con una pizca de drama que él, tan fiel a nuestra naturaleza caribeña intenta camuflar. Pero yo sé, uno sabe que está ahí.  El drama que nadie puede tapar.

A Italia 90 Colombia llegó dejando atrás de 28 años de ausencia en Copas del Mundo. Después de clasificarse a 8vos de final, los cafeteros fueron eliminados por Camerún con la burla cruel de un error infantil de su portero estrella René Higuita. Un desastre. En Estados Unidos 94, el grupo que incluía al Pibe Valderrama, un crack de la creación en el mediocampo, Faustino Asprilla y el tren Valencia, fue considerado favorito para ganar la Copa del Mundo nada más y nada menos que por O Rei, Pelé. Sin embargo, Colombia cayó ante Rumania 3-1 en el partido inaugural y más tarde frente al anfitrión con un autogol de Andrés Escobar que días más tarde le costó la vida a en su natal Medellín.

Colombia, la favorita, era la primera selección que se marchaba del mundial. Y Luis José lo narra con vergüenza, con una nota quebrada en la garganta. Son muchos años de padecer, como vibrar con cada episodio de su querida selección. En Francia otra vez caen ante Rumania, vencen a Túnez, pero la Inglaterra de David Beckham los envía de vuelta al Caribe. Desde allá han pasado 16 años. Años siglos en que la Tricolor no volvió a pisar césped mundialista. Hasta la llegada de este manojo de jóvenes talentosos, liderados por un ídolo nacional de la talla de Radamel “El Tigre” Falcao.

La selección cafetera bailó durante las eliminatorias a Brasil 2014. Toda la nación comenzó a soñar. Había razones, goles, estilo, y sobre todo resultados para hacerlo. Junto a  Falcao, de unas medidas futbolísticas y humanas no cuantificables, junto a James Rodríguez, un astro de la creación, y con un mariscal de campo de la altura de Mario Alberto Yepes, Colombia hacía las maletas para la Copa del Mundo de 2014, en la vecina nación verde-amarela. Pero ya lo ha sentenciado Luis José. Lo de Colombia, es con algarabía sí, pero también con drama. Para sellar su clasificación la selección tuvo que revertir un 3-0 contra Chile en la mismísima Barranquilla. En ese momento yo ya me había dejado contagiar por esta variante de fiebre amarilla para la que no me vacunaron al salir de Cuba. Así que ese día mi garganta hizo coro cuando con un gol de Teófilo Gutiérrez y par de penales, felina y magistralmente ejecutados por Falcao, Colombia empataba con Chile, y sacaba pasajes a Brasil.  Era 11 de octubre de 2013 y en la nación cafetera estallaba una fiesta nacional. Hasta que otra vez el drama. El 22 de enero de 2014, Falcao se rompía en Francia. Era un golpe vil, al Tigre, a la nación, al sueño. Tan duro que por momentos yo sentía en la voz de mis amigos colombianos cuando se referían a la catástrofe, una sonoridad quebrada, un tono de orfandad. Y sin Falcao, pero repleto de ganas, Colombia desembarcó en esta Copa. Trayendo en el color de su camiseta, en los miles de agentes que la portan, y en la enorme alegría con que la acompañan, el efecto contagioso de una fiebre. Una fiebre que se apoderó de Belo Horizonte en el debut, que hoy subió los termómetros en Brasilia, y que lo hará aún más en Cuiabá.  Una fiebre que hizo hoy delirar a la nación, cuando James Rodríguez y Fernando Quintero, ese par de pelados atrevidos como suele llamarlos Luis José, sacudieron el arco de Costa de Marfil, se atrevieron a desterrar los viejos dramas y a paso de una buena cumbia, prácticamente metieron a Colombia en octavos de final.


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Amilcar Pérez Riverol


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