martes, 16 de abril de 2024

¿Por qué?, me pregunto

De las muchas preguntas que originó el no hit no run de Raimar Navarro y Pablo Millán Fernández, una angustia sobremanera al autor de este comentario...

Rafael Arzuaga Junco en Exclusivo 15/03/2012
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Felicio García
Dígame usted, DT, ¿por qué? (Juan Moreno Hernández / Cubahora)

¿Cuál es el pitcher más joven en lanzar un juego sin hits ni carreras en Cuba? ¿Tiene menos mérito un no hit no run a dos manos? ¿Lanzar un juego de estas características es una credencial dorada en el expediente de los pitchers excepcionales? ¿Qué lanzador ha sido más dominante camino a lograr la hazaña? ¿Cuántos posibles no hit no run han sido frustrados con tres, dos o un out por concretarse, aparte de los conocidos intentos de Pedro Luis Lazo y, más recientemente, Odrisamer Despaigne? ¿En cuántas Series Nacionales se han logrado no hits no run? ¿Es el no hit no run, en la pelota cubana actual, muestra del talento de los autores o prueba de las carencias ofensivas del equipo sometido?.

Algunas respuestas a estas preguntas están en los libros estadísticos, basta escudriñar con paciencia para encontrarlas. Otras son difíciles de precisar y las terceras abrirían polémicas interminables —como casi todas las que a la pelota refieren.

Por supuesto, no son las únicas interrogantes que se originan del triunfo de Holguín este martes, 1x0 en diez entradas, con el trabajo monticular de Raimar Navarro y Pablo Millán Fernández, que castraron los maderos del line up de Camagüey. A usted, más si simpatiza con los camagüeyanos, con toda seguridad la noticia le arrancó un pliego de más preguntas.

Mas, de todas las posibles, la que más precisa respuesta es ¿Por qué Raimar Navarro no lanzó el décimo capítulo e intentó completar, sin ayuda, su prominente faena?.

Holguín, antes de comenzar el juego, estaba en la séptima posición con marca de 34-35 y empatado con Guantánamo, ni más ni menos que el mismo puesto que ocupa después del éxito, con récord de 35-35, aunque ahora son tres escalones —no cuatro— y un trío de equipos los que le separan de la zona de clasificación.

Una derrota habría colocado a los Cachorros, con balance de 34-36 en el mismo puesto siete, pero cuatro juegos lejos de Granma, tres de Santiago de Cuba y uno de Guantánamo, los otros tres equipos enrolados en la disputa por el cuarto cupo de la Liga Oriental para acceder a la postemporada.

En fin, que en virtud del resultado el cambio en la posición —ya muy complicada— habría sido minúsculo. De modo, que no acepto por contesta un párrafo argumentando que el DT Felicio García tenía que ganar, sí o sí, el desafío de marras (y soy de los que piensa que cada partido hay que salir a ganarlo con todo).

Tampoco la cantidad de lanzamientos oficia como excusa sensata. El arbitrio de la Comisión Nacional es claro. Un abridor puede hacer, como mucho, 120 pitcheos y, en ese caso o si sobrepasa los 100, solo podrá volver al box al cuarto día de descanso. Pero, aclara, el lanzador que esté imponiendo una hazaña podrá sobrepasar la cifra de 120 lanzamientos y —lean— finalizará su actuación con el bateador que interrumpa la hazaña que está imponiendo. Se considerará hazaña en este caso (Juego Perfecto, Juegos de cero hit cero carrera y Juego de cero hit).

Cierto es que el partido se extendió al décimo capítulo y que, con la dichosa Regla Schiller, en lugar de los bateadores del sexto el octavo turno, Raimar Navarro enfrentaría en el décimo a Dayron Varona, Dary Bartolomé y Alexander Ayala, tercero, cuarto y quinto.

A estos mismos bateadores, más Marino Luis, enfrentó en el noveno capítulo (los dominó a todos, excepto a Bartolomé, a la cual le regaló boleto), y, como en ellos confió el DT Felipe Sarduy para romper el empate, el diestro de 20 años debía desafiarlos apenas minutos des-pués, pero con dos hombres en las almohadillas por obra y gracia de la Regla.

No es obtuso creer que estos peloteros, dos de ellos en sus sextas comparecencias, podían al fin descifrar el pitcheo del abridor y, además de frustrar la hazaña, fabricar un ramillete de carreras ganador.

He aquí, sí, una buena explicación para determinar el relevo de Navarro. Quizás en ello pensó el DT Felicio García, al margen de determinar cómo empuñaría su equipo en el tie break, algo que debe tener ya más que estudiado. Le concedo, entonces, el beneficio de la duda.

Este argumento, solo este y ningún otro más, me parece con peso para armar una respuesta a

¿Por qué Raimar Navarro no lanzó el décimo capítulo e intentó completar, sin ayuda, su prominente faena?.

Hasta donde sé, hasta donde se ha informado, Raimar Navarro no adujo cansancio, ni pidió que le sustituyeran. Y creo que, si estuviera con un dolor en la ingle, descomposición estomacal y migraña, el diestro no habría gritado un S.O.S. en reclamo de alguien que completara “su” proeza, así fuera el mejor apagafuegos que se conozca en Cuba (¿Será Guagua López, Euclides Rojas, Isidro Pérez, El Bombero de Viñales Orestes González, El Barbero de Guanajay José Ángel García, u Omar Ajete y Lázaro Valle cuando fueron reconvertidos a esa función, o el Pedro Luis Lazo, Pedro El Grande, que salvó 20 juegos en Series Nacionales y muchas de los principales triunfos de los últimos equipos Cuba…?; bueno, esta es otra gran pregunta).

Felicio García, director de Holguín, ex jugador de 11 Series Nacionales, sabe lo que es para un atleta establecer una marca, protagonizar un acontecimiento, realizar una jugada épica; sabe que las oportunidades de lograrlo caben en el hueco de una aguja y, como son una en un millón, deben aprovecharse al máximo cuando se presentan.

¿No era mejor, dejar que el muchacho le lanzara al primer bateador del décimo capítulo, que vendría a tocar la pelota y, en dependencia del resultado del intento de sacrificio, determinar si seguía o no en el box? ¿Era más importante ganar el partido que proporcionarle a Raimar Navarro una oportunidad que quizás no se cruce otra vez en su carrera deportiva? ¿Acaso en otros partidos no se ha visto retardar, sin criterio, la permanencia de un abridor en el box y apelar al relevista cuando ya el contrario tiene la sartén por el mango? ¿O será que alguien temió incurrir en una violación de reglamento?.

La pelota, yo la veo así, no es una montaña de números que debe escalarse lo más alto posible, a solas o en equipo, para trascender.

Es, entre mucho más, un duelo que comienza en la porfía primigenia entre el lanzador y el bateador, y no termina sino hasta salir del diamante, un duelo en el que los jugadores, los técnicos, los árbitros, exponen sus credos, expresan sus sensibilidades, muestran sus mejores —y peores— atributos, se explican públicamente por medio de sus actos y decisiones, a pesar de las estadísticas.

En otras palabras, los números, las estadísticas (el 52 no hit no run en Series Nacionales, el segundo a dos manos, etcétera, etcétera, etcétera) que quedaron impresas en la Guía Oficial del Béisbol en Cuba, nunca tendrán la magnificencia, la esplendidez, la majestuosidad que habría tenido, sobre todo para los que se reunieron en el Cándido González, que se intentara —o se facilitara— lanzar un no hit no run “sin ayuda” (ojo, este no es un párrafo de condena).

A mi me parecen la lechada, más —por supuesto— el no hit no run y el juego perfecto, notables, sublimes, excelsas gestas de los autores, así ocurra en el parqueo del Latinoamericano, en cualquier descampado, en un placer, en la Liga Azucarera o en un partido del Soft-ball de la Prensa (aunque, preciso, en el deporte de la bola blanda se ven muchos más partidos sin hits ni carreras).

Por ello, no encuentro respuesta “políticamente correcta” para la pregunta ¿Por qué Raimar Navarro no lanzó el décimo capítulo e intentó completar, sin ayuda, su prominente faena?.

Si usted la tiene, por favor, please, hágamela saber.


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Rafael Arzuaga Junco


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