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domingo, 6 de octubre de 2024

La demora por volver al templo del judo

Los cubanos querían desquite...

Rafael Norberto Pérez Valdés en Exclusivo 11/04/2020
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Nippon Budokan-templo del judo-Tokio
Templo del judo, el célebre escenario Nippon Budokan, donde hace un año los cubanos no salieron muy bien parados de su incursión en los campeonatos mundiales. (Tokio.org)

La paciencia es muy importante en la vida. En algunos casos, pues más todavía. ¿Nos podemos imaginar a un judoca sin  ella? No olvidemos, antes de entrar en materia, que es un atractivo y milenario arte marcial de origen japonés. Vaya que estamos recordando la frase de “la paciencia asiática”.

Quizás no tenga que ver una cosa con la otra. Pero es algo que nos ha venido a la mente atando algunos cabos. Hace un año los cubanos no salieron muy bien parados de su incursión en los campeonatos mundiales, celebrados en Tokio, Japón, en el célebre escenario Nippon Budokan.

Sí, estamos hablando del templo del judo, la sede de esa disciplina durante los Juegos Olímpicos de Tokio 1964 (construido para ellos, y debut de ese deporte en las llamadas citas de los cinco aros), la cual iba a ser escenario otra vez de este deporte en los Juegos Olímpicos 2020. Pero ya sabemos que se apareció la pandemia que ha paralizado al mundo. Y entonces se deberá esperar a efectuarlos en 2021.

Hemos dejado atrás, en blanco y negro, algunas curiosidades.

Pero nos falta completar las anteriores, y sumar otras…

UNA SOLA MEDALLA

Vamos a empezar completando la idea de porque a los cubanos no les fue bien el año pasado en el Nippon Budokan. Allá se pudo conquistar esa vez solo una medalla. Fue de plata. Y si algún lector ha olvidado el nombre seguro no se sorprenderá cuando lo lea. Sí, como es acostumbrado, Idalys Ortiz, en la división de más de 78 kilogramos.

Otro punto:

Cuando el judo se estrenó en Juegos Olímpicos, como ya escribimos hace un momento en los de Tokio 1964, no hubo cubanos sobre los tatamis.  Los de casa, padres y amos de este deporte, conquistaron cuatro de las cinco medallas de oro en disputa, para una fiesta casi total en idioma japonés.

Bueno… ¿y por qué casi total? El holandés Anton Geesink aguó la fiesta. O le puso mal sabor al sake. Se adueñó de la corona en la categoría abierta, aunque es muy justo y oportuno señalar que el japonés Akio Kaminaga, también medallista de plata mundial, estaba lesionado en un ligamento de una rodilla desde antes de la competencia.

¿Algo más sobre Geesink? Había sido uno de los dos únicos medallistas de bronce en el primer campeonato mundial, celebrado en Tokio, en el año 1956, cuando solo se compitió en la categoría abierta. El oro y la plata, nada sorprendente, terminó en cuellos de los nipones. ¿Unos apuntes más sobre Geesik? En mundiales conquistó dos medallas de oro y la ya mencionada de bronce. Y en campeonatos europeos 20 de oro (sí: 20), dos de plata y dos de bronce. También fue luchador. En 2010 era el único décimo dan vivo reconocido por la federación internacional de judo. Bueno, una trayectoria impresionante.

ESPERAR

Vamos para otro punto:

Los dos primeros campeonatos mundiales se celebraron en Tokio. El primero de ellos, como ya dijimos, en 1956. Luego llegó el segundo, en 1958. Uno se disputó en el Kuramae Kokugikan. El otro en el Gimnasio Metropolitano. Pero se equivocó el que entonces pensó que se iba a volver algo acostumbrado la realización de los mundiales en Japón. Tuvieron que pasar 37 años para que llegara otro a esa nación: el de 1995, en Chiba. Se unió después el de Osaka 2003. Y tuvo que esperar todavía más Tokio, 61 años desde 1958 (más de medio siglo), para acoger el de 2019.

El lector seguro notó algo muy interesante: el de 2019 fue el primer campeonato mundial celebrado en el Nippon Budokan, el llamado “templo del judo”, el lugar que se encuentra en la mente de muchos esperando los próximos Juegos Olímpicos.

Bueno, ¿y cómo les ha ido a los judocas cubanos en los campeonatos mundiales celebrados en Japón?

Ésa pregunta queda pendiente para un próximo trabajo. Y tenemos una razón poderosa. Exigidos por la computadora ya tenemos muy sudado nuestro kimono…


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Rafael Norberto Pérez Valdés


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