jueves, 25 de abril de 2024

Unasur en medio de la tormenta neoliberal

Bolivia tratará de reactivar el espacio integracionista...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 26/08/2018
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Seis países miembros, publicaron su decisión de suspender sus actividades en Unasur hasta tanto no se nombrara un nuevo Secretario General. (Foto: Tomada de EFE).

La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), uno de los símbolos del progresismo en América Latina, está al parecer destinada a cambiar sus orígenes fundacionales, dada la actitud conservadora y neoliberal de la mitad de sus actuales miembros. Sin embargo, Bolivia, en su presidencia temporal, asegura que será reactivada en sus principios progresistas.

La Unasur surgió el 23 de mayo de 2008 y entró en vigor en 2011, una vez que fuera ratificada por los 12 Estados firmantes, entonces en manos de gobiernos progresistas y revolucionarios en su mayoría, pero sin que la ideología fuera un impedimento para la unidad y la concertación en temas políticos, económicos, culturales y sociales. Como trasfondo, la derrota sufrida por Estados Unidos en 2005 en la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata, cuando varios presidentes latinoamericanos, entre ellos el venezolano Hugo Chávez Frías y el argentino Néstor Kirchner, dieron el tiro de gracia a la Alianza de Libre Comercio de las Américas (ALCA), propuesta por el presidente William Clinton en Miami, cuyo fin era apoderarse de las economías latinoamericanas y caribeñas.

Con el surgimiento de Unasur, resultado de las nuevas alianzas progresistas, quedaron sepultados los planes del Norte de mantenerse como propietario de naciones dependientes en lo económico, y que hasta entonces se veían obligados a recurrir a los mecanismos capitalistas para la sobrevivencia. El anexionismo forzoso a la mayor potencia del planeta fue suplantado por un espacio de amistad y solidaridad entre gobiernos y pueblos.

Sin embargo, siete años después, y por razones diferentes y particulares de cada país, detrás de las cuales existe un plan estratégico de la Casa Blanca de una reconversión política en América Latina y el Caribe, varios Estados progresistas han sido suplantados por regímenes conservadores que ahora tratan de destruir la obra que abrió las puertas del desarrollo sostenible a una región de más de 400 millones de habitantes.

Chávez y Kirchner fallecieron a causa de enfermedades, y el brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, otro bastión de los cambios operados en América Latina a partir de 1999, está purgando una pena de prisión de 12 años y un mes tras una sucia jugada política del sistema judicial brasileño, mientras lucha para participar en las presidenciales de su país en octubre próximo.

¿Quién es el culpable de que Unasur cayera en decadencia absoluta siguiendo órdenes de Washington? Mauricio Macri es el responsable de que el bloque regional se hiciera invisible en su trabajo interno y en la media internacional. Unasur desapareció de la vista pública en 2017 y parte de este año.  Argentina empezó a aniquilar la Unión en su magra gestión de un año, luego del magnífico trabajo hecho por el secretario general del bloque, el ex presidente colombiano Enrique Samper. Macri paralizó el bloqueo después de que fuera rechazada la postulación de uno de sus aliados, dejando clara su intención de atrasar el reloj de la integración.

El mandatario intentó imponer un candidato de derecha para la Secretaría General con el propósito de implantar cambios en la institución que favorecieran al gran capital. Se trataba del actual embajador argentino en Chile José Octavio Bordón, quien es reconocido como un diplomático que trabaja a favor de las maniobras políticas de la Organización de Estados Americanos (OEA), reseñó el periódico Página 12.

Cuando entregó la presidencia temporal a Bolivia en abril de este año, los planes del mandatario, amigo personal del magnate y presidente estadounidense Donald Trump, quedaron al descubierto, dada la opacidad del acto de traspaso a la nación andina en un salón lateral del Ministerio de Relaciones Exteriores de Perú, sin la presencia de los líderes invitados a la VIII Cumbre de las Américas. No hubo periodistas invitados, y solo como un formalismo el ministro argentino Jorge Faurie leyó una suerte de comunicado al canciller receptor Fernando Huanacuni.

Dos párrafos fueron suficientes para que Argentina informara su gestión, en la que solo “hizo concentrar los esfuerzos de Unasur en sus objetivos iniciales: la integración energética, el desarrollo de la infraestructura regional y la mejora de la conectividad”. Nada que mencionara el signo de autodeterminación que primó en los fundadores de Unasur, cuyo declive se hizo evidente, mientras Bolivia se pronunciaba por reactivar un organismo cuyos miembros actuaban de conjunto en la defensa de la soberanía y la independencia obtenida mediante una política antiimperialista nacida de las urnas de cada país.

La primera estocada llegó poco después de asumir Bolivia y de que el presidente Evo Morales prometiera un nuevo impulso al bloque regional. Seis países miembros, donde ahora hay gobiernos de derecha (Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Paraguay y Perú) publicaron su decisión de suspender sus actividades en Unasur hasta tanto no se nombrara un nuevo Secretario General y se solucionaran —argumentó la nota pública— las desprolijidades administrativas que originó el vacío de dirección.

Lo más importante de la comunicación era el interés de esas naciones de “revisar la orientación del organismo y las modalidades para la toma de decisiones”. La posibilidad de que Unasur se transforme en un bloque a favor de una economía neoliberal fue confirmado por el ex canciller paraguayo Eladio Loizaga durante la administración del saliente presidente Horacio Cartes.

“Vamos a tener que redireccionar los objetivos de la Unasur; vamos a sustraerle esa tendencia que tuvo en los últimos años de ideologizar nuestro organismo subregional, algo que no cuenta con nuestro acompañamiento, afirmó Loizaga. Es decir, mantener la organización, pero marcarla con el signo del neoliberalismo.

Hay mucho más. En una actitud poco conciliadora, el presidente de Ecuador, Lenin Moreno, quien ha renegado de la política izquierdista de Rafael Correa, sacó a Unasur de su sede en Quito, donde radicaba su secretaría general, y entregó el edificio para una universidad indígena, según puso como pretexto al hacer el anuncio en julio pasado. “Vamos a tener el centro de las universidades indígenas en un edificio que ya no sirve, carísimo”, dijo Moreno, cuyo gobierno decidió este jueves 23 abandonar la Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América-Tratado de los Pueblos (ALBA-TCP), del que su país fue fundador.

Otra medida tomada por el gobierno ecuatoriano que demuestra la ideología que ahora prima en Quito fue la retirada de un busto del expresidente de Argentina Néstor Kirchner, quien fuera el primer secretario general de Unasur y durante su mandato presidencial salvó a su país del endeudamiento en que la dejó el neoliberal Carlos Menem. Se considera a Kirchner uno de los políticos latinoamericanos más influyentes del siglo XX y del progresismo en la región.

La orden del martes último fue dada, según el régimen ecuatoriano, debido a que su viuda, la exmandataria Cristina Fernández, es acusada ahora falsamente de recibir dinero ilícito durante sus dos mandatos. Fernández, al igual que Correa, Lula da Silva, y otros líderes progresistas son culpados de delitos no cometidos y sobre los cuales no hay pruebas. En un comunicado de la Alcaldía de Quito, la figura de Kirchner fue retirada de la plaza Argentina y está ahora en las bodegas de una empresa pública hasta que “la embajada de su país resuelva su destino”.

La liquidación de Unasur está en marcha y mucho tendría que trabajar Bolivia desde su presidencia temporal para no solo mantener la organización sino los principios sobre los cuales se constituyó. Las seis naciones que se retiraron son la mitad de sus miembros, pero pocos dudan de que en los próximos días Ecuador anuncie que también renuncia a la organización. Samper, quien al igual que Kirchner condujeron de manera admirable el trabajo del ente regional, declaró hace pocos días: “Estoy aquí muy pendiente de lo que está en este momento sucediendo con Unasur, pero también muy tranquilo porque creo que si alguien tiene la capacidad de encontrar salidas a la situación es el presidente Evo Morales, uno de los fundadores de la Unión”.

Unasur, si sobrevive, no será la misma. Ya perdió su peso fundacional en que primaba la solidaridad y la amistad, no solo entre gobiernos sino entre pueblos. Por otra parte, la media docena de Estados participantes en esta táctica se constituiría en la práctica en una mayoría relativa, pudiendo así imponer la desaparición del énfasis social y soberanista de la Unión. De este modo se abriría paso un mero enfoque de negocios, libremercado e infraestructura, similar a los lineamientos de “integración” de los 80 y 90, el período del “consenso” de Washington.

Unasur perdería así peso, atribuciones y, por tanto, capacidades frente al entretejido neoliberal pretendido entre el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Alianza del Pacífico, en opinión del Semanario Latinoamericano.

La nueva Unasur que pretende la derecha, si lo logra, echaría abajo el postulado central de ese organismo regional de mantener la paz en América Latina y el Caribe. Por el contrario, podría convertirse en otro enemigo de Venezuela, la piedra en el zapato de Estados Unidos en su empeño de reimplantar la Doctrina Monroe en lo que ese país llama su patio trasero. Además de que, sin Unasur, es probable que los nuevos negocios alejen a Rusia y a China del subcontinente, dado el terror de Trump por la supuesta influencia que esas dos naciones emergentes, cuyos principios son opuestos a los suyos, tengan en esta importante zona geopolítica.

 


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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