viernes, 3 de mayo de 2024

Un leve aire a la paz

La programación de conversaciones entre el Norte y el Sur de Corea abre un transitorio postigo a la distensión...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 11/06/2013
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Corea del Norte y Corea del Sur
El diálogo se reanudará por primera vez desde febrero de 2011.

Que la República Popular Democrática de Corea y Corea del Sur acepten dialogar luego de las intensas tensiones bilaterales de los últimos tiempos, se asume en medios de prensa internacionales como una bocanada de aire fresco en medio de la inconclusa borrasca.

En efecto, Pyongyang y Seúl anunciaron días atrás que se sentarán a la mesa de diálogo por primera vez desde febrero de 2011, en un intento por sanear el clima bilateral y “reparar las relaciones que han estados rotas por meses”.

Según se conoció a través de la agencia de noticias estatal de Corea del Norte, KCNA, el gobierno de la República Popular Democrática propuso conversaciones a su vecino austral sobre la normalización de las tratativas en torno a proyectos comerciales conjuntos, incluida la  zona industrial mutua que fue cerrada en abril pasado cuando las tensiones en el área alcanzaron gran tirantez.

También Pyongyang habló de restablecer los canales de comunicación bilaterales que resultaron suspendidos en aquella misma fecha.

Las máximas autoridades surcoreanas calificaron la propuesta de positiva, y añadieron que esperan que estos encuentros deriven en una oportunidad para edificar nuevos lazos de confianza entre ambas partes.   

Durante las pasadas semanas, y como consecuencia de las acciones provocadoras derivadas de maniobras militares conjuntas entre Estados Unidos y Corea del Sur, el gobierno norcoreano asumió inéditas medidas defensivas que incluyeron la advertencia del uso de armas nucleares contra su vecino e incluso contra el propio territorio norteamericano.

Según analistas, en esos instantes “las tensiones en la península coreana estuvieron en su nivel más alto en décadas”, escenario que Washington aprovechó para escalar  su agresividad con el despliegue en el área Asia Pacífico de superbombarderos y aviones de ataque de última generación, y ubicar, además, en Alaska, Japón y Corea del Sur, complejos de misiles de su “sombrilla nuclear”, destinada a asegurarse la posibilidad de propinar golpes atómicos a sus oponentes sin el riesgo de contraataque, en lo que supone una amenaza directa a China y al extremo oriente ruso.

Más allá del diálogo entre Pyongyang y Seul, lo cierto es que el componente básico de la tradicional explosividad en la península coreana se genera en mentes calenturientas muy distantes geográficamente del posible escenario bélico.

Si para Washington perpetuar la división de Corea luego de la Segunda Guerra Mundial y agredir militarmente al Norte en la década del cincuenta del pasado siglo, conformaban parte del cordón hostil en torno a la entonces Unión Soviética y la República Popular China, hoy mantener esa presencia en la zona resulta vital, ya no solo para “frenar” la influencia rusa y china, sino porque asirse a clavos ardientes es de las últimas cartas  que le restan a la actual primera potencia capitalista del orbe para intentar preservar un poderío global en franca crisis.

El “susto” militar resulta, por tanto, esencial, cuando en apenas tres años más Estados Unidos deberá perder frente a Beijing la supremacía económica mundial que malamente hoy ostenta, mientras, según estimaciones a más largo plazo, en el año 2040 el Producto Interno Bruto de China representará 40 por ciento del PIB mundial y el norteamericano se verá constreñido a solo 14 por ciento.

Ciertamente, para los segmentos estadounidenses de poder semejante perspectiva resulta inadmisible, de manera que si la producción y el comercio no avalan el codiciado hegemonismo universal Made in USA, las armas y la violencia serán entonces las vías preferentes.

Y en esas tablas, las tensiones y amenazas contra Corea del Norte y su conversión ante los ojos del mundo en un “peligro a enfrentar y batir”, resultan un manido y martillado pretexto para seguir atestando los arsenales en el Lejano Oriente y convirtiendo al Pacífico asiático en la cuenca donde merodeen en breve sesenta por ciento de las fuerzas navales norteamericanas.

En consecuencia, si bien las nuevas conversaciones entre las dos Coreas tienen un sesgo positivo, muy pocos se atreven a calificarlas de conclusivas y definitorias, simplemente porque el injerencismo del otro lado del mar se alimenta de las crisis bilaterales periódicas para seguir afianzando sus garfios en una zona que también estima estratégica.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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