jueves, 2 de mayo de 2024

Recalentamiento europeo

Las protestas en Suecia y Suiza despejan toda duda de que Europa está al garete...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 01/06/2013
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Protestas en Suiza
Los medios se hacen eco de violentos estallidos sociales en varias ciudades de Suecia y Suiza.

 Si a los estudiosos o a los simples seguidores de la realidad europea se les hubiese hablado tiempo atrás de una crisis social y económica en Suecia y Suiza, seguramente hubiesen asumido que se les intentaba tomar el pelo.

 Y es que, tradicionalmente, las llamadas naciones nórdicas —o la titulada “patria de la eterna neutralidad”, y por tanto sede placentera de la mar de organismos internacionales— han sido percibidas como dueñas de sociedades casi ejemplares, con un elevado y reconocido desarrollo multifacético y una estabilidad interna casi a toda prueba.

 No obstante, a unos cinco años del estallido de la actual crisis económica global en los Estados Unidos y su virulenta extensión por el Viejo Continente, donde las economías menos resistentes están pasando a mejor vida de forma masiva, los vientos con fuerza de huracán trascendieron las fronteras suecas y helvéticas sin mayores consideraciones.

 Y se trata, sencillamente, de que el terreno ha sido concienzudamente abonado para tan explosiva cosecha.

 Así, en los últimos años, Europa se ha ido por completo y sin excepciones de la mano de las prácticas neoliberales, con sus característicos: reconcentración de la riqueza en pocas manos, cortes en los programas sociales, privatizaciones al por mayor, y la severa disminución del papel regulador del Estado en la actividad económica, en un “festival” impulsado por los grandes capitales y sus rampantes agentes especulativos.

 En consecuencia, luego de los derrumbes en España, Grecia, Portugal, Italia, Chipre y otras naciones menos avanzadas dentro del esquema regional del consabido “bienestar general”, este junio tocó el turno a los proclamados íconos del área.

 Noticias de violentos estallidos sociales en varias ciudades de Suecia, protagonizados en buena medida por inmigrantes que han visto diluirse las prerrogativas que un día lograron disfrutar en aquellos escenarios tan peculiares, comenzaron de buenas a primeras a ocupar grandes espacios en los medios de información.

 Los reportes de prensa daban a conocer que en algunos barrios de las afueras de Estocolmo se multiplicaban las protestas, con el saldo de decenas de automóviles incendiados, la rotura de inmuebles y una violenta respuesta policial, cargada de expresiones netamente racistas y xenófobas.

 Los manifestantes denunciaban la marginación creciente en la que viven y la indiferencia institucional con respecto a esa problemática esencial para sus vidas.

 Por su parte, la asociación sueca Megafon, que trabaja con grupos de jóvenes inmigrantes, vinculó las protestas con el racismo y con la sensación de abandono que vive el sector, que además sufre un desempleo de veinte por ciento.

 Y aunque —según las estadísticas macroeconómicas oficiales— el nivel de vida en Suecia se sitúa aún entre los más altos de Europa, los sucesivos gobiernos neoliberales han incrementado la desocupación y la marginación general.

 Entre esos males, el ya mencionado paro juvenil inmigrante y la exclusión, tanto social como política de largo plazo, han afectado con fuerza a las barriadas populares, donde los recortes a programas de ayuda marcan la vida cotidiana, precisan las fuentes periodísticas.

 Mientras, en Suiza, y por tercer año consecutivo, decenas de miles de personas encapuchadas ocuparon las calles de Berna durante la acción masiva denominada Tanz Dich Fre, o Libérate Bailando, destinada a manifestar, mediante largas marchas citadinas, su oposición “a la política de las autoridades que favorece a los más ricos, mientras se violan los derechos de los menos favorecidos.”

 En este junio no menos de 10 000 ciudadanos suizos salieron a las plazas y avenidas, según cálculos oficiales, y no faltaron enfrentamientos con la policía, pintadas de muros y vidrieras, y el intento de eliminar las barreras de seguridad instaladas frente a la sede del Parlamento Nacional.

 Y, como apuntaba un observador, si semejante cuadro se suscita en las contadas naciones europeas donde se creía en serio aquello del “bienestar eterno”, qué esperar entonces en las áreas donde los idílicos mecanismos integracionistas y de moneda única nunca dejaron de cojear del todo.

 


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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