sábado, 18 de mayo de 2024

Más claro, ni el agua

Lo que viene con respecto al inducido conflicto en Ucrania no es un secreto para nadie...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 18/06/2022
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Militares rusos-Ucrania
El entorno post-ucraniano anuncia un cam-bio crucial en el dibujo geopolítico del planeta, y no precisamente favorable a Occidente. (Tomada de Rusia Today)

Nada de expectativas ni milagros. Y es que a estas alturas, pasados los humos inaugurales del disparate ucraniano, resulta evidentemente evidente que Rusia se lleva el pato al agua frente a Occidente en la guerra que se vio obligada a iniciar ante sus fronteras contra el indecente y premeditado avance gringo-otanista hacia el Este.

Y no es necesario perderse en sesudas consideraciones para arribar a semejante conclusión. Basta el giro cierto que va tomando el escenario ligado a las acciones armadas, y las contramarchas, oscilaciones, titubeos y maniobras que, en consecuencia, no pocos implicados manifiestan ya sin mayores disimulos.

Vayamos por partes. La guerra estalló porque Rusia concluyó la larga espera de rectificaciones, nunca tomadas en cuenta del otro lado, en torno a no violentar la seguridad de sus divisorias occidentales.

El plan de utilizar a Ucrania para zaherir a Moscú mostró muy pronto sus huracos. Kiev no puede militarmente con Rusia, y la sangría de armas norteamericanas y otanistas (que ya cansa y agobia a no pocos “donantes”) ha servido más para probar la alta eficacia de un arsenal ruso de alta exclusividad, que para agotar al gigante euroasiático en pretendidas batallas sin fin.

¿Conclusiones? Que del grito de “muerte a Putin” no pocos personajes del Oeste han pasado a las quejas por los “supremos sacrificios” que les impone un mayor “compromiso bélico con Kiev”, o a reinventarse un posible arreglo negociado donde tratar de arrimar la mayor cantidad de brasas a sus propias sardinas.

No es por gusto que en estos días directivos de relaciones internacionales de la UE, la presidencia francesa, importantes funcionarios germanos, voceros de la mismísima OTAN, y hasta un viejo zorro como Henry Kissinyer, estén “dejando caer” criterios coincidentes acerca que ya es tiempo de que Ucrania asuma un papel neutral luego de encandilarla con su “inmediata incorporación” al Pacto Atlántico, y ceda ante los restantes reclamos rusos de manera de lograr frenar la guerra y establecer un clima menos fogoso en Europa. En pocas palabras, te creé, te incité, te empujé, te embarqué, y ahora carga tu sola con lo que venga.

No obstante, publicaciones como la francesa Le Haine, precisan que, muy a pesar de los citados empeños, hay que contar con la parte rusa, cuya confianza en Occidente se ha multiplicado varias veces por cero, y su papel preponderante sobre el teatro de operaciones  le otorga prerrogativas sobradas para decidir sin urgencias, permisos, ni trampas.

Y por lo que hasta hoy ha explicado el Kremlin, pasó ya el tiempo de referirse a Occidente como un pretendido “socio ruso”, lo que no implicaría, por lógica de convivencia internacional, que se cierren todas las puertas a un intercambio bilateral mínimo, preciso y conciso.

Mientras, como otra de la “nefastas herencias” de esta aventura sin futuro a la vista, está para Europa Occidental el supremo control  otorgado a USA sobre la OTAN y otros mecanismos del oeste del Viejo Continente, y una recompuesta hechura de unas fronteras con Rusia donde las desconfianzas y la posibilidad de nuevas borrascas estarán largamente latentes en lo adelante.

Por demás, otra lección está en la puerta. Rusia no es un blanco cualquiera ni un oponente a tomar a la ligera, y en el inmediato porvenir sin dudas habrá que pensarla dos veces antes de decidir el tono de cualquier tratativa con uno de los innegables polos de poder de nuestro tiempo.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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