domingo, 28 de abril de 2024

Lula es favorito a la presidencia, pero se impone la cautela (+Audio)

El presidente Jair Bolsonaro, aspirante a la reelección, todavía da pelea a pocos días de las elecciones generales del 2 de octubre...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 09/09/2022
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El candidato del PT, el expresidente Lula da Silva, tiene un 45 % de intenciones de voto contra el 31 % de Bolsonaro, quien se niega a entregar el cargo con amenazas de golpe de Estado. (Tomada de Jornal do Brasil).

El optimismo desmedido puede resultar un descalabro mayúsculo. En Brasil, a pocos días de las elecciones generales marcadas para el próximo día 2, son numerosos los sectores que cantan victoria a favor del ex mandatario Luiz Inacio Lula da Silva, subestimando el poder que aun mantiene el presidente Jair Bolsonaro, a pesar de su demostrada incapacidad como gobernante.

La cautela, en una nación de 216 millones de habitantes, que eligió hace cuatro años a un político de ultraderecha, sin principios políticos y humanos, es de gran importancia, pues Bolsonaro es de esos individuos difíciles de vencer en los terrenos de la mentira, la corrupción, la falsedad moral en que se mueve.

Lula da Silva, de 76 años, es, entre otros once candidatos, el único capaz de enfrentarse con posibilidades reales de victoria al actual mandatario, escogido por la derecha para la silla presidencial en uno de los momentos de mayor descrédito para la justicia del país suramericano. En 2018, un juez federal de Curitiba encabezó un complot para acabar con la carrera política del izquierdista ex mandatario, acusándolo de corrupción y condenándolo a prisión sin pruebas. Ocasión propicia para designar al controvertido Bolsonaro, de 67 años, una figura ideal para la poderosa oligarquía local, en complicidad con Estados Unidos (EE.UU.).

Han transcurrido cuatro años de aquellos dolorosos acontecimientos para la democracia brasileña, en la que el Partido de los Trabajadores (PT) fundado por Lula da Silva, entre otros, perdió su prestigio a lo interno mientras la derecha resplandecía con Bolsonaro y su campaña mediática-religiosa, en la que se presentó como el nuevo Mesías de los evangélicos locales.

UNA DURA BATALLA POR LA PRESIDENCIA

La ultraderecha brasileña no aceptará el triunfo de Lula da Silva, si los pronósticos se cumplen, y amenaza con un eventual golpe de estado. De ahí la importancia de que el ex líder sindical gane en la primera ronda por el carácter federal de los comicios, lo cual haría más difícil cualquier intentona.

A principios de este mes, y siempre según encuestadoras de opinión, el dos veces mandatario del gigante suramericano (2003-2010) poseía un 45 % de las intenciones de voto, mientras su principal rival, acortó la distancia entre ambos y ahora tiene cerca del 31 % de respaldo, en especial en Río de Janeiro.

En recientes declaraciones, Lula planteó –quizás impulsado por cifras de las encuestadoras- que puede ganar incluso en la primera vuelta, pues considera que, a pesar de los pocos días que lo separan de las elecciones, ¨sueño, precisó, con aumentar el pequeño porcentaje de diferencia y darle a Brasil un nuevo gobierno si asumo el 1 de enero de 2024¨.

Mientras el líder del PT, con alto arraigo en las masas obreras y los movimientos sociales recorre el país para acercar su programa oficial a la población, en especial la mas pobre, Bolsonaro se centra en los más de 40 millones de evangélicos que le dieron el voto en 2018, aun cuando en ese conglomerado se muestran hendijas de rechazo debido a su pésima administración, entre ellas su negativa actitud ante la pandemia de la COVID-19, que cobró más de 600 000 vidas a Brasil.

La polarización política de estas elecciones es evidente. Aunque hay otros once aspirantes a la presidencia, la opinión pública enfoca sus derroteros entre Lula y Bolsonaro, con características personales y políticas tan diferentes que muchos piensan que, si gana el izquierdista, tendrá que construir una nueva nación, ante los destrozos dejados por el ex capitán del Ejército y ex diputado federal durante 28 años, amante del militarismo y la fuerza bruta.

Este 7 de septiembre, cuando Brasil conmemoró los 200 años de su independencia de Portugal, el presidente participó en un desfile cívico-militar, considerado otro movimiento de su campaña electoral entre las Fuerzas Armadas, mientras usurpó a la ciudadanía el derecho de participación. En el evento castrense asistieron jefes de Estado de tres países de habla portuguesa, el vicepresidente y general ®  Hamilton Mourão, ministros del gobierno federal y otras autoridades. Sin embargo, fue notable la ausencia de  los presidentes del Senado Federal, Rodrigo Pacheco; la Cámara de Diputados, Arthur Lira; y el Supremo Tribunal Federal, Luiz Fux. Todos fueron invitados, pero declinaron asistir por su visión distinta de las celebraciones.

Si Lula alentó durante sus ocho años de gobierno una línea democrática, cuyo rescate reivindica, Bolsonaro, quien lleva en su chapa a su ministro de Defensa, Walter Braga Netto, basa su campaña en agresiones a todo lo que para él huele a libertad, como partidos de la oposición, movimientos sociales,  medios de comunicación, organismos Internacionales, y el mundo cultural.

El analista Jeferson Miola, de la Universidad de Campiñas, afirmó que la campaña oficialista invierte en el peligroso camino de la guerra religiosa, como parte de la emprendida por los conservadores contra el ex presidente Lula.

En las últimas semanas Bolsonaro retomó articulaciones con los líderes evangélicos más sectarios, fundamentalistas y radicalizados, con incendiarios llamados públicos de manipuladores y charlatanes.

Su participación en actividades evangélicas, así como graduaciones y condecoraciones para policías y militares, es parte de su agenda principal.

Un reportaje en una radio de la cadena Globo, mostró cómo los pastores neopentecostales transformaron los cultos en espacios de agitación política en los que divulgan noticias falsas. La más repetida es que habrá un cierre masivo de templos si gana ¨el comunismo¨ a través de Lula.

Con sus amenazas y mentiras, la sociedad brasileña en su conjunto acumula una bronca generalizada en contra del ultraderechista, agudizada por su política económica, con sus desastrosas consecuencias sociales, sus discursos de odio, y su amorosa mirada a la dictadura.

LA MEJOR DE LAS OPCIONES

La  mejor opción para Brasil –sea cual sea la óptica con que se mire- es que Lula retorne al Planalto, acompañado en esta ocasión como vice por el dos veces gobernador de Sao Paulo Geraldo Alckmin, del Partido Socialista Brasileño, quien posee importantes relaciones con el empresariado nacional y en especial con el de ese Estado, responsable del 33,9% del Producto Interno Bruto del país (2019). Tiene el 21.9% de la población brasileña.


Bolsonaro habló en un acto público el día de la independencia, el pasado día 7, para ofender a Lula, a quien llamó ladrón y corrupto, una muestra más de su sucia campaña electoral. (Silvio Avila/AFP)

Si Bolsonaro fuese reelecto, Brasil podría convertirse en un Estado con un alto grado de militarización –mas allá de su actual Ejecutivo integrado por numerosos uniformados.

Bolsonaro es conocido por sus traspiés políticos. Cometió un grave error en el entorno electoral con la convocatoria de 70 embajadores extranjeros a su residencia del Palacio de la Alvorada en Brasil, a los que aseguró que no aceptaría los resultados del escrutinio.

Este individuo, que en numerosas ocasiones demostró su baja inteligencia y alta fanfarronería, desarrolló, en esa reunión, sus cuestionamientos al sistema electoral brasileño, denunciando la supuesta falta de garantía de las urnas electrónicas.

Las criticas por tal actitud fuera de lógica, ya que el sistema electoral de Brasil es considerado uno de los más seguros del mundo, probado durante 26 años, movilizó a los movimientos sociales, que de conjunto redactaron un documento de denuncia contra las declaraciones del mandatario y reivindicando la democracia. Prácticamente todas las organizaciones representativas de los distintos sectores de la sociedad apoyaron la iniciativa: firmaron empresarios y trabajadores, artistas e intelectuales más representativos, además de personalidades del mundo jurídico y académico- Nada parecido había ocurrido antes en Brasil.

Como novedad, los ejecutivos de los dos bancos privados brasileños más importantes, además de la Federación de los Industriales de San Pablo, se sumaron al documento. Bolsonaro se sintió traicionado por los empresarios.

El documento fue leído el 11 de agosto en un acto nacional centralizado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Sao Paulo, que fue replicado en decenas de ciudades brasileñas, lo que constituyó un revés del llamado Bolso.

Aunque el texto no apoya a Lula directamente, al oponerse a su rival, apunta a su fortalecimiento. Esa demostración de unidad democrática es un hito contra el ultraderechista.

Hasta que se cuente la última boleta, la batalla por Brasil seguirá abierta, incluso con la amenaza pública de un golpe de estado militar.

Si un aspirante recibe más del 50 % de los votos totales, es elegido sin necesidad de una segunda vuelta. Si ninguno lo logra, se realizará un balotaje 28 días después, en el que participan solo los dos primeros ganadores y luego designado presidente el más votado.

En estos comicios, quizás los más esperados en América Latina este año, serán también electos los gobernadores y vicegobernadores de los 27 estados y del Distrito Federal (DF), mediante el sistema de segunda vuelta, si es necesario.

En esta mega-elección será renovado un tercio de los 81 miembros del Senado Federal y los 513 distintivos de la Cámara de Diputados. Los comicios de la Cámara utilizan el escrutinio de listas abiertas, con escaños asignados utilizando el cociente simple.

También el 2 de octubre serán elegidas las Asambleas Legislativas Estatales y  la Cámara Legislativa del DF, que varían en tamaño de 24 a 94 escaños, con el empleo de representación proporcional, como en Diputados.

Son 156 millones de ciudadanos los convocados a las urnas. El futuro de Brasil se decide ese segundo día de octubre, justo cuando el verano comienza a asomarse al gigante suramericano


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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