A una, otra. Y si los Estados Unidos acaban de anunciar que elevarán el rango de sus fuerzas navales en los mares al Este de China, la Organización de Cooperación de Shanghai, OCS, donde Moscú y Beijing tienen un fuerte peso, decidió oponerse categóricamente a toda acción intervencionista e injerencista a escala global, y especialmente en Asia.
Así, la reciente cumbre de esa entidad, creada en 1996 por Rusia, China, Kazajistán, Uzbekistán, Tayikistán y Kirguistán, y que cuenta entre sus observadores a Irán, India, Mongolia, Paquistán y Afganistán, colocó un nuevo valladar político frente a las apetencias imperialistas en torno a Siria y a los planes de desarrollo pacífico del átomo que lleva a cabo Teherán.
De hecho, los signatarios del pacto fueron tajantes en no admitir la posibilidad de una intervención armada extranjera contra las autoridades de Damasco, y calificaron de inaceptable una agresión a Irán.
Precisamente el jefe de Estado iraní, Mahmud Ahmadinejad, en entrevista con los líderes de Rusia y China, confirmó esa convergencia de posiciones de Teherán con Moscú y Beijing.
La cumbre, al decir de los anfitriones chinos, apuntó además contra el separatismo, el terrorismo y el extremismo, tres “demonios” que Occidente y sus aliados han puesto de moda en Asia Central y Oriente Medio como instrumentos de su política de dominación en esas zonas, y en las pretensiones de establecer un cordón sanitario en torno a las fronteras rusas y de China.
Variantes hostiles que causan además alarma entre las cuatro ex repúblicas soviéticas integradas a la organización, como territorios donde más de una vez grupos de extremistas han intentado hacer de las suyas con el concurso externo.
Para los presentes en la cita, realizada en Beijing, solo la negociación y una política de paz y entendimiento resultan las claves de la seguridad y la estabilidad en Asia y en el resto del mundo.
Rusia y China también perfeccionaron sus lazos militares en tratativas bilaterales luego del anuncio de Washington de remitir nuevos buques de guerra al área Asia-Pacífico, y se pronunciaron contra otras alternativas belicistas como la instauración de un escudo antimisiles destinado a brindar a los Estados Unidos la posibilidad de un ataque nuclear sin respuesta del agredido.
Trascendente fue la declaración del primer ministro chino, Wen Jiabao, quien en conversaciones con el presidente ruso, Vladimir Putin, sentenció que “las relaciones actuales entre Moscú y Beijing son las más estrechas y fructíferas de la historia de los vínculos bilaterales”, confirmación que no es precisamente un susurro de pétalos de rosa para los oídos de quienes han jurado no permitir la existencia de otras superpotencias a escala global, y mucho menos opuestas a sus intereses hegemonistas.
La OCS, que agrupa a 43 por ciento de la población mundial y es sin dudas una alternativa internacional de elevado peso, recibió además el ofrecimiento chino de 10 mil millones de dólares como apoyo a los planes económicos conjuntos.
De manera que la mesa sigue cobrando forma, y frente al exasperado goloso mundial se van acumulando las tazas de caldo, solo que totalmente desagradables a su tormentoso paladar.
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