jueves, 25 de abril de 2024

El otro rostro

A diecinueve años de los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York, no todo es aprobación y acatamiento en torno al ataque terrorista...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 11/09/2020
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El descalabro de las Torres Gemelas tiene una oscura trastienda que no pocos intentan desentrañar a casi veinte años del atentado terrorista.

Desde luego, era de esperar que presentado el raudo informe conclusivo sobre los atentados del 11 de  septiembre de 2001, y en medio de la ola de venganza y temor azuzada por la Casa Blanca, todo quedaría en calma y la “verdad oficial” sería un hecho para todos los tiempos.

Las investigaciones decisorias estuvieron a cargo del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología, NIST, una agencia del Departamento de Comercio de los Estados Unidos, que concluyó que las explosiones y el fuego derivados del impacto de los aviones comerciales lanzados sobre el World Trade Center ese día socavaron las estructuras de ambos inmuebles y provocaron su desmoronamiento total.

La pedantería de alguien, o de algunos, fue que el documento quedara como el patrón definitivo y definitorio de los acontecimientos, algo así como la no menos controvertida indagación sobre el asesinato del presidente John F. Kennedy en 1963, o el cuestionado pretexto sobre la tenencia por Bagdad de armas de destrucción masiva nunca halladas, para ocupar militarmente a Iraq poco después de los atentados en Nueva York y Washington.

De entonces a la fecha la propaganda nada cándida que avala el informe de la NIST no se ha cansado de machacar el contenido del legajo, y hasta se incluyó tiempo atrás un documental donde los compulsados diseñadores de los edificios casi se cortan las venas ante la cámara admitiendo que “algo no estuvo bien” en la concepción original de ambas torres.

Oportuno es subrayar otra vez que los sucesos del 11 de septiembre, atribuidos a Al Qaeda y su jefe Osama Bin Laden (apadrinados y armados por Washington y sus aliados desde la década de los setenta del pasado siglo para desbancar al gobierno popular afgano de entonces y a las tropas soviéticas que acudieron en su ayuda), fueron el gran argumento para la Guerra Global Antiterrorista que se inició con la administración del presidente George W. Bush, y que ha desarbolado buena parte de Oriente Medio y Asia Central a tono con sus pivotes hegemonistas.

Sin embargo, lo cierto es que en la sociedad norteamericana no pocos no solo no se tragaron las versiones gubernamentales sobre los atentados, sino que han generado toda una red de entidades y grupos que cuestionan activamente las conclusiones de la NIST y coinciden en que la verdad verdadera está aún por conocerse.

Desde luego, nada sobre ellos aparece en la gran prensa norteamericana, pero existen, dicen, escriben, estudian y no han cejado de intentar que lo oculto salga a flote.

Vale destacar, por ejemplo, que un año atrás, en septiembre de 2019, y por primera proveniente de un organismo oficial, “los comisionados de los bomberos de Franklin Square y el distrito de Munson, cerca de Queens, en Nueva York, adoptaron unánimemente una resolución que pide una nueva investigación sobre todos los aspectos del desastre de las Torres Gemelas en 2001, y citan las pruebas abrumadoras de la presencia de explosivos en ambas edificaciones coincidentemente con el choque de los aviones.

La resolución establece que los comisionados del consejo de bomberos de ambas áreas “apoyan plenamente una investigación completa por parte del gran jurado federal, así como el procesamiento de todos los crímenes relacionados con los atentados del 11 de septiembre”.

Para el comisionado Christopher Gioia se trató de un “crimen en masa”, y alegó que “nada puede ser olvidado hasta que se haga justicia”. Este funcionario de los bomberos neoyorquinos ha investigado profusamente el derrumbe del Edificio 7, aledaño a las Torres Gemelas, y que inexplicablemente se fue literalmente al piso sin impacto exterior alguno. Así descubrió que “a pesar de unos pocos incendios aislados, el inmueble de 47 pisos fue destruido simétricamente en menos de siete segundos aquel 11 de septiembre.

Por demás, trabajan también por descubrir la realidad y señalar las omisiones y fallas en la versión oficial de la tragedia, entidades voluntarias como el “9/11 Truth Movement”, que se conecta a su vez con otros colectivos como Arquitectos e Ingenieros por la verdad acerca del 11-S; el 9/11 Truth; Estudiosos por la verdad del 11-S; la 9/11 Citizens Watch; Pilotos por la verdad del 11-S; Abogados por la verdad; o el Grupo de Víctimas Hispánicas, entre otras agrupaciones.

Todas aducen que tanto las Torres Gemelas como el Edificio 7 fueron derribados esencialmente por explosiones controladas que provocaron la demolición instantánea de sus cimientos, pero además cuestionan otros hechos como la injustificada demora de los aviones militares enviados a interceptar a las naves secuestradas, la abulia de los organismos de vigilancia y seguridad del país en torno a los públicos trajines de los complotados cuyos expedientes ya se conocían mucho antes de los ataques, la verdadera capacidad de Al Qaeda para organizar y planear una acción terrorista de tanta complejidad, o el estrepitoso e incontenible derrumbe total de los edificios siniestrados, entre otras interrogantes.

Lo cierto es que, aún sin las verdaderas respuestas y aclaraciones, es evidente que casi dos décadas después, no todos en los Estados Unidos se creen la historia del 11 de septiembre de 2001 contada desde unas “alturas” donde, sin dudas, las raídas fachadas no ocultaron ni ocultan el bullir de la doblez, la manipulación y los bajos instintos que bullen en sus calderas.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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