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miércoles, 11 de diciembre de 2024

El modo occidental: la apropiación de la narrativa triunfa sobre la realidad

Apropiarse del relato ganador es ganar, según la visión de Occidente: es más importante que enfrentar los hechos sobre el terreno...

Alastair Crooke en Nodal 11/10/2024
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El modo occidental: la apropiación de la narrativa triunfa sobre la realidad
El modo occidental: la apropiación de la narrativa triunfa sobre la realidad (Nodal)

Apropiarse del relato ganador es ganar, según la visión de Occidente: es más importante que enfrentar los hechos sobre el terreno. La «victoria» virtual, por lo tanto, triunfa sobre la realidad «real»

La propaganda y las fintas bélicas son tan antiguas como el mundo. No son nada nuevo. Pero lo que sí es nuevo es que la guerra de la información ya no es un complemento de objetivos bélicos más amplios, sino que se ha convertido en un fin en sí mismo.

Occidente ha llegado a considerar que «apropiarse» del relato ganador -y presentar el del Otro como torpe, disonante y extremista- es más importante que enfrentar los hechos sobre el terreno. Apropiarse del relato ganador es ganar, según esta visión. La «victoria» virtual, por lo tanto, triunfa sobre la realidad «real».

De este modo, la guerra se convierte más bien en el escenario para imponer un alineamiento ideológico a lo largo de una amplia alianza global y hacerlo cumplir mediante medios de comunicación complacientes.

Este objetivo goza de mayor prioridad que, por ejemplo, garantizar una capacidad de fabricación suficiente para sostener objetivos militares. La creación de una «realidad» imaginada ha tenido prioridad sobre la conformación de la realidad sobre el terreno.

El punto aquí es que este enfoque -al ser una función del alineamiento de toda la sociedad (tanto en el país como en el extranjero)- crea trampas en falsas realidades, falsas expectativas, de las cuales una salida (cuando se vuelve necesaria) se vuelve casi imposible, precisamente porque el alineamiento impuesto ha osificado el sentimiento público. La posibilidad de que un Estado cambie de rumbo a medida que se desarrollan los acontecimientos se ve limitada o se pierde, y la lectura precisa de los hechos sobre el terreno vira hacia lo políticamente correcto y se aleja de la realidad.

El efecto acumulativo de una «narrativa virtual ganadora» conlleva, no obstante, el riesgo de deslizarse progresivamente hacia una «guerra real» involuntaria.

Occidente va a por Rusia

«Kursk» tiene historia. En 1943, Alemania invadió Rusia en Kursk para desviar la atención de sus propias pérdidas, y Alemania finalmente fue derrotada en la Batalla de Kursk. El regreso del equipo militar alemán a los alrededores de Kursk debe haber dejado a muchos boquiabiertos; el actual campo de batalla alrededor de la ciudad de Sudzha (cerca de la frontera con Ucrania y a unos 150 km de Kursk) es precisamente el lugar donde, en 1943, los ejércitos soviéticos 38 y 40 se prepararon para una contraofensiva contra el 4.º Ejército alemán.

A lo largo de los siglos, Rusia ha sido atacada de diversas formas en su flanco vulnerable desde Occidente, y más recientemente por Napoleón y Hitler. No sorprende que los rusos sean sumamente sensibles a esta sangrienta historia. ¿Bill Burns y compañía pensaron en esto detenidamente? ¿Se imaginaron que la invasión de Rusia por parte de la OTAN haría que Putin se sintiera «desafiado» y que, con un empujón más, se rendiría y aceptaría un resultado «congelado» en Ucrania, con el ingreso de este último país a la OTAN y la entrega de las nuevas provincias y de Crimea? Tal vez lo hayan pensado.

En definitiva, el mensaje que enviaron los servicios occidentales fue que Occidente (la OTAN) va a por Rusia. Este es el significado de elegir deliberadamente Kursk. Leer las runas del mensaje de Bill Burns dice que hay que prepararse para la guerra con la OTAN.

Para que quede claro, este género de «narrativa ganadora» en torno a Kursk no es ni engaño ni finta. Los Acuerdos de Minsk fueron ejemplos de engaño, pero eran engaños basados en una estrategia racional (es decir, eran históricamente normales). Los engaños de Minsk tenían como objetivo ganar tiempo para Occidente para avanzar en la militarización de Ucrania, antes de atacar el Donbass. El engaño funcionó, pero sólo al altísimo precio de una ruptura definitiva de la confianza entre Rusia y Occidente. Los engaños de Minsk también aceleraron el fin de la era de 200 años de occidentalización de Rusia.

Kursk, en cambio, es un tema diferente. Se basa en las nociones del excepcionalismo occidental. Occidente se percibe a sí mismo como alguien que se está moviendo hacia «el lado correcto de la Historia». Las «narrativas ganadoras» afirman esencialmente -en formato secular- la inevitabilidad de la Misión escatológica occidental para la redención y convergencia global. En este nuevo contexto narrativo, los hechos sobre el terreno se convierten en meros irritantes y no en realidades que deben tenerse en cuenta.

Éste es su talón de Aquiles.

«Extremismo» en conflicto con «Nuestra Democracia»

Sin embargo, la convención demócrata en Chicago subrayó una preocupación adicional: Así como el Occidente hegemónico surgió de la era de la Guerra Fría, moldeado y vigorizado a través de la oposición dialéctica al comunismo (en la mitología occidental), así vemos hoy un «extremismo» (pretendidamente) totalizador – planteado en Chicago en una oposición dialéctica hegeliana similar a la anterior, capitalismo versus comunismo; pero en el caso de hoy es «extremismo» en conflicto con «Nuestra Democracia».

La tesis narrativa de la Convención Nacional Demócrata de Chicago es en sí misma una tautología de diferenciación identitaria que se presenta como «unión» bajo una bandera de diversidad y en conflicto con la «blancura» y el «extremismo». El «extremismo» se presenta claramente como el sucesor de la antigua antítesis de la Guerra Fría: el comunismo.

Es posible que en la «trastienda» de Chicago se esté pensando que una confrontación con el extremismo -en sentido amplio- volverá a producir, como ocurrió en la era posterior a la Guerra Fría, un rejuvenecimiento estadounidense. Es decir, que un conflicto con Irán, Rusia y China (de una manera diferente) podría entrar en la agenda. Las señales reveladoras están ahí (además de la urgente necesidad de Occidente de reestructurar su economía, algo que la guerra suele proporcionar).

Sin duda, la maniobra de Kursk les pareció inteligente y audaz a Londres y Washington. Pero ¿con qué resultado? No logró ni el objetivo de tomar la central nuclear de Kursk ni el de desviar tropas rusas de la línea de contacto. La presencia ucraniana en la región de Kursk será eliminada o ya lo fue.

Pero lo que sí hizo fue poner fin a todas las perspectivas de un eventual acuerdo negociado en Ucrania. La desconfianza de Rusia hacia EEUU es ahora absoluta y ha hecho que Moscú esté más decidido a llevar a cabo la operación especial hasta su conclusión. El equipo alemán visible en Kursk ha despertado viejos fantasmas y ha consolidado la conciencia de las hostiles intenciones occidentales hacia Rusia. «Nunca más», es la respuesta tácita.


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Alastair Crooke

Exdiplomático británico y fundador y director del Foro de Conflictos con sede en Beirut.


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