viernes, 3 de mayo de 2024

Boko Haram: Pervive la pesadilla en la cuenca del lago Chad

Las acciones de Boko Haram evidencian un complejo proceso de desgaste-reanimación que favorece a intereses distantes del escenario del conflicto...

Julio Marcelo Morejón Tartabull en Exclusivo 03/01/2020
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Nigeria Boko Haram
Diversas fuentes ofrecen estimados que van desde 20 000 hasta 100 000 las víctimas mortales de Boko Haram, pero estudiosos se refieren a 27 000 como estadística más probable.

Hace 17 años Ustaz Mohammed Yusuf creó una secta de confesión islámica — Jamā'atAhl as-Sunnah lid-Da'wahwa'l-Jihād­— que en 2009 se transformó en grupo radical armado y ahora se identifica en lengua hausa como Boko Haram.

Mohammed Yusuf no conoció hacia dónde condujo su criatura, porque las fuerzas de seguridad nigerianas neutralizaron una intentona insurgente que encabezó en la norteña ciudad de Maiduguri, capital del Estado de Borno, donde atacó comisarías y otras dependencias estatales. La operación fracasó y su incitador pereció.

A la desaparición física del fundador no sucedió el desmoronamiento doctrinal del grupo, más bien se convirtió en hecho de culto y sostén psicológico de una causa: imponer la Sharía o legislación islámica como única fuente de derecho con aplicación rigorista en los Estados septentrionales del país.

Según el fundamento extremista, la imposición de la ley debe abarcar a todos los individuos que habiten en el “neocalifato” proyectado por Boko Haram y el “emir” que continuó a Yusuf, fue Abubakar Shekau, un individuo con los mismos criterios que su antecesor, aunque con una proyección personal más mediática.

Sin dudas, la propia intención de hacer historia solo mirando al pasado es riesgosa, porque los constructores de tales modelos, como el califato, pueden perder la noción de cómo actuar en el presente e, incluso, repetir errores pretéritos, entre otros, potenciar la violencia fundamentalista (y no fundamentalista) como única defensa de su criterio.

No obstante, cualquier caracterización de la secta deberá observar al menos dos realidades: una es que no siempre coincide el espacio geográfico previsto con la aceptación de la Sharía por parte de todos sus habitantes, pues además de musulmanes en el norte nigeriano también habitan cristianos y devotos de cultos tradicionales. La propuesta de Boko Haram es imponer a todas las comunidades de su radio de acción su versión extrema de la ley islámica, actuar como núcleo hegemónico que dicte órdenes o modos de vida, lo cual no tienen necesariamente que aceptar los demás y, entonces, en represalia, la secta usa de la violencia extrema como castigo.

La segunda realidad es que, usando consignas que clamen por la obediencia coránica, se apartan precisamente del espíritu y las tradiciones islámicas para transformarse en postores de un juego político, interesados en debilitar el modelo federal nigeriano y poner así en dudas su viabilidad.

Existe un tercer aspecto que descalifica a las prácticas integristas y es que ese grupo —considerado insurgente— participa en un proceso bélico no convencional, en el cual hasta los niños y niñas desempeñan un papel muchas veces letal. Boko Haram incrementó desde el 2017 los ataques suicidas perpetrados por menores de edad, lo cual es criminal.

Mohammed Yusuf creó un problema que brotó en la región septentrional de Nigeria, y desde hace tiempo afecta a sus vecinos de la cuenca del lago Chad (integrada también por Camerún, Níger y Chad), a cuyo territorios huyen los desplazados por las agresiones de la secta.

Se estima que en enero de 2019, los ataques del grupo armado causaron una oleada de 30 000 desplazados en el Estado nigeriano de Borno, a partir de ese mes hasta el cierre del 2019 ese tipo de migración forzada aumentó su masividad, toda vez que se registró una escalada de acciones dispersas como consecuencia de cambios de táctica.

Estadísticas recientes refieren que Boko Haram causó en el norte nigeriano más de 100 000 muertes, aunque fuentes de crédito reiteran que la cifra solo ronda los 20 000, cuando mucho más, 27 000, lo cual muestra la falta de datos exactos al respecto, por lo cual se indican miles de víctimas y más de 2,8 millones de desplazados.

LA EXPANSIÓN

Ni antes ni hoy en el 2019 se comprende el apego fanático a la lógica de la secta de asesinar a mujeres y niños como táctica para lograr más rápido la islamización total y así construir sobre los cadáveres de sus víctimas una estructura política y una doctrina religiosa, con prioridad para la segunda, a fin de alcanzar la divinidad.

Boko Haram extendió en 2014 sus operaciones hacia Níger, Chad y Camerún, cuyos gobiernos crearon con Nigeria y Benin una fuerza conjunta para combatirlo, y en general para la coordinación de las acciones antiterroristas en la cuenca del lago Chad, aunque se sabe que el grupo se vinculó con otras facciones terroristas fuera de esa zona.

Unido a eso se documentó su presencia —quizás menos efectiva— en zonas del Sahel, donde es muy activo el factor integrista representado por Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), Ansar Dine (Guardianes de la Fe) y el Grupo para el Apoyo al Islam y los Musulmanes, del maliense Iyad Ag Ghaly.

En resumen: “Lo que estamos viendo es que Boko Haram se ha convertido en parte de una red internacional de terrorismo”, afirmó el enviado especial del secretario general de la ONU para África Occidental y el Sahel, Mohammed Ibn Chambas, tras una reunión con representantes de los países de la cuenca del lago Chad.

No obstante, la formación terrorista nigeriana está dividida, una facción comandada por el “emir” Abubakar Shekau, la cual secuestró a más de 200 escolares en la localidad de Chibok en 2014, y otra subordinada a Abú Abdulá ibn Umar al Barnaui, que opera en la zona del lago Chad, ambas optan por la transnacionalización del terror.

Frente a eso, los países de la subregión integraron una tropa unificada: la Fuerza Conjunta Multinacional de los Estados de la Cuenca del Lago Chad, cuyo objetivo es coordinar y ejecutar acciones antiterroristas en su área de responsabilidad, su actual prioridad es eliminar a Boko Haram.

En el décimo año de sus agresiones es más sólido el criterio de que la secta terrorista —sin posibilidades reales de imponerse a las fuerzas africanas que enfrentan— continúa actuando como un factor de desestabilización política y militar favorable a intereses exógenos que tratan de mantener a la región como un gigante con pies de barro.

Así, resulta que la manipulación de la lucha contra el terrorismo es tan denigrante como este, pero rinde dividendos que argumentan la necesidad de una posible “presencia ausente” en el continente de estructuras tan ajenas como el Comando de Estados Unidos para África (Africom).

De hecho, se duda de que Boko Haram no sea una marioneta de los servicios de inteligencia estadunidense, usada para presionar a los gobiernos que no comulgan totalmente con la doctrina neoliberal, la cual liquida las esperanzas sociales de sus ciudadanos hundidos en la pobreza en zonas tan ricas como la cuenca del lago Chad.

Terrorismo golpea a fondo la cuenca del lago Chad. (Tomada de oxfamintermon.org)


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Julio Marcelo Morejón Tartabull

Periodista que apuesta por otra imagen africana


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