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lunes, 9 de diciembre de 2024

Ayotzinapa es también nuestra

La muerte une, el dolor del pueblo mexicano que nos ha abierto los brazos une...

Justo Planas Cabreja en Exclusivo 15/10/2014
4 comentarios

Somos de muchas tierras. Llegamos del Caribe, de Japón, de Italia, de Colombia y Chile. No todos pensamos igual, no hablamos todos el mismo español, algunos ni siquiera son hispanohablantes. Pero la muerte une, el dolor del pueblo mexicano que nos ha abierto los brazos une. Al mediodía, en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), alguien gritaba a los que pasaban de largo: Ustedes también son estudiantes y fuera de aquí les aguarda el desempleo. El resto, esperábamos la orden para iniciar la marcha.

Caminamos rumbo a Metro Copilco. Íbamos al corazón mismo de la Ciudad de México. Íbamos algunos, sobre todo los extranjeros, con mucho miedo. La gente en la calle nos daba ánimo, desahogaba su indignación cotidiana. Pero sí, yo tenía miedo.

El 26 de septiembre en Iguala, en el Estado de Guerrero, un grupo de estudiantes pedagógicos fue baleado por la policía. “El primer atraco fue a las ocho y media de la noche cuando regresábamos de ir a botear [recaudar recursos entre la población] para sostener las prácticas docentes y demás cosas que en la escuela nos hacen falta, ya que el gobierno de Guerrero no nos ayuda lo suficiente", cuenta uno de los sobrevivientes.Murieron seis, más de 20 sufrieron heridas, y todavía 43 de ellos se encuentran desaparecidos. Uno fue encontrado al día siguiente con el rostro desollado; otros pueden verse en fotos, tendidos a lo largo del pavimento, inermes.

Sí, da miedo sentir tan cerca una realidad que se veía lejana allá en Cuba. Y algo en la humanidad de uno se retuerce y se indigna. La Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, de donde provienen estos muchachos, es gratuita, pero demasiado pobre. Allí se estudia para enseñar al nuevo México. Pero el gobierno de Guerrero no comprende esto, o lo comprende demasiado bien y se agarra el bolsillo. No estudian en Ayotzinapa para millonarios, sino para enseñar en sitios marginados o recónditos. Donde nadie quiere ir, allá van ellos.

Y aprenden, desde que llegan, que el profesor es evangelio vivo; y trabajan y ayudan a la comunidad desde ese mismo comienzo. Cuando uno puede amar y amarse por medio de lo que hace, cuando la meta moral coincide con las personales, el cuerpo responde mejor y las energías crecen. Dicen que los normalistas de Guerreros leen con gusto, y leen mucho, y no necesitan profesores con traje, ni escuelas privadas para hacerlo. Pero necesitan comer y por eso pedían recursos, pacíficamente, ese día de septiembre en que fueron baleados y secuestrados, como en otras muchas ocasiones. A fines de 2011 también murieron dos de ellos, y los responsables intelectuales y materiales todavía ocupan sus cargos públicos.Hay una ley que ofrece inmunidad a ciertos funcionarios, una ley que los hace inmunes a la Ley.

Teníamos calor. El metro del DF estaba como una guagua cubana en horario pico, quizás peor. Los estudiantes de la UNAM nos encontramos allí con otros muchos, con gente del pueblo. La mayoría iba hacia la marcha. Alguien le separó un asiento a una compañera embarazada del aula que insistió en participar. Estábamos apretados y a lo largo del pasillo podían verse las fotografías de los normalistas de Ayotzinapa desaparecidos.

Las autoridades, ahora presionadas y preocupadas, los buscan aún. Y han encontrado una decena de fosas con cadáveres calcinados, imposibles de reconocer, que el sentido común asocia con las desapariciones, pero el horror impide darlo por sentado.

Ahí estábamos, en el Ángel de la Independencia, esperando nuestro turno para llegar al Zócalo y encontrarnos con algunos familiares de los normalistas desaparecidos. Éramos para ese entonces miles en el DF, éramos en la calle Reforma una serpiente emplumada de hojas impresas que exigen “¡Los queremos vivos!”

La calle Reforma tiene edificios más grandes que cualquiera de La Habana. Un cubano no puede mirarlos sin perder el aliento ante sus miles de vidrios lustrosos; pero se respira rápido cuando en ellos se asoman ancianos, hombres, niños, mujeres, pobres, ricos, obreros, estudiantes, turistas, periodistas, mucha mucha gente. Cuando se marcha de forma voluntaria no importa que los pulmones cubanos, acostumbrados a la vida a pocos metros sobre el nivel del mar, atrapen escaso oxígeno cuando la altura es la de muchos Turquinos unos sobre otros. Los pies ya no se cansan. El aliento sobra. Los queremos, los queremos vivos.


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Justo Planas Cabreja

Periodista que aborda temas culturales, especificamente cine y literatura. Recibió el II Premio de Ensayo “José Juan Arrom” por el trabajo “El reverso mítico de Elpidio Valdés”.

Se han publicado 4 comentarios


Justo
 16/10/14 1:41

Gracias a Cubahora. Me alegra ver cómo otros medios de prensa cubanos se han ido sumando (aunque quizás tardíamente) a la difusión de estos acontecimientos. Es importante destacar que son varios los cubanos que han participado en las marchas y apoyan con sus recursos a los familiares de los desaparecidos y los estudiantes normalistas que desde Ayotzinapa se encuentran a la espera de noticias. En México solo he encontrado admiración por Cuba. Ocupamos una posición privilegiada en el imaginario mexicano. La mejor forma de apoyar desde Cuba a esta tierra hermana es, al menos para los periodistas que se encuentran en la Isla, dar a conocer qué está pasando.

miriurka
 15/10/14 12:40

preciosa crónica de Justo como siempre, gracias!!

Kihuikolo
 15/10/14 12:03

¡Gracias a Justo por mostrar esa valentía y solidaridad cubana que siempre nos hace tanta falta! 

Michelle
 15/10/14 11:57

Es triste toda esta situación, creo que tampoco se puede ignorar la historia de este estado y ciudad donde ocurrieron los hechos. el tema del narcotrafico y por consiguiente a la violencia que han estado sometidos los habitantes de este lugar influye en el comportamiento de los alcaldes y policías del Estado Guerrero.

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