sábado, 27 de julio de 2024

A la caza de discrepantes

El hegemonismo gringo requiere de “siniestros contrarios” para poder funcionar...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 29/07/2022
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USA-Buscando Enemigo
Cuando no hay oponentes, el hegemonismo bate alas en su busca. (Foto: Peakpx)

Lo cierto es que, a lo largo de su muy particular historia, cuando los poderes fácticos Made in USA han carecido de discrepantes, han hecho todo lo posible por inventárselos.

Es puro asunto de “astucia”. Se trata de tener puntos de partida para “justificar” y conformar corrientes de criterio favorables a sus irrefrenables políticas de expansión y dominio global, y colocar lejos de la luz pública sus verdaderas intensiones de casta con netas ínfulas absolutistas.

Y en tan “titánica” tarea la fórmula es bien amplia y los candidatos también, al punto que no escapan siquiera pretendidos interlocutores de inclinaciones políticas, económicas, sociales o confesionales similares a tan dilecta fuente de poder.

Así, bajo esa “hoja de ruta”, se condujo el despojo territorial de las tribus norteamericanas originarias, vendidas mediáticamente y al por mayor como manadas de salvajes, indolentes, incapaces y brutales, por tanto sobrantes en una nación civilizada, junto al hurto de la mitad de la nación mexicana, con una pretendida “población mestiza de retraídos, menesterosos y débiles de carácter.”

De igual manera se intentó poner freno a la presencia de las potencias europeas en esta parte del planeta (considerada traspatio USA desde siempre), tildándolas de caducos, fatuos y ridículos emporios “antidemocráticos y pasados de moda”, y por tanto susceptibles de ser sustituidos por la pujante  potencia norteamericana.

Ni que decir que esa visión sesgada y hecha doctrina para la interpretación y calificación de ajenos, encontró en la ulterior división del planeta en bloques ideológicos un nuevo y perdurable subterfugio.

USA pasaría, por la “agudeza” de sus políticas y prácticas internacionales, a convertirse en líder del “Mundo Libre” luego de cesados los incendios de la Segunda Guerra Mundial. El enemigo ruso surgido desde 1917, transitorio aliado frente a la Alemania de Adolfo Hitler, y vencedor sobre el nazismo germano, sería en lo adelante el gran blanco a batir junto a sus pares de Europa del Este.

Y cuando décadas después aquel escenario “hostil” cedió terreno definitivo y el hegemonismo respiró de manera efímera a pleno pulmón, el repunte inmediato de China y la dura experiencia de Rusia de ser considerada un paria por su pretendidos nuevos socios occidentales y recolocarse nuevamente en la acera de enfrente, convirtieron a Beijing y Moscú en renovados objetivos a desmoronar en el todavía incompleto y cada vez más enrevesado camino de EEUU hacia el cetro universal.

En nuestras horas, el estallido del insuflado conflicto militar en Ucrania, vuelve a confirmar la vigencia de la doctrina  totalitaria norteamericana de crearse fantasmas hostiles a partir de las mismas bases subversivas y agresivas de siempre.

El meollo es ablandar, corroer y hundir a sus dos grandes oponentes de nuestros días, en tanto representantes de una nueva manera de ordenamiento global que cuestiona la tesis unilateralista de Gringolandia.

Por demás, se asume, cual dogma doctrinario, el intentar la concreción del añejo corolario hegemonista de que quien domine Eurasia será dueño del planeta… justo del inmenso espacio geográfico que una vez compartieron el imperio zarista y las dinastías con asiento en Peking, después la URSS y la República Popular China, y hoy Rusia y la ya primera potencia comercial del planeta.

Una aventura bélica, la ucraniana, que si bien ha brindado algunos dividendos tácticos a Washington a costa de imponer la inseguridad, el desmadre económico y financiero, y los riesgos energéticos a sus propios y dúctiles compadres de Europa del Oeste, desde el cabal punto de vista estratégico no tiene futuro promisorio alguno.

Es evidente que los errores de cálculo de la Casa Blanca y sus instigadores han estado presentes desde el mismo planeamiento del mal paso en Ucrania, y los costos ya empiezan a sentirse y a crecer como bola de nieve en plano inclinado entre quienes no supieron medir las potencialidades del agredido y los huracos propios.

¿Qué queda? Pues presenciar uno de los más grandes fracasos geopolíticos de una potencia capitalista en franca marcha atrás, y esperar –no sin un abrumador escepticismo- que la actual rotura de nariz se refleje en empezar a admitir que el mundo es y seguirá siendo otro en lo adelante, y no precisamente por voluntad o dictado de castas descocadas.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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