sábado, 4 de mayo de 2024

San Juan de los Remedios sin liviandades

Una villa-ciudad llega a sus 507 años y revive en medio de los muchos incendios cotidianos que la definen como centro cultural y esencia de la nación…

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 24/06/2022
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Aniversario 507-Remedios
Remedios llega a sus 507 años con la magia de los sitios que prevalecen.

Las fiestas de pueblo son ese momento de recontar el pasado, darnos una oportunidad para el presente y hacer un futuro. Porque existencialmente hay un tiempo para todo, un fragmento que nos define y que muestra las verdades de una comunidad, sus crisis, las más cruciales afirmaciones. He sido testigo durante mis más de treinta años de las fiestas del San Juan en la villa de Remedios. Aquí, en medio de las habituales lluvias de junio, la gente es capaz de amarse. Como en las eras antiguas, estos son ciclos que renuevan la savia de los pueblos, que traen las noticias de otras cosechas más allá de la malignidad de este o aquel año. Si bien Remedios, ciudad mágica y maravillosa del centro de Cuba, celebra una fecha católica y fundacional, se sabe que se trata de una oportunidad para el jolgorio, la conversación, el juego. Con sus 507 años, la villa no puede detener su devenir, su inmortalidad, sino que trasciende los fueros geográficos y a la altura del siglo ha logrado dotarse de un sitial de honor en la cultura.

No es extraño que la villa conserve marcas de ese pasado casi salvaje, lleno de seres sobrenaturales y de personajes populares, de caminantes, de gente ilustrada y genial. En la ciudad cohabitan el intelectual y el que obra con sus manos la cotidianidad. En los mundos que se sirven del espacio pequeño y entrañable jamás hay contradicciones tóxicas, sino que la sabiduría emerge como esa ganancia mayor. Recuerdo por ejemplo, el honor que un compositor de rango internacional le daba a Lino Lobatón, un personaje cuyo mérito fue hacer una jungla de cartón en la sala de la casa. Lo que vale y brilla no solo compete a los salones, a lo encopetado, sino que tiene una raigambre popular, íntima. A eso se refieren los remedianos cuando hacen los festejos del 24 de junio: a su hogar en toda la extensión del sentido de la palabra. Habitáculo que no se cierra en sí mismo, oda que se canta en medio de los peores eventos y que siempre envía su lucidez de futuro. Vivir encadenados a una fatalidad no es cosa de los remedianos, quienes, como se dice en buen cubano, “siempre echaron para adelante”.

Alguien en medio del jolgorio recuerda cómo cuando casi se pierde la condición de municipio, hubo quien hiciera justicia a Remedios. Así, a golpe de voluntades, ha sido todo lo demás: el turismo como reglón económico principal, la cultura con logros como el título de Patrimonio de la Humanidad para las Parrandas, la conservación exquisita de un centro que es un museo arquitectónico original y valioso. Remedios sabe de sí mismo, lucha y prevalece contra los demonios que han intentado quedarse entre nosotros. La ciudad es hija de una fuerza más grande que la fatalidad y la muerte, que la mala suerte y las tantas maldiciones. Se puede decir que este terruño sabe hacerse a sí mismo como solo los seres auténticos pueden.

¿Podrá haber arte mayor que el mero existir? Solo para una villa-ciudad como esta suelen plantearse tales debates. Si la llaman La Bella, tendrán que tener en cuenta que no se trata de una cualidad superflua, vacía, sin un impacto en lo histórico. Ya que aun en regiones metafísicas se escucha a Remedios. Los nacidos en medio de los ruidos de los fuegos artificiales, de los sonidos de las rumbas y el olor a la pólvora de las parrandas; supieron en su momento estar a la altura y darnos el talante de Caturla y su defensa de la justicia en tiempos oscuros. También se debe tener en cuenta que los hijos, aunque se hayan ido lejos y a tener éxito, como es el caso de Zaida del Río, vuelven con la belleza de las mejores imágenes y hacen que el espacio original asuma la trascendencia que merece.

Remedios es una semilla y un árbol a la vez, una villa y una ciudad. Sus habitantes caminan por las calles, conscientes de que se trata de lugares por donde va lo glorioso. Podrá haber regiones donde se hallen obras como las del Renacimiento o de grandes maestros, pero quien venga hasta lo pequeño, lo cotidiano, lo que fluye, estará seguro en la savia de una nación que sabe valorar y querer a los buenos. Así pasa con las fiestas sanjuaneras, que acogen al visitante y le recuerdan al nacido que así se hace lo valedero. Dicen que el santo patrono de la ciudad, conocido por su peso en la narrativa bíblica, nos bendice y que sirvió inicialmente como remediador ante las plagas de mosquitos y de enfermedades que infectaban las costas de los primeros asientos poblacionales. Más allá de cualquier mito, en ese fabuloso retablo enchapado en oro de la Iglesia Mayor prevalece la figura simbólica y fundacional, la del ser que precedió al Nazareno y que por su esencia define muy bien a Remedios: integrantes de la historia en todo momento, defensores de la isla aun en los tiempos medievales. Aquí se habló de patria en el siglo XVII, cuando los demonios y los piratas amenazaban con eliminar la villa de la faz. Hasta la corte del Rey de España fueron las matronas remedianas con su petición.

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Cuando en la noche del 23 de junio se queman las casas de guano y embarrado en la plaza de la ciudad, se produce el efecto purificador, que recuerda cuando la villa fue tantas veces saqueada y vuelta a resucitar. Esa resistencia, esa captura del tiempo que se une a la del güije de la Bajada, van de la mano de una remedianidad fuerte y erigida en bastión, en simbología y embrión de algo siempre más grande. Viene a la mente popular cuando las fiestas parranderas comenzaban y todo era más sencillo e infantil. O quizás la de veces que los lugareños se lanzaron a la historia cubana para defender la patria mayor, esa que garantiza el equilibrio y la subsistencia. El escudo de la villa, antiguo en su diseño que se hunde en la noche de los tiempos, significa esa esencia, tres cayos y tres palmas unidos por una cinta que expresa el adagio de la Unión Invencible. Hasta ese gesto grandilocuente se debe valorar, cuando se habla de Remedios, cuando se le trata, cuando se alude a su patrimonio y su ser. Y es que la resistencia prevalece sobre el oscurantismo y la maldad, sobre la pereza y la apatía, sobre el fatalismo. La quema de las casitas, como se le conoce, no es otra cosa que el ritual mágico según el cual todo va a continuar y que habrá una mejoría en lo concreto, en este plano de la existencia. Se trata de esperanza, de mostrar que será posible el milagro de la historia.

Remedios es un sitio iluminado, con su patrón San Juan Bautista, con su Virgen del Buenviaje aparecida en la Bahía de Buenavista en 1600, con sus parrandas universales y que llevan renuevo constante. En la simiente del sitio prevalece una pureza innata, una condición que no es susceptible de borrarse. Los que nacen y los que se mudan al lugar, los que se van y lo llevan con ellos, protagonizan la gran aventura de pertenecer. A ese agreste pero bello pasaje de la vida se accede cada año en las fiestas, más allá de la alegría y de lo jocoso, del juego y lo cotidiano. Allí está Remedios, La Bella de esencias, que no permite que su nombre se pierda o que sea mencionado con liviandades.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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