viernes, 29 de marzo de 2024

Remedios, el silencio, los sueños

La ciudad del centro de Cuba respira el anhelo de sus parrandas, en el silencio y la oscuridad de la historia más reciente...

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 23/09/2020
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Remedios-sin parrandas
Un año más en el cual las rejas y los voladores no se van a escuchar en San Juan de los Remedios. (Tomada del perfil de Facebook de San Juan de los Remedios).

Un año más en el cual las rejas y los voladores no se van a escuchar en San Juan de los Remedios. Fueron pocos, pero fueron, los momentos en la historia en que la ciudad enmudeció ante la ocurrencia de grandes hechos que traspasaron los deseos de las muchedumbres de celebrar la Nochebuena con el tradicional jolgorio. ¿Qué hubieran dicho aquellos principiantes, remedianos de inicios del siglo XIX, de una pandemia como la que vivimos que nos obliga a recogernos en nuestras casas? Nada, ni la bulla más espeluznante nos sacará este 24 de diciembre de la modorra en que nos sumimos mientras acontece el milagro de una vacuna contra el coronavirus.

La historia solo recoge contados casos de algo parecido, ya que solo cuando el país se sume en una tragedia de una guerra, como las independentistas, o hay una crisis económica mayor, como el periodo especial, enmudecen las rejas de las parrandas. Quienes aman el patrimonio y van a la caza de los datos, los sucedidos, los personajes, nos hablan de que en el peor momento de la dictadura de Gerardo Machado, el barrio San Salvador lució un trabajo de plaza horrendo, hecho con pedazos de hojas de plátano, como símbolo de protesta y a la vez a manera de al menos “hacer algo”, ya que la crisis y la escasez asolaban a un país en lo más oscuro de su historia por entonces.

Sabemos que cuando termine todo esto, y ya el coronavirus sea una anécdota, habrá carrozas, piezas de fuego, comparsas, trabajos, cuyos temas versarán sobre todo lo que hoy vivimos en silencio. La cultura es así, tan popular como culta, cuando nace de las entrañas de un pueblo soñador como Remedios. Son las rejas los reflejos del alma de quien habita a la sombra de la Iglesia Mayor, con el tañido de sus campanadas en el eco de tantos días. Yo mismo he soñado con el día en que todo termine y los cencerros salgan a las calles con la bulla, siempre esa alegría de vivir del remediano, del criollo que nos habita, ese que inmortal viene de una generación a otra.

En uno de esos sueños, los trabajos de plaza brillan en la noche parrandera, mientras las banderolas de los barrios van juntas por la avenida principal, en una unión que prefigura un cambio de era, un tiempo más humano, más justo. Porque para ello es la cultura, para que las personas tomen noticia de su carácter común, de la pequeñez y grandeza de la vida, lo efímero de los momentos felices aunque la tragedia parezca inmensa. El dolor nos sirve para crecer, porque las estrellas no son simples regalos de feria, sino luces que en lo alto nos hablan del costo de ser felices, de llegar a lo más valioso, a la esencia que nos hace diferentes. Remedios no ha tenido fácil su camino ni su tradición.

Hemos cargado con el peso de sostener una de las mayores celebraciones del continente, solo con tesón, amor, lágrimas. ¿Cuántas veces vi a mi padre, parrandero desde los 16 años hasta su muerte, llorar ante el hecho de que su carroza no saliera o se afectara debido a alguna razón que se escapa de la voluntad del artista? Las parrandas son un asunto familiar, como cuando tenemos una abuela a la que amamos mucho y que la imaginamos eterna, allí, en el mismo sitio, invariable, con el mismo olor a flores, a una colonia que nos recuerda los mejores tiempos de la infancia. Debemos sostener esa tradición, amarla aunque no suenen las rejas, imaginar que sí suenan, incluso.

La cultura sí salva, sí cambia, nos mejora, hace más fuerte el espíritu ante los embates de una horrenda enfermedad que vino para deshumanizarnos. Una historia recorre hoy los pasillos de las casonas coloniales, en el retiro de Remedios, a la sombra de esta o aquella planta tropical, la historia de aquellos valientes de esta tierra que en el año 1993 fueron hasta La Habana para, luego de dos años de no llevarse a cabo las parrandas por el periodo especial, hacer el reclamo de que las fiestas son eternas. Creemos en el mismo ahínco, el de esos hombres, entre los cuales estuvo nuestro eterno historiador Rafael Farto Muñiz, ser de tantas cualidades que aún pareciera que lo vemos en el parque, sentado bajo el flamboyán, mientras narra el exorcismo de la esclava Leonarda poseída por legiones de demonios durante el siglo XVII remediano.

Remedios cree en la existencia de Dios, una sombra de luz se levanta sobre la oscuridad del momento, casi como los fuegos de las parrandas que destellan toda la noche. Veremos cómo la ciudad sonríe cuando salgamos a la calle, con nuestros colores, con los símbolos de las viejas familias, en ese ancestral grito que simboliza la resistencia de un país. Vayamos de la mano de las fotos antiguas para ver a Máximo Gómez en esta tierra en tiempos de parrandas y al general Carlos Roloff, quien le hizo guardia de honor a un trabajo de plaza que simbolizaba a Cuba libre, en la madrugada del 24 de diciembre de 1899, cuando el país nacía a un nuevo caos del cual viene la luz. Son las obras mayores las que inspiran a la cultura, la sanación, el timbre hermoso de la libertad.

En sueños he jugado a esa parranda que vuelve, en la cual estamos todos, vivos y muertos, como si en la tierra remediana tuviésemos un palmo de eternidad. Las campanadas de la Iglesia Mayor acompañan a quienes vamos en el corro de la bulla y la alegría, porque no nos queda otro Remedios que este, el mayor, la pequeña nación que nos une en todo el mundo, que hace que soñemos con volver, con nunca abandonar sus calles, el sonido que eriza cada cabello del cuerpo. Esta es la pólvora de nuestra guerra pacífica, la luz de los fuegos que estallan en una noche de ensoñación y cultura.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación

Se han publicado 1 comentarios


María Victoria Valdés Rodda
 23/9/20 13:06

Bella forma de narrar una tradición. Se trasluce en esta crónica- comentario la cultura del autor que pasa por la lealtad a su Patria. Razón de más para querer ir a Remedios. De una colega de la Revista BOHEMIA.

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