lunes, 29 de abril de 2024

Podemos evaporarnos…como gotas de agua sobre piedras calientes (+ Fotos)

"Gotas de agua sobre piedras calientes" interpretada por el Teatro El Público forma parte de la estela acertada de la Semana de Teatro Alemán en Cuba...

Ana María Domínguez Cruz en Exclusivo 06/11/2012
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 obra Gotas de agua sobre piedras calientes Portada
Héctor Noas y FHéctor Medina en "Gotas de agua sobre piedras calientes". (Marina Cortés / Cubahora)

“¿Qué es ser feliz?”, preguntó el joven Franz.

“Estar satisfecho”, le respondió Leopold, con su abrigo puesto, y juntos caminaron hacia la cama para despojarse de prejuicios y llenar las carencias. “Usted vive la vida como a mí me hubiera gustado vivirla”, le dijo el joven y a partir de ese momento compartieron las suyas.

Son solo fragmentos del diálogo de la primera escena de la obra Gotas de agua sobre piedras calientes, del cineasta y dramaturgo alemán Rainer Werner Fassbinder, que Teatro El Público lleva a las tablas en la sala Adolfo Llauradó cada martes, miércoles y jueves a las 6 de la tarde, como estela acertada de la Semana de Teatro Alemán, que concluyó recientemente en La Habana.

Leopold Bluhm (Héctor Noas) y Franz Meister (Héctor Medina) comienzan a conocerse y son blanco mutuo de una atracción física que más tarde se convierte en amor, y mucho después, como sucede en no pocas ocasiones, se trastoca en dependencia. Esa desgarradora relación de dependencia que nubla los límites, absorbe las personalidades y hace que el masoquismo y la esclavitud convivan, sin que se perciban como algo peligroso o dañino para uno de los dos, o para ambos.

La trama no versa sobre el amor homosexual, a partir de la relación entre Franz y Leopold, ni sobre la bisexualidad, a partir de las incursiones en ella de este último con Anna Wolf ( Clara de la Caridad González), la novia de Franz, y mucho menos sobre las decisiones de cambiar lo que somos para estar más cerca de la felicidad, motivación de Vera ( Ysmercy Salomón), un travesti enamorado de Leopold y herido por él.

Fassbinder, quien escribió la obra solo con 19 años, va más allá, y por ello la vigencia de Gotas de agua sobre piedras calientes es innegable. Se ponen sobre el tapete los cuestionamientos más profundos en torno a cuan capaces somos de destruir lo que nos rodea y hasta parte de nosotros mismos en busca de la felicidad, y también de cómo podemos arruinar lo que queremos sin darnos cuenta.

Leopold es egoísta y déspota, y a la vez seductor, y funciona como una máquina de placer en la cama. Por ello, el ingenuo Franz cae rendido ante él, olvida la relación “normal” con su novia y padece el rebajamiento que es también, a veces, el amor. No soporta la ausencia, no admite el “sin ti”, y viendo a Leopold en su batalla campal contra la vergüenza, queriendo manipular los hilos de sus otras marionetas, Anna y Vera, Franz se suicida. Es el clásico final del caminante que no encuentra el final de su ruta y tiende a negarse fuera de ella.

El desequilibrio emocional de los personajes, encarnados por estos cuatro jóvenes actores de la compañía liderada por Carlos Díaz, puede llegar a abrumarnos si es que de repente nos dejamos llevar por la música cursi de la banda sonora, la escenografía ardiente y los ligeros desnudos y no nos centramos en la verdadera esencia de esa “comedia con final seudotrágico”, como la definió el propio Fassbinder:

"Es el amor visto desde la arista de saber dominar y querer ser dominado, posiciones enfermizas que llevan este sentimiento a un punto de ebullición tal que logra el mismo efecto de unas gotas de agua que caen sobre piedras calientes, a las que solo les resta evaporarse".


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Ana María Domínguez Cruz

"Una periodista cubana en mi tercera década de vida, dispuesta a deslizar mis dedos por el teclado".


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