domingo, 5 de mayo de 2024

La Bienal de La Habana contra todo y con todos

En la narrativa de la Cuba que vivimos hay muchas historias que deben contarse, pero una de tantas es la odisea de cada creador…

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 29/10/2021
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Bienal de La Habana
"La Bienal es un ejercicio de participación y de democracia artística muy necesario en los tiempos que corren". (tomada de la página oficial de la Bienal de La Habana en Facebook).

La Bienal de La Habana intenta ser ese trazo en el que los creadores queden igualados. Es decir, no se trata de rebajar a unos y otros hasta un nivel determinado, sino de que se vean las caras y convivan en el mismo espacio todos los que dedican su tiempo a un oficio.

En el actual panorama nacional, las condiciones materiales no acompañan a los artistas para la realización de este suceso, sin embargo, se decide que en el 2021 era necesario promover un evento que es de interés de los públicos y de los que tienen una obra para mostrar. Y es que se deberá tener en cuenta que la Bienal favorece a los pintores y escultores más que a nadie, pues les da una visibilidad, les otorga una dimensión pública más que necesaria dentro de un país tercermundista en el cual se carece de circuitos eficientes de promoción.

Lejos de otras agendas, la Bienal tiene como centralidad el arte y así lo ha demostrado a lo largo de todas las entregas. Ese debiera ser el legado, el motivo para sostener y desarrollar un suceso a todas luces rescatable dentro de la cultura cubana de las últimas décadas. Más allá de politizarlo, de instrumentalizarlo o negarle legitimidad como se intenta, el gremio mayoritario lo aplaude, lo apoya y participa. Muy pocos artistas tercermundistas tienen, como parte de su carrera, la oportunidad de asistir a un evento como este en el cual confluye la vanguardia con otros tantos que se inician o que apenas poseen una incipiente obra. La exposición posee además como trasfondo a una ciudad maravillosa, bella, que dimensiona el alcance de cualquier trazo a partir de la grandeza y la sensibilidad, de la poesía propia de los mejores sitios.

Al parecer, sin Bienal algo nos falta en la vitalidad de una cultura hecha para todos, dentro de la cual se aprende y disfruta. Ello no quita que dejemos de criticar la muchas veces horrenda campaña de comunicación que promociona al evento, cuyos cánones expresivos repelen, no muestran, sino que ocultan con ruido y construcciones ajenas el mensaje de un espacio abierto, de confluencia, de encuentros en el amplio espectro democrático del arte. Ahí, como en tantas cosas, hay que superar las carencias, las oquedades y vacíos semióticos que desinforman y afean. Habrá que colocar el contenido en consonancia con lo continente y ver de qué forma ese arreglo mejora la divulgación de un espacio irrenunciable, propio y bello.

Hay en el evento un aire, además, de libertad, que lo marca y lo construye como un oasis. Nadie podrá decir que no vio obras atrevidas en la Bienal, incluso pertenecientes a artistas cuya franqueza resulta chocante, dolorosa. No se trata de un mensaje buenista, conservador, que vaya a tapar las flaquezas de los tiempos, sino de un debate al más alto nivel de los significados, en el cual el ejercicio de disección crítica está en la centralidad. El trazo no solo es físico, sino que trasciende el hecho de existir en esta cotidianidad y se inscribe en una tradición mucho mayor. Ir a la Bienal, de alguna forma, es participar de la vanguardia, adentrarse en ese universo selecto en el que habitan otros tantos artistas.

Pareciera que, según cierto boicot, se trataría de un evento “oficial” y condescendiente, pero la exposición inmensa está lejos de la complacencia. Son los creadores los primeros en solicitar este espacio, en defenderlo, en imponerlo a la apretada agenda del Ministerio de Cultura que casi no posee recursos para la hechura de la cita. Por ende, todo el imaginario buenista en torno a la Bienal se derrumba ante el abrumador reclamo del gremio, ante el impulso magno de los que quieren exponer. El arte no será jamás un ente petrificado, detenido en un tiempo específico, sino que nos muestra aquellas aristas menos amables, más filosas, más duras y nos enseña de esta forma a pensar, a cuestionarnos. La bienal como ejercicio de participación y de lucha cultural contra la apatía, el inmovilismo, la mediocridad.

Más allá de una cita, se trata de un suceso esperado y que genera resonancias. Hay que revitalizarlo, darle la dimensión de estos tiempos y recoger el legado de las muchas vanguardias que nos anteceden. La Bienal de La Habana será pobre, pero no sesgada, ni de cortedad de luces estéticas. No es una banalidad, sino una necesidad. Ojalá que se implique todo aquel que tenga un discurso artístico, por muy irreverente que sea. En la narrativa de la Cuba que vivimos hay muchas historias que deben contarse, pero una de tantas es la odisea de cada creador por imponerse en un medio de carencias materiales. Que exista un espacio de igualdad, de entrega, de exposiciones, va más allá de lo común en un mundo de sesgos, de mercado, de frivolidades.

La Bienal de La Habana se va a realizar contra todo y con todos. El espacio nos reivindica y nos salva, nos bendice y abre el camino.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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