lunes, 13 de mayo de 2024

Crónica sobre Celina González

Le bastaban pocos segundos para enamorar oídos pues además de son, punto y tonadas, Celina tenía el embrujo del talento natural...

Lourdes Yunet López Ricardo en Exclusivo 16/03/2016
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Dueña de collares yorubas, carácter fuerte y los aplausos de todos. Quienes la vieron actuar en Colombia hablan de mujeres arrodilladas para agradecer su presencia y pedirle bendiciones, otros vuelven a escuchar el color único de sus notas y muchos dicen que cantaba con más azúcar que Celia Cruz.

Celina González es la Reina de la música campesina cubana mucho antes de que en los 50 imprimiera, junto a Reutilio, su compañero en la música y el amor, un estilo guajiro y original a nuestra televisión y llenara Tropicana y otros grandes cabarets. Se hizo mágica mucho antes de que actuara con Benny Moré, Barbarito Diez, Nat King Cole o Pedro Vargas. Según ella, sucedió después de una visita inesperada.

Siendo una veinteañera, no sospechó que quien gobierna sobre rayos, fuego, tambores y danza la encontraría, pero  aquella noche de 1948 ante Celina habló Changó. Capa roja, copa divina y santísima espada fueron más que un sueño cuando el rey de la religión yoruba pidió una canción a cambio del éxito artístico en La Habana; y antes del amanecer ya había nacido ¡Qué Viva Changó!

Tal vez fue el más popular de los Orishas quien puso a Ñico Saquito en el camino de la matancera que creció en Santiago de Cuba, pues el guarachero, después de escucharla junto a Reutilio en Atalaya Campesina, de la emisora Cadena Oriental, les propuso ir hasta el occidente agitado de la Isla.

Acompañada por Campo Alegre, Los Montunos, Los Pinares o el laúd de Miguel Ojeda, le bastaban pocos segundos y acordes para enamorar oídos, mover cuerpos y dejar colgado al aire un aroma de monte, flor silvestre, humo de tabaco y santería, pues además de son, punto y tonadas, Celina tenía el embrujo del talento natural.

Y más allá del malecón triunfó, siempre defendiendo las raíces melódicas que aprendió en su casa, donde cantaban sus padres y sus dos hermanos tocaban tres y laúd. La hija de Yemayá, como le revelaron los caracoles, llevó a más de diez países nuestros ritmos montunos y marcó para siempre a la tradición guajira.

La vi muchas veces, pero no como aparece en los videos de Palmas y Cañas, sino desde el sillón que le impuso el tiempo, donde el metal no sospechó nunca el tesoro que cargaba y, Reutilio, su hijo, marcaba el paso de las ruedas. Mirarla y no sentir su perfume de vegas, santos y armónica dulzura fue imposible, a pesar del pelo hecho nieve seguía siendo la reina de siempre.

Cumpliría hoy 88 marzos quien desde hace un año no tararea Yo soy el punto cubano, pero dejó esa melodía, junto a muchas otras en la garganta de María Victoria Rodríguez y el corazón del pueblo.

Su voz alta como los cedros, desde la eternidad, se sigue escuchando, tanto en las calles de Cuba como de en las de Latinoamérica, y roba otra vez asombros Celina, esa mujer inmensa, de carácter fuerte, dueña de collares yorubas y los aplausos de todos.


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Lourdes Yunet López Ricardo

Periodista, repentista y soñadora del punto guajiro


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