viernes, 26 de abril de 2024

Carilda Oliver Labra, una mujer llamada Amor

Un 6 de julio nació hace cien años la poesía en la occidental provincia de Matanzas, cuando llegó a este mundo, del que no se despide, la niña de los ojos color de mar y cielo...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 06/07/2022
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Carilda Oliver Labra-poetisa matancera
Ya en su ancianidad, su hogar se convirtió en la tertulia de los poetas de Matanzas y de Cuba.

No debió llamarse Carilda, sino Amor Oliver Labra. Esa mujer, que se entregaba en cuerpo y en espíritu a lo que le llegaba al corazón, era diferente a muchas otras que se guardaban deseos y risas, picardía y sensibilidad a su paso por la vida. Hoy cumpliría cien años, y seguramente andará dando paseos entre las riveras de los ríos, jugando con sus gatos, amando sus amores. Aunque todos –amigos y enemigos, que los tuvo tal vez por la bajeza moral de quienes no admiten lo casi perfecto- la valoraron en demasía por su belleza física, quizás nunca la conocieron en su espíritu sereno, nunca entendieron el sentido filosófico de su vida, la ternura de un alma por momentos casi infantil, y la quisieron encasillar como el símbolo del erotismo en la poesía y en la vida.

De ella muchos se enamoraron de solo mirarle sus ojos ahora verdes, ahora más azules. O de aquella figura no perfecta pero armoniosa, que se movía como las algas o como las pequeñas olas de los ríos cercanos a su hogar de la Calzada de Tirry 81, en la marina ciudad de Matanzas, donde nació y murió a los 96 años.

Culta, ilustrada, lectora al límite, era difícil verla triste porque tenía la virtud de vestirse de blanco cuando estaba de luto, vivió mucho y sufrió igual. La felicidad le venía en ráfagas de horas o de años, al igual que el dolor.

Contrajo matrimonio en tres ocasiones. A cada uno de esos hombres entregó lo mejor de su alma. Fue feliz, de la manera en que lo son las poetisas, quienes encuentran en lo cotidiano la salvia de lo perdurable, de lo eterno.

Carilda dio mucho amor, quizás más del que le entregaron, pues mucho tiempo  permanecía sola, pensando, imaginando un verso o un amorío, un beso frugal, una noche de bohemia, un recuerdo de los hombres que entraron en su vida y salieron, algunos dejándole una tristeza oculta en los pliegues de sus historias, las verdaderas, las que pocos conocieron, pues muchas fueron inventados por mentes calenturientas.

Un sitio especial en su vida tuvo Félix Pons, quien falleció luego de 17 años de matrimonio, de caricias inventadas, de creación infinita. Cuando el murió, Carilda revivió en palabras su historia de amor con Félix. Escribió versos de ternura, de soledad, en rítmicas rigurosas: duosílabos, endecasílabos, alejandrinos, verso libre. Publicó ¨Se me ha perdido un hombre¨, un libro que la conmovía en especial. Nunca volvió a sentir un sentimiento como el vivido con quien ella bautizó ¨su¨ muchacho.

Ganó muchos premios. En los años 50 del pasado siglo obtuvo el Premio Nacional de Poesía con uno de sus más bellos poemas ¨Al sur de mi garganta¨, y en 1997 el Premio Nacional de Literatura, el Premio Excelencias. En México, el Frente de Afirmación Hispanista le otorgó el Premio José Vasconcelos.

Era muy querida y también muy criticada. Quisieron encasillarla como la divinidad del erotismo poético, pues en su piel bailaban la sensualidad, la sexualidad, que acompañaban aquel espíritu tan pícara, tan risueña, tan bella.. Pero su obra rebasa los límites de lo erótico. Su temática es vasta. Su libro Los huesos alumbrados, dedicados a los mártires de la Revolución Cubana corrobora palabras de un crítico búlgaro que la bautizó como ¨poetisa guerrillera¨. Su poema Canto a Fidel, escrito cuando el jefe de la Revolución luchaba en la Sierra Maestra fue un cántico al líder, un reconocimiento al héroe, al hombre.

De su hogar de Tirry 81, donde vivió siempre, salieron los versos como en un vuelo peligroso hasta el lomerío del oriente cubano. Un desconocido tocó a su puerta y ella le entregó el poema titulado ¨Canto a Fidel¨. El hombre lo dobló e introdujo en un vacío de la suela de uno de sus zapatos. Allá, entre los verdes del montañoso paisaje, la voz de Violeta Casals leyó el poema en la emisora Radio Rebelde y Cuba entera se enteró que la llamada poetisa del erotismo era también la de la Revolución, que admiraba al jefe guerrillero  y se exponía para que sus versos reconocieran los valores de su personalidad.

Carilda, que debió llamarse Amor, tenía título de la escuela de Derecho de la universidad de La Habana, profesora de inglés, periodista, poetisa.

Cuando Cuba e Hispanoamérica celebra el centenario de su nacimiento, su viudo venera su memoria en su hogar de Tirry 81, quizás con la esperanza de encontrarse de nuevo con su rubia novia, aunque tuviera 69 años cuando firmó su última acta matrimonial.

Murió en su hogar de siempre, donde nació en 1922 dando amor a su abuela, sus padres y hermanos. Su abuela, que la cargó al nacer y le dijo, ¨con esos ojos tan bellos vas a conquistar lo que desees en este mundo¨.

Entregó a su mamá sus sentimientos de hija y de madre, porque una y otra eran lo mismo. Le dedicó un poema que siempre la hacía llorar el día que salió de Cuba para no regresar. Ella quedó sola en su isla amada, rodeada de la ternura de quienes la consideraron amiga y hermana.

Poetisa de alto vuelo, expuso en sus versos lo mejor del alma humana. Con su valía de profesora entregó a los poetas jóvenes la sabiduría de sus manos que volaban sobre la antigua máquina de escribir, pues la computadora y ella nunca se llevaron bien. Celebró en su hogar una tertulia singular donde se hablaba de lo mejor y lo peor de esta vida, de versos y de amores y muertes.

Hace hoy cien años que nació la bellísima niña matancera adorada por las aguas de los ríos y por una ciudad que la conoció desde siempre.

Carilda debió llamarse Amor. Todavía lo entrega en la serenidad del hogar, sentada para siempre en su sillón, donde cada noche se escucha en Tirry 81 el suspiro de una poetisa que quizás siga hilvanando versos.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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