viernes, 3 de mayo de 2024

Modelo de acción (+Video)

Wrath of Man persigue una historia basada en el guion y filme “Le Convoyeur” de Nicolas Boukhrief...

Daryel Hernández Vázquez
en Exclusivo 13/07/2021
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Película Wrath- Guy Ritchie
La agudeza del cine de Guy Ritchie está dada por la perspicacia con que desarrolla sus historias, y el interesante procedimiento y método aplicado a la imagen que desencadena en el espectador una absorción plena en la atmósfera que su artesano genera a su imagen y semejanza. Basado en el fundamento de espectacularidad que nos muestra el cine desde sus raíces.

La última película de la productora Toff Guy, que como su nombre indica, está protagonizada por un elenco de tipos rudos en acción. Comienza desde una perspectiva diferente, en una toma fija de un ángulo esquinado que sigue la acción sucedida a dos guardias de depósito desde la misma mercancía en el camión de factoría monetario. Una acción repentina e inmediata que culmina en penosos pormenores. Algo que no me sorprende del líder de la productora y como es habitual del director de la cinta, Guy Ritchie (Lock, Stock and Two Smoking Barrels; Snatch; RocknRolla).

Wrath of Man persigue una historia basada en el guion y filme “Le Convoyeur” de Nicolas Boukhrief. Respaldada por la usadísima y exitosa fórmula clásica de las películas de acción donde el elenco se distribuye alrededor de varios personajes con caras de “malos, serios o compungidos”, no importa si son malos o buenos. Los malos son muy malos (en todos los sentidos, tanto en su actitud ante la vida como en su maestría con las armas, lo cual no cautiva a nadie). Estos expresan la delincuencia, su liberta autoritaria sobre la sociedad y su propia “supuesta” maldad a niveles ilimitados hasta que llegan a perjudicar al bueno, que es, por ende, el protagonista del argumento. El bueno, siempre (o casi siempre) tiene que ser un compañero retirado del ejército o policía, un espía, un ex - convicto (lo que pone en duda la rudeza de las cárceles americanas ante los derechos humanos), un compañero de juego (mafioso igual) o alguien lo suficientemente preparado para poder justificar sus habilidades marciales, armamentísticas y, sobre todo, su capacidad para esquivar las balas y hacer huir a los malos, quienes, por supuesto, no están tan preparados para estas redadas como él. Importante: el bueno debe tener algún problema familiar (forma parte de una familia disfuncional donde su conflicto provenga de su mujer o fácilmente de uno de sus hijos, similar a Taken (2008)). Y generalmente tiene cuatro factores que no pueden faltarle: las golpizas antes de enjuiciar a los malhechores, la resolución del conflicto familiar que lo acompañaba como grillete a todas partes, y, esto sí nunca puede faltar, siempre se lleva a la chica linda de la película que lo deja con una tímida sonrisa de satisfacción, aunque esta (la chica) sea solo pasajera y no permanente. Empero, estas tramas han evolucionado algo, con respecto a los grandes clásicos de acción de los años 70 y 80 (Harry, el sucio; The Gauntlet; Pink Cadillac), lo que se sobreentiende que no todas tienen que responder a esta manera de crear.

Para no hacer ciencia con estas películas (John Wick; No Body; The Mechanic), en resumen, es una trama de malos y buenos que tienen diferencias irreconciliables, viven en un mundo sin jurisdicción y la policía siempre llega tarde.


Fotograma de la película Wrath of Man. (Foto de autor)

Guy Ritchie nos lanza una entrega cautivante y repleta de acción, mediante el ángulo torcido con que mira todas sus creaciones, luciéndose con un Jason Statham (The Transporter; Crank; Fast & Furious Saga) habitual y poderosamente efectivo en el desarrollo de su trama. Un Statham metido dentro de un personaje reservado, controlado, dueño de la situación, capaz de hacer un ejército por si solo, aparentando lo que no es para sufragar su entorno. Mostrándonos una sugerente evolución de su personaje en Revolver (2005), y no me refiero a su pérdida de pelo (que no se sí es una evolución o una involución del pobre Statham, que le ha tocado sufrir tanto en su vida cinematográfica), sino a ese nivel de expresividad y dominio de su “ego”, capaz de sobreponerse asimismo para comprender y vivir para los demás, amén que en Revolver del mismo director se exponga que es imposible separarse del ego de cada cual. Quizás lo hemos visto así en otros papeles y nos suene repetida su caracterización, pero, y no tratando de excusarlo, funciona en el rol que desempeña y no se nos hace cansino. Incluso, me atrevo a decir que bien podría servir de homenaje a toda su carrera como modelo de acción.


Fotograma de la película Wrath of Man. (Foto de autor)

Lo interesante es que, respetando las maneras y haceres con que se conducen estos filmes, Ritchie nos plantea una tesis novedosa de este tipo de cine. Hay tiroteo, sí, demasiado, pues claro, el protagonista es golpeado hasta la muerte, literal, dos veces (increíble, el Jason esta “duro de matar”), y los malos casi se salen con la suya, si esto no pasara no estaríamos hablando de una película de acción. Sin embargo, Ritchie nos pervierte en su entera producción con la manera de contar, la manera de desenlazar su historia, que, desde un principio, nos mantiene expectantes con un misterio sinuoso y una intriga seductora que se extiende a lo largo del celuloide, tomado de la mano de la intencionalidad musical de la obra. Otro eslabón hermoso y bien logrado en el metraje a cargo de Chris Benstead (Nim´s Island; Gravity; The Gentlemen). Lleva a una atmósfera impresionante absorbiendo al público dentro de la escena sin olvidar ese tono de confabulación que persigue la cinta enteramente – nada nunca se siente bien -. Obligándonos a aguardar para ver cada una de las soluciones y todo lo que se puede compensar con una mente positiva sobre el asunto, constantemente. Pero bueno, que se puede decir, si este cine es su especialidad.

Wrath… a diferencia de la anterior entrega del directo: The Gentlemen (2019), no está dada a exponer un trabajo meticuloso, profundo y de cierta manera hilarante de un ambiente de negocios turbios. Está centrado sobre la búsqueda de venganza del protagonista (el mismo tema trillado donde se sabe que quien tiene los medios, tiene las armas) en el escenario de una empresa depositaria de millones y millones de dólares. Para lo cual, el director se apaña de la fragmentación del filme (A Dark Spirit; Scorched Earth; Bad Animal, Bad; Liver, Lungs, Spleen & Heart), algo que se ha puesto de moda en los últimos años en el séptimo arte, buscando un dinamismo o una sutil explicación de la trama en la misma expresividad histórica del largo (o simplemente, agregarle más parafernalia, quién sabe, lo que obliga a los espectadores a mantenerse atados a sus sillas tratando de encontrarle el mínimo sentido). Dichas divisiones, dentro de estas, crean una disrupción temporal interesante, no menos importante, debido a que solo sucumben a los mismos diálogos de lo que sucede en cada espacio. La intencionalidad de los flashbacks y las diferentes perspectivas de observar el conflicto principal, nos otorga una noción completa de lo sucedido: del dolor, de las intenciones, de los mismos hechos que llevan y merecen una venganza. La historia muestra una complejidad en la evolución objetiva, aunque, un tanto rígida por las mismas limitaciones que le impone el guion, dirían los que saben de esto.


Fotograma de la película Wrath of Man. (Foto de autor)

Lo que me preocupa de Guy Ritchie es su astucia, su maestría en la imagen. Su tratamiento que refleja la claridad de sus ideas que nos demuestra constantemente que sabe, que sabe hacerlo, que sabe tomar fotografías ejemplares y encuadres que le otorgan un puesto entre los grandes directores de la esfera mundial. Pero eso sería la meta de Ritchie, mostrarnos todo lo que es capaz el cine y la imagen en su esencia. Su espectacularidad. Empero, su forma de hacer cine va más allá de las simples historias. Y no es por menospreciar a Wrath…, mas no está a la altura de Snatch (2000), tan siquiera de la saga de Sherlock Holmes (2009 – 2011). Su cine no ha dejado de ser una óptima muestra comercial dentro de este siglo XXI, no obstante, su manera de hacer, ofreciéndonos una danza de la expresión al ojo viniendo desde las mismas bases del cinema, siempre ha ido acompañado de un argumento didácticamente poderoso que no se empaña por las acusaciones del sistema, la crítica, o lo que se piense del tema. Entonces, es válido preguntarse: - ¿qué sucedió? -. Como artesano genera todas aquellas tendencias que una vez lo hicieron destacar (uno nunca debe abandonar aquellos valores que lo hicieron grande ¿no?). Utiliza un elenco coral bien diseñado y acoplado a sus caracterizaciones, presentaciones sugerentes de los tópicos centrales de la historia, cortes vertiginosos, ángulos poco comunes, manejo eficaz de la edición para otorgar mayor dramatismo, confusión, dinamismo. Incluso, la puesta en práctica, como es usual en sus historias, de la “mala palabra de moda”, en este caso: “cock”, a diferencia de asshold, pussy o cunt.

También, comentando del manejo de una intencionalidad oculta, existen muchos parámetros que sobresalen, en vez de saltar escapando, huyendo del recorrido secuencial del guion. Obviando los “comentarios profundos” que de una forma u otra llevan este cine de tiroteo y golpizas brutales a otro nivel. Tratamos de las maneras sutiles y sencillas bajo pequeñas mascaras de mostrar conceptos y valores por encima de la delincuencia y el facilismo. La película “parodia” a la sociedad con afiladas e interesantes reflexiones. Exponiendo una muestra clara del fallo en el sistema y del consumismo global. Las múltiples caras internas que posee la traición como concepto que es un veneno que se propaga dentro de cada personaje, capaces de convivir con ella al igual que su propio ego (según las teorías del director). Visto en el protagonista, en sus secuaces, en los villanos y en la movilidad de las acciones. Se extiende a todas partes a las que desee llegar. Una traición por dinero y poder. Esto, sin tener en cuenta la prostitución de principios dentro del ejército americano salidos de misión.

Con esta intencionalidad Guy Ritchie se empeñó en demostrarnos su punto de vista, defendido no solo por las referencias divertidas y acogidas por la escena con toda la gracia de este mundo (La música icónica de Darth Vader o el papel de Andy García; The Untouchables; Ocean´s Eleven; A Dark Truth) como capo mafioso con pinceladas al Vincent Mancini entregado en el Godfather III (1990)). Sino, además, por la capacidad de esclarecernos un sistema violento, débil y podrido, donde hay que “matar o morir”. A esto se ciñe todo este arte colateral, antes y después.


Fotograma de la película Wrath of Man. (Foto de autor)


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Daryel Hernández Vázquez

Licenciado en Ciencias de la Información en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Cinéfilo y editor. Aspirante prematuro a director de cine. Novelista, poeta y loco.


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