domingo, 12 de mayo de 2024

Cholo, ¿y ahora qué ?

La reciente derrota del Atlético de Madrid en los cuartos de final de la UEFA Champions League reabre el debate sobre cuán atinado resulta el estilo de juego conservador propuesto por Diego Pablo Simeone a una plantilla con enormes aptitudes técnicas...

Haroldo Miguel Luis Castro
en Exclusivo 18/08/2020
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Diego Pablo “Cholo” Simeone
El argentino Diego Pablo Simeone, entrenador del Atlético de Madrid.

De nuevo el batacazo. El Atlético de Madrid y Diego Pablo “Cholo” Simeone volvieron a quedarse a las puertas del título de la UEFA Champions League en una noche donde exhibieron un fútbol muy pobre, con nada o casi nada para destacar. Esta vez fue el Red Bull Leipzig alemán quien culminó con el anhelo rojiblanco en una temporada en la que, tras vencer al Liverpool, muchos lo daban como favoritos, sobre todo, por la ironía de rematar un calendario irregular y atípico “gracias” a la irrupción del nuevo coronavirus.

Pero los comandados por el extraordinario Julian Nagelsmann dieron un auténtico recital al conjunto español, que—dicho sea de paso— nunca logró anular un planteamiento basado en la versatilidad de saber leer los tiempos del encuentro y de reacomodar el esquema según las necesidades.

De esta forma Simeone cierra el ciclo 2019-2020 con el fracaso europeo y con su acostumbrado tercer lugar en La Liga, siempre por detrás del F.C Barcelona  y el Real Madrid. Aun cuando intenta sacar pecho por lo realizado, aficionados y prensa especializada califican la labor de los colchoneros con notas reprobatorias en una campaña en la que, al menos, se esperaba mayor forcejeo en el intento de llevarse el campeonato doméstico.

Ni siquiera el más ortodoxo de los hinchas compra ya el discurso institucional de equipo humilde y pequeño. Pues, además de los fichajes e inversiones multimillonarias, se le suma la jerarquía ganada a golpe de resultados desde la llegada del propio técnico argentino y la tenencia de una plantilla capaz de enfrentársele a cualquiera. Aunque el míster continúa creyéndose en la posición de hace una década atrás y corresponde tal parecer trazándose objetivos mediocres y totalmente fuera de la realidad deportiva y económica del club.

La renovación de plantel sufrida en la ventana de fichajes del pasado verano abrió un sin número de posibilidades a la directiva atlética de poder basar su filosofía en la disciplina táctica apoyada en la calidad individual del futbolista, en el que la posesión del esférico o la presión se convirtieran en el centro de la supuesta nueva ideología “cholista”. Nada más lejos.

Tras escasos experimentos en variantes ofensivas y en recuperación del balón, se regresó de inmediato a la zona de confort, reivindicando la actitud y las cuestiones testiculares por encima de lo demás. Hecho que hizo de cada 90 minutos disputados una tortuosa y desgastante cuestión de matar o morir. Por eso, mientras las victorias se arrebataban con el corazón en la mano y el cuchillo entre los dientes, cada empate y derrota señaló la terquedad de un entrenador negado o incapacitado de poder mostrarse de otra manera. 

El partido contra el Leipzig marcó la puesta en escena de un guion repetido hasta el aburrimiento. Atrincherarse y apostar por el desgaste físico y mental del rival apenas tuvo resultado frente a una oncena teutona que se hartó de mover el cuero a plenitud. La oscuridad y la falta de ideas reinaron en un centro del campo que se vio sin oportunidades ante las embestidas enemigas y el reinventado Marcos Llorente se quedó corto en el rol de salva muebles debido a la complicidad y al marcaje posicional del contrario.

Lo preocupante, quizás, resulte la fobia desarrollada por el “Cholo” hacia aquellos con las aptitudes para desequilibrar y romper líneas por medio de la conducción, el toque o el regate. La suplencia del astro portugués Joao Félix — comprado por 126 millones de euros— en el enfrentamiento que te puede acolchonar el año, habla a las claras de su poca fe en el balompié propositivo. 

Salvo un escenario inimaginable, Diego Simeone continuará liderando el proyecto del “Atleti” por el tiempo que él mismo considere necesario. En definitiva, el estatus actual de los madrileños se debe en buena medida a su acertada gestión. Sin embargo, a día de hoy tiene el deber de impulsar a la institución a los puestos de honor dentro de la élite mundial. Meta que irremediablemente pasa por el atrevimiento a reestructurar sus formas de interpretar y entender el juego. No hay margen a la discusión: o avanza, o se hace a un lado.


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Haroldo Miguel Luis Castro

Periodista y podcaster


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