jueves, 28 de marzo de 2024

El Son no tiene matador

Celebrar el son no es cosa de viejos, sino una cuestión de prolongarnos hasta nuestras raíces y redescubrirnos en acumulada potencialidad…

José Ángel Téllez Villalón
en Exclusivo 20/05/2022
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El Son brotó de la convergencia de las más suculentas raíces de nuestra cultura, el acompañamiento de cuerda pulsada venido de Europa y de la percusión con esquemas rítmicos de África. Brotó como una expresión de la naturaleza cubana, con la forja misma de nuestra identidad; para confraternizar y diluir las pieles de las diferencias, con una proyección interactiva y participativa.

En sus inicios constaba de un estribillo que se repetía durante varios compases, luego se le añadió una copla o regina, conformando en una alternancia coro y solo, estribillo-copla-estribillo, similar a la otros géneros caribeños y latinoamericanos, derivados del cancionero binario colonial, según el investigador Carlos Vegas, y aparentados con otros de Afroamérica, cual destacaran Fernando Ortiz y Rogelio Martínez Furé.

Los bailadores rodeaban al tresero que cantaba sus sones, “un sonar de voces e instrumentos”. Con cualquier cosa se armaba una “bunga” para compartir un son (un changüí, un chivo o un sucu sucu); con un tres rústico o una guitarra, con una botella o un machete, con un taburete, una botija o una marímbula…

Muchos reconocen que el ritmo tuvo su origen entre las lomas de “la tierra caliente”. Se dice que en 1892 el tresista baracoense Nené Manguas lo llevó del monte a los carnavales de Santiago de Cuba.  Según Odilio Urfé el son es el exponente sonoro más sincrético de la identidad cultural nacional [...] su existencia verificada comienza concretamente en las postrimerías del siglo XIX, en una ubicación zonal múltiple que comprende los suburbios montuneros de algunas ciudades orientales, como Guantánamo (con el Changüí), Baracoa (lugar donde según Sindo Garay, se originó el tres cubano), Manzanillo (con su base organera) y Santiago de Cuba con sus barrios folklóricos de emplazamientos sub-urbanos.

Sincrónicamente, en todo el archipiélago cubano se ponía de manifiesto esa interacción de los cultura Afro-derivada e Hispano-derivada. Así brotaron las rumbitas rurales y proto-sones, que se consideran como una manifestación temprana de lo que luego se llamaría son.  Las más significativas fueron la familia del Changüí (en Guantánamo), las rumbitas (en Ciego de Ávila) y Sucu-Sucu (en la Isla de la Juventud).

El musicólogo Peter Manuel afirma que gran parte de la estructura del son se originó a partir de la contradanza en La Habana, alrededor de la segunda mitad del siglo XIX. La contradanza incluye muchas de las características que se muestran en el son, como las melodías en terceras paralelas en forma de "dueto", la presencia de un ritmo de clave, pequeños versos prestados de canciones populares, síncopas distintivas, así como la forma de canción en "dos partes" y el ostinato conocido como montuno.

Para Radamés Giro, llegó a La Habana “mucho antes de 1909”, a través de los que emigraban de su lugar de origen a otras regiones, incluyendo la capital. Aquí, se llevó a cabo el encuentro de la rumba rural y la rumba urbana que se habían venido desarrollando por separado durante la segunda mitad del siglo XIX. Los Guaracheros y rumberos que solían tocar con el tiple y el güiro finalmente se encontraron con otros rumberos que cantaban y bailaban acompañados por el cajón y la clave cubana, y el resultado fue la fusión de ambos estilos en un nuevo género llamado son.

El trovador Chico Ibáñez contó que compuso su primer "montuno" llamado "Pobre Evaristo" en 1906: "Fue una tonada con tres o cuatro palabras que pones en ella, y después, pusimos una frase que se repite, el verdadero montuno para ser cantado por todo el mundo... ". Trovadores como él o Sindo Garay, provenientes de diferentes partes del país, trajeron sus repertorios de canciones y boleros, que también incluían rumbas, guarachas y rumbitas rurales. En la capital se reunieron con otros que ya vivían aquí como María Teresa Vera y Rafael Zequeira.

En los barrios de La Habana, completó su fisonomía. Los grupos de son, integrados en su mayoría por semi-profesionales tocaban en el formato que pudieran reunir. Por su difusión a escala nacional el Son se constituyó en el “logro más radical en cuanto a síntesis y decantación de elementos instrumentales en nuestra música popular, el de los sextetos y septetos de son”- al decir de Leonardo Acosta.

Por su extracción, características danzarías y su uso social, el son cubano resultó un medio de reafirmación idóneo y representativo de las capas humildes de la Cuba de la primera post-guerra. Como apuntó Alejo Carpentier, gracias al son “la percusión afrocubana, confinada en barracones y cuarterías de barrio, reveló sus maravillosos recursos expresivos, alcanzando una categoría universal”.

En su inicios sufrió el confinamiento a accesorias, solares y academias de baile para capas populares – las elites burguesas lo rechazaron y el gobierno llegó a prohibirlo por considerarlo inmoral. Con el tiempo, barrió prejuicios y puso a bailar al mismo ritmo a los que el colonialismo dividió en castas. Aunque no resultó fácil, se coló como orgullo y disfrute en el alma nacional.

Con el inicio de la radio a finales de los años 20 el ritmo del son empieza a popularizarse de manera masiva, y poco tiempo después se convirtió en el baile preferido entre los bailadores. En los 30 y los 40 del pasado siglo se hicieron famosas varios grupos y orquestas soneras,  como El Trío Matamoros y el Septeto Nacional de Ignacio.

Resultó, por la  vitalidad de su  sabia, uno de los troncos más ramificados de nuestra música; a la vez, semilla generadora de otras autoctonías. Evolucionó posteriormente dando origen a otros géneros como el son montuno y el mambo, hasta la más contemporánea timba. Por mérito propio, trascendió nuestras fronteras y se ha considerado en otras regiones del mundo como uno de los grandes aportes de nuestro archipiélago a la cultura universal.

Hoy, pareciera que el Son ha pasado de moda,  que lo aplastan el cubatón  o el  reparto.  Pero vale notar que lo que hace peculiar a  nuestro reguetón, y por lo que funciona en nuestros predios, es la clave cubana, el tumbao del son, y hasta el mambo en los metales.  Mucho que comparten con la rica familia de músicas  afrocaribeñas  y sincopadas.

El Son no solo se constituye en el tronco principal  de la mayoría de las  agrupaciones de la música popular bailable, o se hace recurrente  en las fusiones  que nos regalan cultivadores de otros géneros, sino que  devienen en  un  éxito  como “Habla Matador” del reguetonero  El  Taiger    (José Manuel Carvajal Zaldívar).

La primera versión de este son montuno fue estrenada el  26 de noviembre  en colaboración con otro exponente del género,  El Happy. La música fue producida por Dj Conds y en  el videoclip de la canción, aparece el humorista cubano Antolín ‘el Pichón’, que comparte escenas,  con varias referentes a nuestra identidad, con los intérpretes y las bailarinas.

Posteriormente  se presentó un remix con El Charangón de Eliot Revé .

La gran popularidad  de Habla Matador nos hace recordar  “Guajiro ” aquel éxito de 2010  de  Sexto Sentido, al “enfilar sus cañones por  el lado rítmico, melódico, temático, de lo cubano esencial emparentado con la expresión musical campesina”, como destacó entonces Marta Valdés .

Celebrar el son no es cosa de viejos, sino una cuestión de prolongarnos hasta nuestras raíces, diversas y lejanas.  Más bien,  redescubrirnos en acumulada potencialidad; en las sucesivas síntesis, integraciones y decantaciones; en los sincrónicos contrapunteos del coro sudoroso y el solo sentimental, de la cuerda blanconaza y el repique negro, del aplatanamiento de lo urbano y el callejeo de lo rural, de lo de aquí y lo de allá, de la tradición y la innovación, de Oriente a  Occidente. Un devenir, desde  el mito del Son de la Má Teodora hasta el himno de “Me dicen Cuba”  de Alexander Abreu y su Habana de Primera.

De ahí el simbolismo, de proclamar el Día del Son Cubano, el 8 de mayo, como explicó en su momento El Caballero del Son, Adalberto  Álvarez: “Esa fecha es emblemática, y nos dio la cobertura necesaria para que se sintieran representados todos los soneros a lo largo y ancho de la Isla. Porque el 8 de mayo no vamos a rendir homenaje solamente a Cuní y a Matamoros, sino a todos los soneros, a todo el son de Cuba, el de oriente y el de occidente, el más tradicional y el más contemporáneo El homenaje es a todos, y lo que pretendemos es que cada año se vayan resaltando las figuras que más se conocen, y también otras que se conocen menos, pero que son tan importantes como las más famosas”.


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José Ángel Téllez Villalón

Periodista cultural


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