jueves, 18 de abril de 2024

Tú no te llamas desierto

Nombre que lleva el nuevo libro de Yoe Suárez, donde consigue armar una imagen novedosa que no se limita a la Liga Evangélica...

Aurelio Alonso en Exclusivo 12/04/2016
1 comentarios

El estudio de Yoe Suárez, Tú no te llamas desierto (publicado por Ediciones IBLEC a finales del año 2015 y presentado en el marco de la pasada Feria Internacional del Libro de La Habana) consigue armar una imagen novedosa que no se limita a la Liga Evangélica, aquella comunidad organizada en Cuba bajo la inspiración del pastor Elmer Gedeon Anderson.

El volumen contribuye a aproximarnos, a partir de esta pequeña denominación nacida a principios de los 50, al curso de la renovación carismática iniciada en los 70 y al auge pentecostal dentro del protestantismo cubano de hoy.

Sus análisis, a partir de información de actas, y en especial de testimonios de líderes religiosos, constituyen un conjunto valioso para la investigación sobre el tema, con matices que algunos de los trabajos más conocidos han pasado por alto.

Un fragmento de Tú no te llamas desierto

***

Oscar León

En este país se han vivido momentos muy complicados para los cristianos. Y aunque son de los que menos se habla también nos vimos apretados con la tiranía de Fulgencio Batista.

Hay quien cree que se exceden los periodistas, los historiadores, hablando del régimen. Pero la verdad es que aquellos años fueron violentos. Por el solo hecho de ser joven te convertías en un sospechoso; fácilmente podías desaparecer.

Se trataba con mucho despotismo a nuestra iglesia. Producto también de que desde el interior de algunas denominaciones, como en las Asambleas de Dios (a la que he pertenecido toda mi vida) se fraguaban conspiraciones.

Allá, en Las Tunas enfrentamos la represión policial. Recuerdo que un día el pastor nos llevó a un grupito de jóvenes para ir a la Ciudad de Holguín, a unos 78 kilómetros de distancia. Hacia 1957, 1958 ya era muy difícil moverse de un sitio a otro, a cada rato escuchábamos de un atentado.

El día del que te cuento había un aguacero intenso. A la entrada de Holguín (donde había una escuela inmensa que ahora se llama Oscar Lucero) el ejército hizo su cuartel general de la provincia. Tenían una posta permanente; revisaban los autos, y si les parecía te dejaban seguir.

Al llegar allí pararon el Ford en que íbamos. El pastor explicó que ya estaba anunciado su arribo a la ciudad, él era el Secretario Nacional de la denominación. Y ahí comenzaron las llamadas. Nos retuvieron horas con maltratos, palabras groseras. Costó trabajo para que nos dejaran ir. Ese tipo de cosas estaba a la orden del día.

Dentro de nuestras filas había sobre todo jóvenes que estaban en el Movimiento antidictatorial 26 de Julio. Josué y Frank País son los ejemplos más conocidos, pero en mi iglesia de Las Tunas había un jovencito que hoy es un mártir de la Revolución: Jesús Arguelles. Una calle lleva su nombre, también un centro escolar.

Él pertenecía al Club Bíblico desde que tenía como seis años; luego trabajó con mi esposa en un programa radial. Era un muchacho muy despierto, y ese mismo carácter lo llevó a abrazar la causa revolucionaria. Después involucró a un sobrino suyo que se llamaba David.

Una noche, en el culto de jóvenes, Jesús estaba muy nervioso. Su primo lo miraba, hablaban bajito unos segundos y volvían a separarse. Cuando salieron al baño los seguí. El primo ya se había desaparecido, y solo me dio tiempo agarrar a Jesús.

-Mi hermano, ¿qué te pasa? Te veo inquieto en el culto, y tú no eres así.  

-Hay cosas que no te puedo contar.

No me conformé con su respuesta. Seguí indagando. Tanto que, quizás por cansancio, empezó a hablarme de los desmanes y atrocidades a los que había que ponerles fin en el mundo; y hay que erradicar esto, acabar con el abuso…

-Tú estás leyendo propaganda rebelde –le dije en voz baja.

Jesús no podía negarlo.

-Además –solté-, ¿con qué lo vas a erradicar?, ¿con las manos?

-No, Oscar. Con esto.

Se alzó la camisa y sacó del cinto un Mic Winson. Azulito, brillante, nuevo.

-Ahora mismo vamos a ir a ajusticiar a…

-¡Pero cómo te vas a meter en eso, Jesús!

-Alguien tiene que hacerlo, Oscar.

Acabó yéndose de Las Tunas, pero era descuidado: estaba alzado, y de vez en cuando se aparecía en su casa, en la ciudad.

Cometió una imprudencia que le costó la vida. Entre la noche del 24 de diciembre del 58 y el amanecer del día 25, se produjo un tiroteo. Soldados del Ejército acorralaban a cinco jóvenes rebeldes. Jesús era uno de ellos. Cayó baleado apenas una semana antes del Triunfo.

Al otro día cumplía 16 años.


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Aurelio Alonso

Se han publicado 1 comentarios


Roilan Gutiérrez
 18/4/16 16:10

Felicidades Yoe, eres un taco compay!!!

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