viernes, 19 de abril de 2024

Retrato de los ciclones tropicales

Ante el comienzo de la temporada el venidero primero de junio, el país alista su capital humano y tecnológico para dar seguimiento a cualquier evento de esa naturaleza que pudiera amenazarnos...

Orfilio Peláez en Trabajadores 29/05/2016
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El próximo miércoles primero de junio marca el inicio oficial de la temporada ciclónica 2016 en nuestra área geográfica de interés, comprendida por el Atlántico tropical, el Golfo de México y el mar Caribe. La misma se extiende hasta el 30 de noviembre.

Como plantean las predicciones emitidas por diferentes centros meteorológicos foráneos y el de Cuba, esta debe tener un comportamiento de normal a activa, al esperarse un número total de organismos con nombre, similar o por encima del promedio histórico anual, que oscila entre diez y 12 en dependencia de la serie de años tomados en cuenta para el análisis.

Resulta oportuno precisar que ciclón tropical (CT) es un término genérico utilizado para referirse a los centros de bajas presiones que aparecen sobre las aguas marinas de la zona tropical o subtropical, alrededor de los cuales el viento gira en sentido contrario a las manecillas del reloj en el hemisferio norte.

Suelen estar acompañados por una extensa área de nublados con lluvias, chubascos, tormentas eléctricas, e incluso, tornados, capaz de abarcar hasta 800 kilómetros o más en casos excepcionales. De ahí que la influencia de los efectos no queda ceñida al punto de localización de la región central señalado en el mapa.

Atendiendo a la velocidad de los vientos máximos sostenidos promediados en un minuto, los CT se clasifican en depresión tropical cuando son inferiores a 63 kilómetros por hora; tormenta tropical de 63 a 118 km/h; y huracanes si son iguales o superiores a los 119 km/h. Reciben nombre una vez alcanzada la fase de tormenta tropical.

Para el caso específico de los huracanes existe la llamada es­cala Saffir-Simpson, que los divide en cinco categorías. Con­for­man la categoría 1 aquellos con vientos máximos sostenidos de 119 a 153 km/h; categoría 2 de 154 a 177; categoría 3 entre 178 y 208, 4 de 209 a 251, y 5 a partir de los 252 km/h, considerándose intensos de la 3 en adelante.

Los CT pueden originarse en el seno de una onda tropical, en la porción sur o cola de un frente frío, en la zona de interacción de un frente frío con una onda tropical, y dentro de agrupaciones nubosas concentradas, donde haya inestabilidad atmosférica, por mencionar algunos de los ejemplos más frecuentes.

De acuerdo con el criterio mayoritario de los investigadores existen al menos tres condiciones básicas que favorecen el surgimiento y desarrollo de los ciclones. Son estas la persistencia por varios días consecutivos de un área de disturbio o tiempo perturbado, que la temperatura del mar tenga valores de 26,5 grados Celsius y más desde la superficie hasta una profundidad de 45 metros, y el predominio de vientos débiles y sin cambios notables de dirección y velocidad en la atmósfera superior (baja cizalladura vertical).

Generalmente los CT pierden fuerza con rapidez al entrar en suelo firme al privarse de la energía que les brinda el océano y a causa del efecto de fricción del viento sobre la topografía del terreno, más acentuado si transitan por zonas montañosas.

Pero la meteorología no es una ciencia exacta y en diversas ocasiones la naturaleza ha sorprendido a los especialistas. Así por ejemplo la historia registra la formación de organismos tropicales en zonas donde la temperatura oceánica ha sido inferior a la mencionada, en tanto otros recorrieron un buen número de kilómetros dentro de tierra sin debilitarse notablemente, como ocurrió con el Ike en septiembre del 2008, que entró por el norte de Holguín y salió al mar por el sur de Camaguey, manteniendo la categoría de huracán.

Durante los últimos años cobra mayor aceptación el concepto de que la presencia del Polvo del Sahara constituye un elemento adverso a la presencia de los CT en la cuenca del Atlántico tropical.

Según lo expresado a Granma en varias ocasiones por el doctor en Ciencias Físicas Eugenio Mojena, recientemente jubilado y una autoridad en el tema, en su avance sobre el océa­no las nubes de polvo conforman una masa de aire caliente y seca con bajos valores de humedad relativa, disminuyen la temperatura superficial del mar e incrementan la cizalladura vertical del viento. Ello crea un ambiente sumamente hostil para el surgimiento de los ciclones tropicales.

Igualmente la presencia del evento ENOS (El Niño/Os­cilación del Sur) tiende a deprimir también la actividad ciclónica en el área del Atlántico, pues ocasiona fuertes vientos del oeste en la atmósfera superior, capaces de entorpecer en gran medida el nacimiento e intensificación de estos fenómenos naturales, al impedir que la energía pueda concentrarse en la columna de aire en la altura.

Hace unos días el Centro del Clima del Instituto de Me­teorología informó que el evento ENOS desarrollado en el transcurso del 2015 transita por su etapa final y es muy probable que las condiciones neutrales vuelvan a imperar en el océa­no Pacífico ecuatorial a partir de inicios de julio. Lo anterior implica que la etapa más activa de la temporada ciclónica (entre el 15 de agosto y la tercera decena de octubre) no estaría marcada por la influencia de tan complejo proceso de interacción océano-atmósfera.

APUNTES SINGULARES

Desde 1886 a la fecha la temporada ciclónica más activa en la cuenca del Atlántico fue la del 2005, cuando se registró la cifra récord de 28 organismos, incluyendo una tormenta subtropical, de los cuales 15 llegaron a convertirse en huracán (la cifra constituyó una nueva primacía), mientras siete resultaron de gran intensidad. Hubo que recurrir al alfabeto griego al acabarse la lista de 21 nombres aprobados por el Comité de Huracanes de la IV Región de la Organización Meteorológica Mundial.

En ese propio año Cuba recibió el azote directo de la tormenta tropical Arlene en la primera decena de junio, y del huracán Dennis de categoría 4 en el mes de julio, primero en cruzar sobre el país como huracán intenso en el séptimo mes del calendario.

También tuvimos los impactos indirectos de los huracanes Katrina, Rita y Wilma. Aunque ninguno de los tres tocó tierra cubana si provocaron vientos fuertes, lluvias intensas e inundaciones costeras en distintas zonas de la geografía nacional.

Vale resaltar que el Wilma pasó de categoría 1 a categoría 5 en apenas 12 horas, y su presión atmosférica central descendió hasta los 882 hectopascal, el valor más bajo reportado en el área del Atlántico tropical en toda la historia.

Dicha cifra lo situó a la cabeza de los más intensos ocurridos en esta región del planeta.

Otra temporada significativa es la del 2008 en la cual sufrimos los embates de los huracanes Gustav, Ike y Paloma, los dos primeros con un intervalo de solo ocho días. Tal hecho constituye récord nacional en lo concerniente al menor periodo de tiempo entre el cruce de dos eventos de gran intensidad. Uno de los sucesos más interesantes fue el establecimiento de un récord de viento máximo para Cuba medido en racha de 340 kilómetros por hora, registrado el 30 de agosto durante el paso del Gustav en la estación meteorológica de Paso Real de San Diego, Pinar del Río.

Si hablamos de efemérides notables, en el 2016 se cumplen 90 años del célebre huracán del 20 de octubre de 1926 que devastó a la capital, y el venidero 8 de junio los 50 del huracán Alma, que procedente del mar Caribe occidental (principal zona de formación de ese mes), causó daños de consideración en la hoy Isla de la Juventud, y en los actuales territorios de Artemisa, Mayabeque, y La Habana, fundamentalmente.

Para tranquilidad de quienes vivimos en la Mayor de las Antillas, la meteorología cubana pone a punto su valioso capital humano y medios tecnológicos con la finalidad de dar permanente seguimiento a la trayectoria y evolución de cualquier organismo tropical que pueda amenazar al país en los próximos seis meses, labor que junto a las acciones de la Defensa Civil representan un sello de garantía en la preservación de la vida humana y los bienes de las personas y la economía.


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Orfilio Peláez


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