sábado, 20 de abril de 2024

Nombres femeninos surcan los mares

En Cuba también existe la costumbre de poner nombres femeninos a los navíos, específicamente en el puerto de Casilda…

Marina Cortés en Exclusivo 21/04/2012
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Barco
Embarcaciones del puerto de Casilda (Marina Cortés / Cubahora)

Desde tiempos inmemorables la humanidad ha querido aprovechar en su beneficio el poder del mar. Este deseo comenzó a cumplirse cuando el ingenio del hombre primitivo le permitió construir sencillas embarcaciones con madera o pieles de animales para extender a aguas más profundas la actividad de la pesca y transportarse por ríos y lagos.

Con el paso del tiempo, las construcciones navales fueron ganando en confort y tecnología, proporcionando mayor seguridad a los tripulantes. A la pesca se sumaron otros motivos por los cuales los hombres se pasaban largas temporadas en alta mar: las guerras de conquista o de defensa, los saqueos, la búsqueda de nuevas tierras, el comercio, la transportación de personas, los estudios científicos del mundo submarino, etc.

Mientras tanto, en tierra quedaban, en espera del regreso del ser querido, madres, esposas, hermanas, hijas, y quizás amantes, de pescadores, marinos, exploradores, investigadores y quién sabe so hasta de piratas, que buscaban, cada uno a su manera, las fortunas que guardan los misteriosos océanos.

Es posible que ningún documento sobre la historia de la navegación refiera la fecha en que se comenzó a denominar a los barcos con nombres humanos. Ni mucho menos cómo fue en ascenso la costumbre de ponerle nombres femeninos por encima de los masculinos. Tal vez en ello haya incidido en gran medida el hecho de que casi todos los tripulantes o dueños de navíos eran y son hombres.

De esta manera, fueron ellos quienes vieron en esta tradición la posibilidad de tener más presente, durante sus viajes, el amor o el respeto hacia las ausentes. Incluso, con fines de protección y resguardo, numerosas embarcaciones antiguas llevaban en la proa torsos de mujeres, o figuras mitológicas femeninas como las sirenas. Aunque igualmente usaban con frecuencia los nombres de figuras de la realeza o religiosas.

Como ejemplos famosos se destacan las naves Pinta, Niña y Santa María, con las cuales zarpó el almirante Cristóbal Colón a finales del siglo XV en busca de una ruta directa hacia Las Indias; y también el RMS Queen Mary, nombrado así en honor a María de Teck de Inglaterra, reina consorte del rey Jorge V (1910-1936), y que en su momento fue el transatlántico de mayor envergadura y el más rápido hasta 1948, lo que le permitía escapar de los submarinos alemanes cuando prestaba servicios de transportación de tropas durante la Segunda Guerra Mundial.

Por su importancia histórica igual merecen ser mencionados, entre muchísimos más, el Mary Rose, buque insignia de la flota militar británica del rey Enrique VIII, que debe su nombre a la hermana más querida del gobernante, María, y al emblema de la dinastía Tudor, la rosa.

Este constituye el único barco de guerra del siglo XVI rescatado del mar y restaurado para ser estudiado.

Por otra parte, una de las más significativas gestas humanitarias y científicas lo protagonizó un navío: la corbeta María Pita, que distribuyó la vacuna contra la viruela por todo el mundo en una expedición iniciada el 30 de noviembre de 1803, bautizada con el nombre de una heroína que defendió el territorio español de La Coruña, en 1589, de una agresión del corsario inglés Francis Drake.

Igualmente es válido referirse al buque Calypso, cuya denominación corresponde al de la ninfa que cuidó a Odiseo, tras naufragar su barco, en la isla donde reinaba. Este fue el navío de Jacques-Yves Cousteau, uno de los más importantes investigadores del océano. Equipado con modernas tecnologías, este barco fue durante los años 60 y 70 un icono de la investigación oceanográfica.

EN UN PEDACITO DE MAR CUBANO

En el verde caimán también existe la costumbre de poner nombres femeninos a los navíos. Eso pudo comprobarlo esta reportera en su reciente visita al sur de la central provincia de Sancti Spíritus, específicamente al puerto de Casilda, situado a escasa distancia del casco histórico de Trinidad.

Allí se encontraban ancladas Ania, Yamisleydis, Yoleisy y Adela: pequeñas y modestas embarcaciones pertenecientes a miembros de la comunidad de pescadores asentada en la zona. Junto a ellas también se mecían al compás de las aguas, y según la velocidad del viento, Masiel, Anita, Rita y Mildrey.

Rodeada de un paisaje donde confluyen aires de mar y de montañas, pregunté al pescador Alfredo Albert por qué denominó a su embarcación con un nombre de mujer. Fundador del puerto y oriundo del lugar, este hombre de piel curtida y hablar pausado me había contado anteriormente que la suya llevaba el nombre de su madre: Ofelia.

“Es un homenaje a quien me dio la vida y cuidó siempre de mí. Cada vez que me refiero a la embarcación menciono su nombre, y es otra manera de tenerla siempre presente. El Ofelia es primordial para mí: sin él no tendría alimentos, pues no podría pescar, ni tampoco medio de transportación. Creo que igual le hubiera pasado a mi vida si no hubiera tenido una madre como la que tuve”, explica.

Albert asegura que la mayoría de los pescadores de esa comunidad espirituana le ponen nombres de mujeres a sus botes por la existencia de historias similares. Al contarme algunas de ellas, noto que todas tienen un denominador común: el amor que profesan estos hombres hacia las féminas de su familia.

Y alistando poco a poco sus utensilios de pesca, resume: “Cuando pasamos mucho tiempo en el mar debido a las temporadas de pesca, saber que tu barco lleva el nombre de alguien querido constituye un alivio espiritual en medio de la inmensidad del mar que nos rodea, donde puede pasar cualquier incidente”.


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Marina Cortés

Se han publicado 1 comentarios


surama justiz
 16/5/12 11:20

en ese pueblo de casilda naci un 28/11/63 como lo extrano

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