viernes, 19 de abril de 2024

Desde Venezuela: mujeres cubanas que estremecen

En Venezuela, las mujeres cubanas también muestran sus virtudes puestas al servicio del pueblo...

Bertha Caridad Mojena Milián en Exclusivo 23/08/2014
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Mujeres cubanas en venezuela_2
Damaris Cuesta Colaboradora de la Misión Barrio Adentro Deportivo. Parroquia Sucre Norte. Caracas. (Omara García Mederos / Cubahora)

Hay historias de mujeres que estremecen, te hacen vibrar, historias de mujeres cubanas que en muchas partes del mundo dan lo mejor de sí por forjar, crear, brindar un presente y un futuro mejor sin pedir nada a cambio, más allá de ver realizada la propia obra de amor que construyen.

En Venezuela mujeres de todos los rincones de la isla caribeña y de las más disímiles profesiones han cumplido misión internacionalista durante muchos años, especialmente en la etapa en que la Revolución Bolivariana ha forjado un nuevo camino para este pueblo y para Latinoamérica.

Más de 21 mil féminas se encuentran hoy en tierras bolivarianas, distribuidas en las Misiones Sociales y proyectos de intercambio económico, técnico y profesional que forman parte del Convenio de Colaboración Cuba-Venezuela. Ellas dejan una huella imborrable por donde quiera que pasen y son reconocidas por ser dignas y esforzadas, laboriosas y tiernas, amantes de la vida y conocedoras de la responsabilidad infinita que encierra cada acción que realizan.

En días como estos, en los que por acá también se celebra el aniversario de la fundación de la Federación de Mujeres Cubanas, compartir con muchas de ellas es una de esas experiencias que reconforta y enseña, que renueva y estimula, que nos acerca a historias de vidas diversas, pero unidas en el afán de hacer el bien sin importar cuánto sacrificio requiera.

Recuerdo ahora a Yamilka Jiménez Acosta, jefa de la ASIC y coordinadora de las misiones sociales en la conocida Ciudad Caribian, en las afueras del Distrito Capital de Caracas. Esta joven, proveniente de Niquero en la provincia Granma, lleva 17 meses acá y debe estar unos tres años.  “Todos tenemos cosas increíbles que contar, y si se tiene tanta responsabilidad como yo, aún más”- nos dice.

Y parece fácil en palabras, pero a Yamilka, con su reluciente bata blanca que la identifica  como parte de la Misión Médica Cubana, lo mismo la encontramos dando charlas educativas y de prevención de salud, coordinando con los colaboradores de las otras misiones en su comunidad  la actividad cultural y  deportiva del día, acudiendo junto a los especialistas del Programa del Pie Diabético y la Misión José Gregorio Hernández al diagnóstico casa a casa durante el trabajo comunitario integrado de los fines de semana, y hasta preocupada por la merienda de sus compañeros.

Junto a los asesores educativos interviene en acciones para apoyar las familias con algún analfabeto o niño no incorporado a la escuela, y acompaña a los rehabilitadores en su labor de atención a personas encamadas. Mientras, recibe visitas de alto nivel que acuden a conocer la magistral obra social que significa Ciudad Caribian y habla con orgullo del sueño patentizado del Comandante Chávez en aquellas tierras donde hoy habitan más de 8 mil personas provenientes de refugios del gobierno.

No puede sin embargo, desprenderse de su sencillez, de su orgullo femenino, de la naturalidad con que cuenta como camina kilómetros enteros por aquellas calles, algunas aún no asfaltadas y dedica siempre un espacio a preocuparse y compartir con los demás colaboradores que habitan allí. Entonces piensa en su hijo de 8 años, que dejó en su Niquero natal, junto a su familia, porque advierte emocionada, que en cada niño de su comunidad también está el rostro de él.

Otras mujeres como Damaris Cuesta, representante de la Misión Barrio Adentro Deportivo en la Parroquia Sucre Norte, cuenta que ya lleva más de dos años por estas tierras y que pronto estará de vuelta en su Santiago de Cuba con la enorme satisfacción del deber cumplido.

Casi siempre rodeada de niños con balones en mano o niñas bailando ula ula, Damaris confiesa ser una eterna profesora – como en Cuba- y por eso lo que más ha disfrutado es el trabajo en las escuelas, el descubrimiento y formación de nuevos talentos deportivos, las confecciones de tablas gimnásticas y la masificación del ajedrez, que poco a poco ha ido calando en las comunidades y transformando sus vidas.

“Cada cosa que hagamos acá, cuando va ocupando los espacios libres de la gente, hasta de los abuelos y de la forma más sana posible, los hace concentrarse, pensar, creer más en lo que tienen y hasta respetarse a sí mismos y a los demás, sobre todo en aquellas comunidades en que nos hemos enfrentado con mucha paciencia y perseverancia a situaciones difíciles que nunca pensamos enfrentar, incluyendo actos de violencia y criminalidad”, asegura esta joven profesora cubana, Licenciada en Educación Física.

Por eso, al definir a la mujer cubana de estas misiones, afirma sin titubear: “Resaltaría su compromiso, preparación, capacidad y entrega, el mismo que tienen allá en Cuba mis hermanas, mi madre, que son mi sostén para estar acá, mis vecinas que no dejan de darme ánimo cuando voy de vacaciones o mis compañeras de aquí, cada cual desde su lugar y su papel, claro está”.

Y qué decir de Yoandra Santana Perdomo, una de esas cubanas con la que se puede estar horas y horas conversando, siempre alegre, con muchas anécdotas y experiencias que contar e iniciando ya por tierras bolivarianas su tercer año de misión internacionalista.

Esta joven mujer, conocida en su Camagüey como escritora y trabajadora de una importante editorial, quien tiene a su haber ya cinco títulos publicados y es amante de la narrativa y el teatro, en Venezuela se ha desempeñado como asesora en imprentas de nueva creación, redes de bibliotecas comunitarias y hasta en la formación de promotores literarios en varios Estados del país.

La descubrí sin embargo, en los cerros pobres de Caracas haciendo trabajo comunitario, narrando cuentos a niños y jóvenes, a los que invitaba a conocer y leer la obra de los más reconocidos escritores venezolanos y latinoamericanos. Para ella, “la literatura es una herramienta de las ideas, del pensamiento, del rescate de la identidad y es triste que la gente no conozca su literatura, que no la lean”.

Considera que  “(…) en todas partes el nivel creativo de las personas está. Pero los textos hay que tocarlos, interpretarlos, sentirlos. Hay que ver como el lector tiene su propio mundo interior y según su creatividad ve lo que quiere e imagina ese mundo de las páginas. Es como vivir mundos paralelos. Por eso para una mujer y escritora, vivir experiencias como estas le permite también replantearse cosas, hacerse preguntas, reencontrarse. Por eso aquí me he preguntado tantas veces para quién escribo y he tratado de buscar qué quiere leer la gente realmente”.

Yoandra confiesa que contradictoriamente,  el caudal de emociones sentidas tanto tiempo en estas tierras se ha ido acumulando y del lado de acá no ha podido casi escribir, pero en algún momento esas emociones deberán salir. Admite que se siente mal por no haber dedicado ni una línea al Comandante Supremo Hugo Chávez, siente que se lo debe, sobre todo porque vivió aquí aquellos momentos tristes y decisivos en que quedó sembrado para siempre, luego de su desaparición física, aunque vea que hoy se multiplica también en cada acción que se hace en beneficio del pueblo.

Dice que a pesar de tantos avances y en pleno siglo XXI, aquí también se lucha contra los rezagos que quedan de machismo y abuso, de maltrato y discriminación hacia la mujer, y que muchas mujeres cubanas se han redescubierto y han ayudado a la mujer venezolana a hacer lo mismo.

Al conversar con estas tres mujeres, con sus historias diversas y a la vez con tantas cosas en común, con el orgullo eterno de ser cubanas, con lágrimas en los ojos al recordar la Patria, sus amigos, sus seres queridos, no resultó extraño que mencionaran a Vilma Espín, a Mariana Grajales, a Celia. Tampoco que coincidieran en dedicar su primer pensamiento de este 23 de agosto a sus madres, algunas ya mujeres ancianas que las apoyan, añoran sus regresos y cuidan de los más peques de sus casa como lo hicieron con ellas mismas.

Junto a ellas pensé nuevamente en lo que una obra social como la nuestra ha dado a la mujer cubana, en lo que son capaces de esparcir por el mundo, de forjar para sí, en las tantas batallas que aún nos quedan por librar, no importa sin son médicos, deportistas, artistas, agricultoras, técnicas, ingenieras, especialistas, amas de casa, educadoras, escritoras, sociólogas, investigadoras, estudiantes.

 

Pensé también de manera especial en mis colegas de la prensa, quienes por tierras hermanas como estas viven las mismas peripecias y tropiezos, los mismos retos y desafíos que nuestras colaboradoras, y conviven junto a ellas en las más disímiles situaciones, tratando de ofrecer al mundo y en especial, al pueblo cubano, la obra humana y solidaria de nuestra Revolución, así como la realidad de un país que se transforma e intenta hacer todos los días un poco más en beneficio de todos.

Entendí entonces por qué la definición de la joven escritora Yoandra Santana, cuando me dijo: “La mujer cubana en la Misión es valentía y mucha, pero mucha energía. Aquí también eres madre, compañera, novia, esposa, jefa y hasta enfermera sin serlo profesionalmente. Y al resumir el día, sin poder evitarlo, les dedicas tu pensamiento a los que dejaste atrás para estar aquí. Por eso aquí las mujeres también somos ternura, pasión, entrega y deber, pero un deber que es a la vez placer; por eso se disfruta con la tarea y también nos divertimos, por qué no, eso nos da fuerzas para seguir ofreciendo ante todo, espiritualidad y vida”.


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Bertha Caridad Mojena Milián

Joven periodista. Pinareña hasta la médula. Amante de la paz y de la risa.


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