martes, 23 de abril de 2024

Apuntes personales sobre la decencia

Antes, muuuuuuuucho antes… la decencia era obligatoria. Ahora no, los nuevos tiempos, de escaseces y estrecheces de todo tipo, han modelado nuevas formas de decencia –si es que eso es posible...

Abdiel Bermúdez Bermúdez en Exclusivo 11/06/2018
10 comentarios
Decencia
Enseñar decencia no es obra docente. (Alfredo Lorenzo Martirena Hernández / Cubahora)

Hacía tiempo que no escuchaba esa palabra. Hacía mucho, sí, sobre todo en boca de mis abuelos, y de otro montón de viejucos que intentaron enseñarme que para ser una buena persona, primero había que ser decente.

Y decente para mí era ser honesto, educado, aseado. Si cumplía con estos requisitos era un niño decente. Después, quise ser un joven decente, aunque tuviera pensamientos indecentes cuando alguna muchacha linda requetelinda me pasaba por el lado; y traté y traté, aunque reconozco que no siempre he actuado de acuerdo con las leyes soberanas de la decencia.

La primera vez que fui indecente se la debo a Sureya, una señora de armas tomar que no aceptaba que mi pelota cayeran en su jardín. La viejuca, ante de devolvérmela, montaba un berrinche mortal, que yo soportaba sereno, con la cabeza baja, rumiando el código familiar de la decencia so pena de chancletazo “culinario” de la mano materna como castigo supremo. Pero el día en que amenazó con picármela, se fue toda decencia al demonio y por poco Sureya pierde el jardín si no es por mi mamá, que me llamó a capítulo, tras arquearle las cejas a la vieja y guardar la chancleta.

Isandra, una gordita que resolvió romperme los espejuelos cuando estudiábamos en la primaria, fue la culpable de que por segunda vez se quebrara mi código moral.  Me aguanté de toda la decencia posible, para no romperles los de ella, aunque se me salieron un par de palabrotas impronunciables ahora. Debo recordarles que estaba en cuarto grado y era el año 1993, cuando encontrar cristales para los espejuelos era más difícil que escribir con los pies.

¡Y hasta ahí las clases!, porque tras aquellas memorables anécdotas, traté de mantener impecable mi carné personal de reportes por perder la compostura, pues decencia también es eso: acatar (y expresar) las buenas costumbres, las normas de convivencia social, que, como dicen mis abuelos, están en las conversaciones, vestimentas, gestos y posturas, y añaden a rajatabla que saber comportarse decentemente no viene en los genes: hay que enseñarlo, y sanseacabó.

Mis abuelos hablan así porque antes, muuuuuuuucho antes… la decencia era obligatoria. Ahora no, los nuevos tiempos, de escaseces y estrecheces de todo tipo, han modelado nuevas formas de decencia –si es que eso es posible–, y para algunos, que una joven vaya con una falda-blúmer a atenderse a un hospital no es indecente (cosa con la que mi abuela infartaría). Como tampoco ven con malos ojos que un hombre con plena capacidad para trabajar, trate de vivir del aire (esto es un eufemismo, ¿bien?), o que una mujer embista a un turista en plena calle, sin que medie nada más que una promesa de sexo “del bueno” o un crisol de problemas familiares urgidos de una billetera salvadora. La decencia tiene mil modos de expresión, pero dicen “los que saben” que estos no se le parecen.

Una amiga mía dice que decencia es una palabra demasiado abstracta, como toda cualidad moral, y que por eso se esfuma, se evapora, si no languidece, como herida de muerte. Y yo digo que es verdad, pero de qué otro modo puede materializarse la decencia sino a través de lo que somos hacia dentro de nosotros mismos y hacia los demás. Algo así como: la mujer del César tiene que ser decente, y además, aparentarlo.

Y aparentarlo esta vez no es ficción, ni doblaje, ni teatro; significa, en cambio, que no se trata solamente de hacer gala de educación y calidad humana en el orden interior, sino de respeto por aquellos que nos rodean. No basta con ser decente: es necesario actuar con decencia, aunque en estos tiempos eso suponga un motivo de burla social.

Lo digo porque últimamente actuar con decencia ante determinada situación, supone una mofa instantánea de alguien que te bautiza de bobo, de tonto, de extraterrestre. Es como si hacer lo correcto fuese irracional, y además, incorrecto. Por eso, si el joven comete fraude en la escuela, siempre hay quien le guiña un ojo y de paso añade en modus salvador: “Bueno, no está bien, pero…lo que importa es que apruebes…”.

Y si no sabe hacer la tarea, se la hacemos; y si le falta el respeto a un profesor, nos fajamos con el profesor, que para eso somos los padres del niño, y usted, profesor, que se pasa más tiempo con el muchacho que los propios padres, que le aguanta toda la malacrianza que ellos le dieron, se tiene que quedar calladito -¿bien?-, porque es lo que hace un profesor decente, ¿no?

Pues no. Que enseñar decencia no es obra docente. Al menos así pensaba mi mamá – profesora, para más señas–, quien me prohibía aparecerme en la casa con un juguete que no hubiese sido comprado por ella, para que aprendiera a respetar los bienes de los demás; y a andar limpio y aseado, y a comer con la boca cerrada, y a no decir malas palabras, si el momento no lo merecía (esto último lo agregué ahora, porque hay momentos en la vida que… ustedes saben).

Sucede que no soy un modelo de decencia. Como todo ser humano, he cometido errores por los que he andado cabizbajo, porque la vergüenza pesa. Pero si no me avergonzara no estaría en el camino de la decencia, no andaría cerca de ella, lo cual me alejaría de mis padres y mis abuelos, de la gente que me quiere bien, y eso sí sería imperdonable.

Ser decente es no perder la capacidad de avergonzarse, incluso ante los errores de los demás, ante un incumplimiento o ante un hecho delictivo. Y si fuera preciso, como dice un buen amigo, “empaparse y asumir las consecuencias, por más crudas que sean”.

La decencia es quizás el valor que mejor refleja la dignidad humana. A lo mejor alguien piensa que el listón es demasiado alto, sobre todo cuando hay que ingeniárselas para poner todos los días el pan sobre la mesa. Pero hay cosas a las que un hombre o una mujer no pueden renunciar nunca. Y aunque tenga que luchar con uñas y dientes por sus metas y sus sueños, no debería perder eso que en buena medida nos hace mejores entre los animales que pueblan la Tierra. Y ustedes ya saben de qué les hablo.


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Abdiel Bermúdez Bermúdez

Periodista

Se han publicado 10 comentarios


betty
 23/6/18 17:15

Pues que buen articulo y cuanto me ha gustado... no hace tanto comentaba con mi mama que a mi hijo de 4 años aveces lo ven como un extraterrestre porque dice "buenos dias,permiso,gracias,disculpe..."a mi me sorprende cada vez que salgo con mi niño y que por educacion utiliza alguna de estas frases tan extintas ya de nuestro territorio ,y veo a las personas de alrededor que abren los ojos y me dicen ayyyyyy pero que educado!!! pero suena casi como si fuera  algo malo...y es que no se dan cuenta que la educacion empieza en el hogar y que si no se ven no solo niños sino personas con un minimo de educacion es porque en sus casa nunca se la han enseñado y de los circulos y las escuelas mejor ni hablar .....

betty
 19/6/18 10:47

es realmnte cierto que la decencia es una palabra abstracta, pero a su vez se vuelve en algo firme y accequible para todos. como profesora les debo de decir que en nuestras aulas citadinas estamos excentos de decencia y que a veces le imploramos al padre que le inculque al hijo modales, formas de conducta y la tan famosa DECENCIA. el cual se rie en nuestra cara por decir que el educador somos nosotros y no ellos, que el salario se nos da a nostros.

por tanto, un bello articulo y espero que redactes otros con la misma autenticidad que este. lo estare esperando con ansias. saludos a todos los lectores y mis repetos al escritor.

cubana
 12/6/18 17:10

La decencia tiene solo ese nombre, a mi pesar un tanto olvidado hoy, lo no decente es indecente, alerta sobre este mal que puede corroer la sociedad.

ROSI
 12/6/18 15:09

Pienso que está divino este trabajo. Yo batallo con mis pequeños a diario, a veces parece que no alcanzo, porque los factores externos (dígase maestros, vecinos, transeúntes...) te hacen la labor difícil, porque a los niños les suena un poco anacrónico  con respecto a mis humildes enseñanazas, pero no desistir es el lema, pienso que de tanto escuchar que sean buenos, que no se fajen, que no se ensucien, que esto y que lo otro, ese teque teque, se les pegue algo y puedan adquirir decencia, que es tan lindo. Saludos, muy bueno el tema!!! Yo tengo fe.

senelio ceballos
 17/6/18 14:47

Saludos Link- ROSI....Annos atras estuve charlando con un matrimonio espannol ya entrado en edad  que fueron a conocer a cuba...Al regreso en un parque de BARCELONA...me decian / preguntaban ...En Cuba, no se estudia en las escuelas..LOS PRONOMBRES PERSONALES?....Cada.pronombre personal tiene su uso y momentos de usarlo......Los jovenes usan TU...TU  para hacer afirmaciones!! y TU para preguntar algo?...No importa si entre ellos o preguntarle a una persona de edad.......UD, VOS, VOSOTROS, No lo escuchamos en la calle ni una sola vez......Ya con esas opiniones uds se pueden imaginar....Como anda la EDUCACION FORMAL y PUBLICA ...en nuestro pais..NO digo la preparacion tecnica..ESA ES OTRA COSA....No debemos  mezclar..EDUCACION y PREPARACION.....Como tampoco debemos mezclar..PATRIA y GOBIERNO...cada una es  una categoria filosofica distinta  que durante muchos annos..NOS HAN QUERIDO meter en la cabeza, que son iguales.......Gracias a la periodista y al equipo de  cubahora.cu..Por traer estos TEMAS CALIENTES y dejarnos parlamentarlos  civilizadamente  cont El guajiro de Moron

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nly
 12/6/18 9:33

Hola, muy interesante y bueno el articulo, felicidades, de veras. Es verdad, hace pocos años estas cosas ni se imaginaban y las que faltan, creo que a pesar de todas las carencias que puedan existir, lo fundamental es la miseria humana, no es buscarle la pelusa de la contrapelusa como dice el guajiro de tamarindo y respeto su opinion, porque por ejemplo, esos hechos que ocurrieron cuando el accidente aéreo de que hubieran victimas casi muriendo y aprovecharan personas para robar las pertenencias de los mismos, eso es miseria humana y las faltas de respeto tambien, es algo complicado, pero en fin, repito, ME ENCANTO EL ARTICULO, gracias, seguiremos leyendote, para todos buen día.

Alexander
 11/6/18 21:45

Excelente !!!!  como añoro la época de mis abuelos y  la de mi infancia , como conocí personas honestas y  decentes,  algo que se está perdiendo y es triste reconocerlo .  

senelio ceballos
 11/6/18 11:47

Saludos Lic. A. Bermudez Bermudez!!...Muy buen y actual articulo periodistico!!!....Pero..No esta claro en sus frases...Primero..Quien / Quienes fueron los culpables  que nuestra sociedad en 50 annos se ha transformado asi NEGATIVAMENTE en ese aspecto de la vida diaria?........Aunque en otros aspectos  de vida diaria hemos tenidos buenos resultados!!!!...Segunda pregunta...A. BERMUDEZ B....TAMPOCO ESTA CLARO....Como?  vamos a sobrepasar  / eliminar / reducir esos aspectos NEGATIVOS actuales  para que en el futuro nuestros nietos,,,SEAN OTRAS PERSONAS MAS ELEGANTES, ETICOS, etc?.......Ud tiene  resetas adicionales al articulo?..Gracis    El guajiro de TAMARINDO

odalis
 11/6/18 11:41

Me encantó este trabajo, coincido con las opiniones del talentoso periodista, saludos,

sachiel
 11/6/18 9:17

La decencia, no puede ser cobardía de no llamar las cosas por su nombre, o no enfrentarse, inclusive fisicamente, a las malas actitudes que nos innundan a diario y que parece se estan entronizando de mala manera aquí, en nuestra Cuba. El indecente, no entiende de decencia ajena, si no es con un buen escarmiento. Hay familiaas que su código motal siempre ha sido indecente, por generaciones, y eso es lo que exteriorizan a la sociedad, y entonces los decentes debemos de aguantar calladitos, poniendo todas las mejillas y otras partes del cuerpo que no voy a mencionar, por decencia.

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