jueves, 25 de abril de 2024

¡A pecho!

Saber que somos fuente natural de un alimento que reduce la mortalidad infantil por enfermedades como diarrea o neumonía, basta para dedicarnos por entero a lactar...

Leticia Martínez Hernández en Exclusivo 12/02/2017
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Lactancia materna
Nada podrá sustituir ese instante sublime en que nuestro hijo se acurruca en el regazo buscando lo que le alivia el hambre.

Recordarán los de mi generación aquellos muñes del conejo Canela, que no se bañaba y un día de tormenta le cayó una semilla en su fértil oreja. Cuando los vientos se calmaron, el pobre descubrió que le había nacido allí una frondosa planta, con flores rojas incluidas. Un pajarraco impertinente iba por todo el pueblo dando la noticia, y en una de esas gritó: “es un bicho raríiiiisimo”.

Desde entonces la frase se quedó en el vocabulario de los muchachos que nacimos a finales de los ochenta y cada vez que encontrábamos algo fuera de lo común nos acordábamos de Canelita. Algunos nos convertimos en el conejo singular, otros en el pajarraco que señalaba la desgracia ajena.

Pero este texto no va de muñequitos, ni de nostalgias por otros tiempos. Aunque le parezca raro —de nuevo la palabra —, estas letras hablarán de la lactancia materna. Sí, de ese acto supremo de amor, y también de voluntad, que de un tiempo a esta parte me ha convertido en la Canelita de las consultas a las que asisto con mi hija de tres meses.

¿Con qué la alimentas?, pregunta la doctora con papel y lápiz en mano, dispuesta a hacer una lista en la historia clínica de la chiquilla. ¿Yo?, con leche materna, le respondo en voz baja como quien no quiere ser escuchado. Ella me mira, vuelve a la carga: Pero, ¿exclusiva? Sí, le repito apenada, porque su cara es un poema. He de decirlo, casi hace una fiesta. Entonces recordé cuando en tiempos de escuela le decía a mi madre que me diera un regalo porque había salido bien en un examen y ella, sabia siempre, respondía: “No has hecho más que cumplir con tu deber”.

¿Qué se supone que haga una madre sana, con leche en sus pechos y una licencia de maternidad que dura un año? Pero una cosa es lo que se espera y otra lo que llega. Y la sorpresa de la doctora no es casual. Minutos antes de entrar a la consulta de pediatría, mis compañeras de “oficio” hablaban de leche maternizada, de la que reparten en la bodega y de la que venden por muchos CUC en las tiendas.  Ninguna, ¿casualmente?, tenía leche en sus pechos. Y esto no es cuento de camino. En Cuba, solo el 33% de los bebés reciben leche materna exclusiva hasta los seis meses, según una encuesta realizada por el Ministerio de Salud Pública en el año 2014, cuyos resultados se publicaron en el diario Granma a principios del 2016.

Pongámosle rostro a las cifras. Según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), durante el año 2015 nacieron en la Isla 125 064 niños. Si solo el 33% de ellos fue alimentado nada más con leche materna hasta los seis meses, poco más de 83 mil bebés dejaron de recibir a libre demanda en su primera etapa de vida el mejor alimento del mundo, sustituido por otros que pueden afectar el cre­ci­miento y provocar desnutrición. ¿No es para tomarse a pecho el asunto?

Podrá haber infinidad de justificaciones, empezando por el hecho cierto del desgaste físico de las mamás, del estrés que supone dedicarse por entero a un recién nacido, de la falta de sueño, o del dolor en los senos y en la espalda cuando termina el día. Pero saber que somos fuente natural de un alimento capaz de reducir la mortalidad infantil por enfermedades como la diarrea o la neumonía, bastaría para dedicarnos por entero a lactar. ¿Acaso faltará conocimiento, divulgación efectiva en nuestros medios, trabajo intencionado de los médicos, apoyo familiar o voluntad?

Nada podrá sustituir ese instante sublime en que nuestro hijo se acurruca en el regazo buscando lo que le alivia el hambre, la ansiedad o el miedo. Las investigaciones confirman que al nacer los bebés solo pueden distinguir las cosas a una distancia entre 20 a 30 centímetros, justo el espacio que media entre nuestro rostro y el de él mientras le damos el pecho. Mágico ¿verdad?


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Leticia Martínez Hernández

Madre y periodista, ambas profesiones a tiempo completo...

Se han publicado 1 comentarios


María
 6/8/19 10:40

Considero que sobre la importancia de la lactancia materna falta divulgación, educación y crear conciencia; de la misma manera que decenas de miles  de mujeres hoy deciden abortar por darle más importancia a  la belleza física, los estudios, el trabajo, los viajes, tanto nacionales como internacionales, la superación posgrado, la construcción de la vivienda, la diversión, etc, esos mismos motivos se exponen como excusa para  NO lactar al bebé. Las trabajadoras tienen 1 año de licencia, pero muchas se incorporan antes, sobre todo en sectores que manejan divisas o gozan de determinados beneficios que no existen en otras entidades, una maestra es muy didificil que  se incorpore antes del año, pero las trabajadoras del turismo, tiendas recaudadoras de divisas, ETECSA, etc, si lo hacen con frecuencia; a esto se suman una buena parte de las estudiantes de diferentes niveles, que por razones de estudios, becas y demás abandona pronto esta practica, sin contar las amas de casa que no lo hacen poniendo como pretexto la falta de tiempo y las que NO TIENEN  PACIENCIA. Es preciso dar estadísticas de los lactantes que se hospitalizaron como consecuencia de no lactar, además de DIVULGAR  este tema no sólo en agosto sino todo el año y crear talleres con las gestantes para que tomen conciencia de lo necesario que es para sus hijos. 

Lacté a mi niño 2 años, y no me tocó el año de licencia como ahora; a los 6 meses pedí licencia sin sueldo hasta el año, en pleno período especial con las dificultades que había para viajar, por pero él siempre fue muy saludable y valió la pena el esfuerzo de levantarme antes de la 5 de la mañana para que lactara antes de irme al trabajo cada día; hoy con 1 año de licencia es imperdonable que no las madres no lacten.

 

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