miércoles, 24 de abril de 2024

Un minotauro en su laberinto

El lunes 21 de enero comienza otro acto de una obra larga y, al parecer, mortífera...

Elsa Claro Madruga en Exclusivo 18/01/2019
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Brexit gun
Los escoceses, los de Gales o de Irlanda del Norte, por mayoría prefieren quedarse y no es de extrañar pues fueron socioeconómicamente beneficiados por la membresía en la UE

Si va a referirse al Reino Unido, olvídese de la famosa flema británica. En el parlamento de Londres se grita y hasta hay ofensas de baja ley con relativa frecuencia en estos tiempos. Lo sabe muy bien Teresa May, no solo por los castigos recibidos desde que comenzó mandato en el 2017, (pérdida de peso en el parlamento, renuncias de buena parte de su gabinete, etc.) sino porque ella misma no se priva de usar anatemas de escasa elegancia.

Son tiempos y situaciones excepcionales y con puntos suspensivos permanentes. Si el martes 15 de enero 2019 se registró en la Cámara baja del Westminster un hecho notable cuando el plan para la separación de la Unión Europea tuvo una votación aplastante, con el no de 432 diputados -118 de ellos conservadores tories-, que al día siguiente la primera ministra recibiera un salvavidas de dudosa efectividad, -19 votos en su favor evitaron una moción de censura-  dilata, mas no concluye, un pleito tan mal encarado que con toda seguridad va a dejar huellas y prolongarse en numerosos vericuetos de la existencia nacional.

Una de las ventoleras provocadas por el Brexit afecta a la sociedad en pleno antes de ser implantado. La fragmentación  y la iracundia no atañen únicamente a los sectores políticos ni a las tendencias ideológicas. La ciudadanía está fracturada y si, como parece, se realiza un segundo referéndum, no sería raro un resultado igual al del 2016, ni tampoco que la mayoría opte en la hipotética  oportunidad de permanecer dentro del Pacto Comunitario.

Si se trata de los escoceses, los de Gales o de Irlanda del Norte, por mayoría prefieren quedarse y no es de extrañar pues fueron socioeconómicamente beneficiados por  la membresía en la UE. En los sectores empresariales hay temores diversos, por los altibajos de la libra esterlina y ante los calamitosos pronósticos sobre daños luego, o debido al divorcio. Mayores son las amenazas si se procede al llamado brexit duro, o sin acuerdo. Reconocidas consultoras internacionales calculan que el PIB de Reino Unido caería alrededor de un 8%  de su actual nivel de aquí al 2023 si no ocurre la abdicación sin trato.

La premier debe presentar una especie de Plan B con urgencia. Bruselas, por su lado, examina flexibilidades, una salida de escape. Todos los implicados, en suma, están forzados a sopesar con tino un paso capaz de modificar los decenios por delante en todo el Viejo Continente.

Como esta vez sus acólitos ultras norirlandeses no le negaron apoyo -estaba previsto- ni sus oponentes dentro mismo de los tories le dieron la espalda –sería como auto flagelarse-, a solo horas de salir airosa de esa segunda prueba el miércoles 16 de enero, la premier dio inicio a frenéticas reuniones con cada facción buscando adherentes. Según dijo, su objetivo será asumir los reclamos de cada cual para ajustarlos  al plan rechazado. El líder del laborismo, Jeremy Corbin, condicionó tal diálogo a que la May retirara la opción de una salida desordenada, como suele llamarse al Brexit de a porque sí, sin amortiguaciones.

El enfoque de la socialdemocracia británica es importante porque son el partido mayoritario en la oposición  (256 escaños), y posibles receptores del poder si se adelantaran elecciones, eventualidad nada rara por mucho que los conservadores lo estén evitando a través de una intensa, fortísima propaganda anti-Corbyn. Lo relevante de esta formación fue resaltado por la propia Unión Europea luego de una cita  urgente de la directiva comunitaria y los embajadores de los 27.

Punto principal de lo convenido es la  exigencia a Londres de un compromiso concertado entre el gobierno conservador y la oposición laborista, mediante el cual se garantice una ruptura ordenada, esto es, a través de prerrequisitos negociados con la UE. No es la única demanda, pero sí una determinante, sin la cual Bruselas no otorgará una prórroga al actual límite del proceso (29 de marzo venidero).

"Necesitamos en Londres un acuerdo transversal entre los partidos del Parlamento y que el Gobierno de May modifique sus líneas rojas en la negociación", expusieron ante la prensa medios diplomáticos europeos, resumiendo la actual postura de la UE, desde donde le piden también a la May que elimine las limitantes susodichas, o sea, espacios sobre los cuáles no está dispuesta a ceder.

Los negociadores europeos y, en general, los jefes de estado, intentan que el Reino Unido se mantenga en la unión aduanera, al menos por tiempo suficiente como para solventar otras salidas convenientes para las partes. El tema es peliagudo. En esencia,  buscan mantener controlado el principal problema de este divorcio, centrado en que si no existe ese enlace entre Londres y Bruselas, será necesario establecer la antigua frontera físico-administrativa entre Irlanda del Norte, provincia bajo tutela británica, y la República de Irlanda, afiliada a la UE. Repetir que hacerlo es peligroso para la paz nunca bien sellada en el Ulster y que este tema es el principal dentro de las discordias, no sobra.

La jefa del ejecutivo tiene pocos instrumentos para ganar esta partida. Hace poco ese mismo parlamento que se impuso de forma tajante a aceptar el plan de abandono, le negó la potestad para manejar las finanzas requeridas en torno al andamiaje del caso. Eso, a reserva de que el Reino deberá pagar 39 mil millones de libras esterlinas a la UE, por concepto de deudas con los miembros de bloque, entre otras responsabilidades pendientes.

Si la gobernante logra que le aprueben esa fórmula B ahora gestionada, tendrá dos semanas de gracia antes de las decisiones finales. No lograrlo implica aumentar la situación de crisis  o un anticipo electoral.  Para muchos dentro de las esferas de decisión y a escala ciudadana, repetir el referéndum sería el mejor paso en lo inmediato, pero hacerlo no garantiza tampoco una recurso definitivo o salvador, a menos que la gente optara con holgura por frenar la salida y en ese caso, las pugnas internas no iban a dilucidarse, luego la inestabilidad y las disputas pudieran dilatarse mas no desaparecer.

El divorcio en rebeldía es el menos aconsejable. Pese a ello, la UE afirma haber tomado previsiones en busca de minimizar los daños a sufrir por el resto de sus asociados si hay una ruptura brusca.Analizando cómo se procedió el martes 16 para establecer un record en la historia inglesa de veto a una propuesta oficial, es posible percatarse de lo difíciles que pueden ser las determinaciones por delante. Un grupo nada despreciable de los legisladores tories, los del Partido Unionista Democrático (DUP), también de derechas; el Partido Nacionalista Escocés (SNP), el Partido Liberal Demócrata, junto con los laboristas, votaron contra la propuesta de la May (432 votos en contra del acuerdo y 202 en favor). Poner de acuerdo a todas esas fuerzas, dada su heterogeneidad, es tarea para Hércules y no hay ninguno a la vista.


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Elsa Claro Madruga

Analista de temas internacionales


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