sábado, 20 de abril de 2024

Tarzán de la Galia

Con el sucesivo desembarco de tropas en las antiguas colonias africanas, París confirma que su “señorío” colonial sigue batiendo...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 29/11/2013
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Tropas de Francia para República Centroafricana
Francia envió contingentes de tropas a la República Centroafricana, una de las más pobres del orbe.

Como es “tradición” entre algunos viejos imperios colonialistas, el cordón umbilical que les une en calidad de  “patriarcas” a sus añejos vasallos no ha sido cortado del todo.

Así, en pleno siglo veintiuno, y especialmente en territorio africano, sigue siendo una práctica que, ante disputas internas de toda suerte, resulte la injerencia de las ex metrópolis un pretexto clave para “allanar” pretendidas “soluciones”.

De manera que los viejos explotadores suelen desembarcar hoy pistola en mano en aquellos predios que les pertenecieron por entero, ya sea disfrazados de agentes del orden o de humanistas de rostro benefactor, de manera de reiterar que nada se puede mover sin la autorización del añejo rector de ultramar.

Lo confirma ahora mismo la decisión de París de remitir contingentes de tropas a la República Centroafricana, una de las naciones más empobrecidas del orbe, donde, según fuentes de prensa, el clima interno derivado de las pugnas por el poder ha generado un total caos con severos riesgos para la población civil.

Esta decisión sigue a la que hace apenas unas semanas llevó al gobierno galo a intervenir militarmente en Mali, otra de sus ex colonias africanas, también bajo la bandera de “imponer la ley y el orden” entre “nativos incapaces de gobernarse por si mismos”,

En el caso centroafricano, se trata de que el titulado gobierno de transición encabezado por Michel Djododia, líder de la organización armada Seleka, de mayoritario corte musulmán, ha sido incapaz de establecer la paz interna desde que hace cinco meses llegó al poder mediante una revuelta contra el presidente François Bozizé, con diez años de ejercicio en su cargo.

Combates, matanzas, desalojos, desmanes y venganzas religiosas, parecen conformar el cuadro interno centroafricano en estos últimos tiempos, al punto que –afirman algunos observadores- “el diez por ciento de los habitantes del país ha huido de sus hogares, y el veinticinco necesita urgentemente ayuda alimentaria.”

Por demás, se habla con insistencia de la posible irrupción en las filas de Seleka de terroristas musulmanes, a quienes se les han prometido suculentos pagos en diamantes y oro, dos de las riquezas minerales de la República.

En consecuencia, París ha decidido lanzarse a fondo en el asunto, e incluso es posible que los propios Estados Unidos libere cifras millonarias en apoyo a la operación bélica gala. Por añadidura, la diplomacia francesa está interesada en lograr que la ONU reconozca el “caos local en la República Centroafricana” y apoye “legalmente” la acción interventora.

Desde luego, el trasfondo de todo el embrollo está ligado indisolublemente a la nociva y deformante actividad colonial europea con respecto al llamado “Continente Negro”, y que en altísima medida es la génesis de los graves problemas de todo tipo que enfrenta Africa, desde la pobreza y el atraso ancestrales, hasta las sangrientas pugnas tribales y confesionales.

No se puede olvidar que la sacrosanta civilización occidental y cristiana traficó desde muy temprano con los hombres y mujeres africanas en calidad de esclavos, saqueó las riquezas naturales locales, cercenó irracionalmente el territorio, dividió a capricho a sus poblaciones, y en muchas ocasiones se valió de instigar a unos nativos contra otros para imponer finalmente la voluntad metropolitana.

Y para colmo del cinismo, pasados los siglos, ahora se habla de una suerte de “incapacidad” congénita africana para vivir civilizadamente y para crear sociedades “prósperas y estables”, por lo que la tutela exterior sigue siendo indispensable.

Pero también Africa no es un sitio cualquiera. Su control asegura a la geopolítica hegemonista un privilegiado espacio operativo, donde además abundan el petróleo, el agua potable y minerales de todo tipo, muchos de ellos indispensables para las avanzadas tecnologías de nuestra época.

De manera que insistir en las  apabullantes realidades negativas impuestas por el vasallaje a las explotadas sociedades africanas, incluido el temor de que resulten pasto para la extensión del “terrorismo internacional”, viene muy bien para justificar los actos interventores de aquellos que insisten en coronarse dueños del orbe.

De hecho, no pocos analistas recuerdan que en el caso de Mali, se trata  de “uno de los países más pobres del mundo”, donde más de las mitad de la población carece de acceso al agua potable, y cuya expectativa de vida apenas llega a los cincuenta años.

Mientras, la República Centroafricana clasifica como “una de las naciones menos desarrolladas del planeta, con deficientes comunicaciones y un sistema educativo y de formación casi inexistente.”

Por demás, su esperanza de vida apenas toca los cuarenta años de edad y el índice de infección con el VIH Sida se acerca a 15 por ciento de la población.

¿Y de quien es la culpa real de tales dislates?

Desde luego, ni París ni quienes le apoyan envían a Africa militares y recursos para combatir tales lacras. En todo caso su interés está en reconfirmar la tutela sobre los viejos “territorios de ultramar”, a la vez que asegurarse el petróleo, el oro, los diamantes, el coltán y el uranio que, entre otros recursos de altísimo valor estratégico, se acumulan bajo los pies descalzos, la desnutrición y la depauperación de sus millones de pobladores.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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