sábado, 20 de abril de 2024

¿Otro Frankestein?

La negativa de Arabia Saudí a ocupar un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU fue un aviso para la Casa Blanca...

Elsa Claro Madruga en Exclusivo 04/11/2013
2 comentarios
arabia saudita
Arabia Saudí ha expresado su inconformidad con el avance del diálogo entre norteamericanos y persas.

Mensajes subliminales o groseras regresiones parecen anidar en lo recién afirmado por el ex ministro de defensa y otrora jefe de la CIA, León Panneta, quien dejó caer en una conferencia ante la poderosa comunidad judía en Nueva York que casi seguro será necesario el empleo de la fuerza contra Irán para que no continúe su programa de desarrollo nuclear.

Las inquietudes que traen consigo  criterios de ese tipo, cuando  todo se enfilaba hacia  una marcha progresiva de las negociaciones entre Teherán y Washington, vigorizan una de las mayores amenazas que palpitan en el mundo actual.

Algo parecido había dicho Barak Obama cuando le visitó Benjamín Netanyaju hace poco, pero la mayor parte de los analistas  lo interpretaron como un simple halago para el premier israelí. Y, sobre todo, el modo de enviar un recado conciliador  hacia Arabia Saudí, luego que desde allí expresaran su inconformidad con el avance del diálogo entre norteamericanos y persas.

La negativa del reino petrolero  a ocupar un asiento en la bancada no permanente del Consejo de Seguridad, seguidas de las declaraciones del príncipe Bandar bin Sultan al Saud, aclarando que el acto no era un aviso para la ONU sino para la Casa Blanca,  está entre los aspectos que rodean el avance o reflujo de un posible entendimiento occidental con Irán, cuando las nuevas autoridades de ese país dieron apertura a prometedoras vías de diálogo.

Es natural que la alarma sonara en  la Casa Blanca con tan explícitos mensajes de quien es ministro del interior y miembro de la casa real saudita que tiene un enorme peso en la economía de Estados Unidos. De sus maniobras depende que buena parte del petróleo y su precio a escala internacional se cotice en dólares y no con otros numerarios. Si en Riad decidieran diversificar las divisas en que comercializan los hidrocarburos,  se acabaría esa ventaja adicional que Estados Unidos obtiene a través de su divisa.

Encima,  poseen  690 000 millones de dólares en bancos estadounidenses. Parte de ese capital está invertido en bonos del tesoro. Son fondos que Washington  les debe. A partir de compromisos financieros de ese tenor, nacen obligaciones que llevan a consentir impertinencias como la hecha por un aliado discrepante. No el primero, pero sí bien destemplado.

En la retórica saudita se mantiene, dicen, el empeño de que los palestinos recuperen sus derechos. En los hechos, están colaborando con Tel Aviv, sea al ofrecerles su espacio aéreo para un eventual ataque contra los iraníes, o bajando el tono de sus críticas al otrora enemigo sionista, aun cuando continúen el despojo con nuevas colonias. Complicidades como esta se juntan al padrinazgo estadounidense, para hacer posible ampliar el rango de tan infamante ocupación.

Para otros politólogos la invasión de Iraq en 2003 y la prolongada estancia militar en ese país, que no acaba de pacificarse ni funcionar  normalmente,  desató fuerzas y apetencias dentro y más allá de  la compleja zona, de modo que a las órdenes e intereses de Estados Unidos no todos obedecen. Aumentaron los peros dirigidos al imperio.

La convulsión social, que bajo el nombre de primaveras árabes cursan por caminos heterogéneos y movedizos, le da al entorno complejidades, asociaciones y discordancias incluso inesperadas.

Habituado a que sigan sus pautas sin ripostarle, las autoridades estadounidenses se encuentran en la encrucijada de haber desatado fuerzas que no saben controlar  bien. No  calibraron las consecuencias y comienzan a sufrirlas cuando tiene dentro, rebasados sus márgenes de avenencia doméstica.

Contar con unos meses de gracia con respecto a los presupuestos federales no implica que Obama haya resuelto ni ese, ni otros asuntos intestinos con tamaño suficiente como para provocarle un fuerte insomnio. Mal agravado con los actos y dichos de unos socios extranjeros que supuso incondicionales y se rebelan. Malo hasta si solo concluye el episodio con más ruido que nueces.

Si Panneta, o el mismo presidente norteamericano, solo se proponían endulzar los oídos de sus temporales antagonistas, el asunto será sobreseído por el tiempo y la vida. De no ser así, demasiados bichos pueden salir de la vasija.


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Elsa Claro Madruga

Analista de temas internacionales

Se han publicado 2 comentarios


Wally Igor Kirsch Molina desde FB
 4/11/13 12:43

Así es traidor y traidor empatan

Erminia González
 4/11/13 11:56

Muy bueno el título...jeje enseguida atrapó mi atención, felicitaciones a la autora

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