sábado, 27 de abril de 2024

Guaidó pierde terreno y EE.UU. recrudece saboteo a Venezuela

Doble atentado al sistema eléctrico, mientras el pueblo resiste...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 28/03/2019
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Venezuela-ataque cibernético-apagón
Colapso eléctrico golpea nuevamente a Venezuela, el país lidia con otro severo corte.

Un nuevo doble sabotaje al sistema energético nacional volvió a dejar a oscuras a Venezuela, un síntoma más del desespero de Estados Unidos (EE.UU.) por derrotar la Revolución Bolivariana, mientras su títere, el autoproclamado presidente Juan Guaidó, pierde el poco terreno político que dijo ostentar en algún momento.

En el mediodía de este martes ya se estaba restableciendo la electricidad en el país, luego de que 24 horas antes, a las 13.21 (hora local) hubiese una interrupción de carga por un ciberataque, y luego a las 21:47 (hora local) un gigantesco incendio provocado destruyera los mecanismos de transmisión.

Este martes el gobierno presidido por Nicolás Maduro decretó la suspensión de las actividades laborales —con el alto costo que ello representa para el país— y las escolares, mientras se resuelve el arreglo en la hidroeléctrica del Guri, Estado de Bolívar.

Como ocurrió el pasado día 5, cuando un ciberataque dejó Venezuela sin fluido casi cinco días, Maduro acusó otra vez a EE.UU. del nuevo sabotaje, otro intento fallido de desestabilización del país cuya población, de manera mayoritaria, continúa una resistencia heroica ante la arremetida imperial que, entre otros daños, impide la compra de alimentos y medicinas.

Cada día hay noticias procedentes de Caracas que dan cuenta de nuevas sanciones económicas, diplomáticas y materiales contra el gobierno legitimo de Maduro, que trata de encontrar soluciones a los graves problemas creados por las ambiciones estadounidenses que, en nombre de la supuesta violación de los derechos humanos, enarbolan una bandera de guerra no convencional.

El pretexto es falso. Ningún otro gobierno antes del liderado por el presidente Hugo Chávez dinamizó la parte más pobre de la sociedad en la nación más rica de América Latina y una de las primeras a nivel mundial, ya que posee las mayores reservas petroleras, diamantes, oro, y otros importantísimos recursos naturales.

A los funcionarios que ahora dirigen esta llamada “operación de castigo” contra el pueblo venezolano y su gobierno, poco les importa si Maduro respeta o no los derechos humanos. Los intereses de EE.UU. en derrocar un gobierno socialista son mayores y casi imprescindibles para su supervivencia.

Además de querer apoderarse del petróleo —las reservas norteamericanas solo alcanzarían para 69 años más— al poder imperial le interesa destruir el bastión revolucionario venezolano, que junto a Cuba, Bolivia y Nicaragua mantienen la férrea defensa del proceso socialista como principio de sus políticas gubernamentales.

“Voy a acabar con el socialismo en América Latina”, amenazó el controvertido Donald Trump —que además de propietario de un emporio inmobiliario quiere también adueñarse del mundo— mientras muchos se preguntan si habrá leído en su vida algún libro relacionado con el sistema socialista y lo que significa.

Aunque reconocido por sus disparatados discursos ya que muchos los dice sin consultar con los verdaderos dueños de su gobierno —léase el anuncio de su retirada de Siria y Afganistán, y la marcha atrás que fue forzado a dar por el lobby armamentista— Trump no goza de una mayoría global en lo referente a Venezuela, pues solo 50 países de 195 apoyan un cambio de gobierno en la nación suramericana y esas decenas reconocieron, más por presiones que por convicción, al autopromulgado presidente interino Guaidó.

Al timón de esta cruzada económica, financiera, mediática y belicosa contra una nación soberana se encuentra el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca John Bolton, acompañado por el enviado especial Elliott Abrams, desempolvado después de muchos años tras la acusación de Naciones Unidas de cometer genocidio en Guatemala, y atrocidades promovidas por EE.UU. en El Salvador y Nicaragua en los años 80 del pasado siglo. Como águila de plumaje más joven, también se destaca el senador Marcos Rubio, asesor de Trump para las políticas hacia El Caribe.

Bolton, con su figura chaplinesca, es el vocero de la estrategia de EE.UU. en lo que él califica la “crisis venezolana” promovida por la Casa Blanca. Este individuo de anticuado bigote blanco, es reconocido como un halcón conservador que defiende el poder unilateral y que en el pasado pidió el bombardeo de Irán y Corea del Norte.

Como líder de la pandilla aparece Mike Pompeo, el secretario de Estado, ex director de la Agencia Central de Inteligencia (el mayor aparato de subversión contra gobiernos democráticos en el mundo), quien fue senador por el Estado de Kansas y miembro del ultraderechista Tea Party dentro del Partido Republicano. “La opción militar está sobre la mesa”, afirmó Pompeo, a pesar de que los pueblos solidarios y prestigiosas organizaciones internacionales se nieguen a una intervención armada en la tierra de Simón Bolívar.

El vicepresidente norteamericano, Mike Pence, aseguró que “Maduro debe irse”, tras el sonado ridículo al que lo arrastró Guaidó en la frontera colombo-venezolana el pasado 23 de enero, cuando el “interino” aseguró que miles de efectivos militares pasarían al otro lado y entregarían en supuesta mano ayuda humanitaria —que nunca pasó— debido a la defensa de soldados revolucionarios.

Desde que Maduro ganó las primeras elecciones tras la muerte de Chávez, —a quien también le hicieron la guerra e intentaron derrocar en un fallido golpe de Estado en 2002— y tras un segundo mandato el pasado año, nunca como ahora fueron tan aniquiladoras las maniobras imperialistas.

Las agresiones contra Venezuela vienen ocurriendo desde hace 20 años, cuando Chávez ganó la presidencia e instaló el Socialismo del siglo XXI. No solo Trump, sino también su antecesor Barack Obama le echó madera al fuego cuando consideró a ese país “una amenaza inusual y extraordinaria” para la mayor potencia militar del mundo, lo que fue acogido por muchos países como una broma que no era, y sí una declaración de guerra.

EE.UU. ya está convencido de que Guaidó no es la figura política que precisan para llevar a Venezuela a una guerra interna o una sublevación militar, pero hasta ahora no tienen por quien sustituirlo.

El mandatario autoproclamado interino, de 35 años, participante en la violencia callejera de 2014 y 2018 cuando era estudiante, carece de capacidad política para unir a la oposición interna —que no lo acepta como líder— y no pudo dividir a las fuerzas armadas y producir un golpe militar, una invasión de sus vecinos, o un levantamiento de masas en su país.

De acuerdo con la Constitución Nacional, un presidente “encargado tiene como función solamente requerir a elecciones en un plazo de 30 días. Él hace dos meses que se juramentó y EE.UU. sigue esperando el requerimiento. Su autojuramentación es un fraude: carece de gabinete, de embajadas, de posibilidades administrativas de fuerzas armadas.

Algunos analistas han indicado la posibilidad de un atentado en su contra pagado por EE.UU. ya que necesitan un político con mayor liderazgo, lo cual crearía una situación incómoda al gobierno revolucionario.

Los próximos días pueden presentarse aun más difíciles para Venezuela y su pueblo.

La llegada a Caracas de especialistas rusos en estricto cumplimiento del orden constitucional y de los acuerdos bilaterales en materia de cooperación técnica-militar levantaron la ira de Estados Unidos, que usó como comodín, para no involucrarse directamente, a la Organización de Estados Americanos (OEA).

En una dura respuesta, la vocera del Ministerio ruso de Asuntos Exteriores, María Zajarova, afirmó que “para nada nos asombra el prejuicio político de las declaraciones del secretario general de la OEA”, Luis Almagro. La OEA, a la que Venezuela renunció, ataca de manera sistemática el proceso revolucionario de ese país.

Según reportes de prensa desde Moscú, Zajarova dijo que “la organización internacional (…) acusa a Rusia, sin prueba alguna, de una invasión militar contra el país suramericano y de violación de su soberanía”.

En su intervención, la vocera afirmó: “Estamos seguros que a un órgano como la OEA para nada le asiste el derecho de señalar con quién debe desarrollar su cooperación y menos dar calificativos del estatus del gobierno de Venezuela, que posee el poder real, a diferencia de Juan Guaidó”.

La presencia de los especialistas rusos en territorio de Venezuela está regulada por acuerdos sobre la cooperación técnico-militar, firmados por los gobiernos de Rusia y Venezuela en mayo de 2001 y ratificados en su momento por los dos países.
Para el funcionamiento de esos arreglos no es necesario ninguna regulación o aprobación adicional por parte del Parlamento venezolano, aclaró la vocera de la Cancillería rusa.

Aseguró Zajarova, “de nuestro lado, vamos a continuar con el desarrollo de una cooperación constructiva y de mutuo beneficio, tanto con Venezuela, que es un socio estratégico de Rusia, como con otros países de América Latina y el Caribe”.

El canciller venezolano, Jorge Arreaza, también protestó por la posición de la OEA, que de manera inútil ha tratado de seguir la llamada política de castigo de EE.UU. contra Venezuela, como antes hizo con Cuba a la que expulsó de su seno. Ambos países iniciaron un camino sin retorno por la soberanía y la libertad nacionales.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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