jueves, 28 de marzo de 2024

Desafíos perturbadores

De las razones y vicios de una complicidad temeraria...

Elsa Claro Madruga en Exclusivo 29/05/2018
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Isarel
En diciembre, 128 países votaron a favor de una resolución no vinculante en la ONU pidiendo a Estados Unidos que abandone su reconocimiento de Jerusalén como la capital de Israel (Foto: Thomas Coex/AFP).

El 21 de diciembre del pasado año hay un registro descosido muy revelador. Donald Trump advirtió: “Voy a tomar nota de los países que voten en la ONU contra el traslado de la embajada norteamericana a Jerusalén”. Su representante ante el organismo mundial, Nikky Haley, fue más cruda —o específica— al decir que Washington lo tendría en cuenta cuando algunos fueran a pedirles auxilio. Se está constituyendo en hábito de la actual administración estadounidense su prolijidad en el uso del chantaje y las presiones.

El asunto tratado ese día fue de tanta estirpe moral que, pese a todo, 128 países de los 193 adscritos a la Asamblea General, estuvieron a favor de mantener anteriores resoluciones, que desde 1948 otorgan un estatus especial a la Ciudad Santa y determina que sea compartida por palestinos e israelíes.

¿Y los demás? Guatemala y Honduras se alinearon con el binomio EE.UU.-Israel. Se abstuvieron Argentina, Colombia, El Salvador, Haití, México, Panamá, Paraguay y República Dominicana.

Honduras recibirá ayudas de la Agencia Israelí para el Desarrollo de la Cooperación Internacional. Está convenida ya la instalación de un moderno radar cerca de Tegucigalpa y Tel Aviv se hará cargo por igual de la reparación de una docena de F-5 y A-37 de la Fuerza Aérea hondureña. Esas cordialidades militares tienen antecedente en las contribuciones israelíes al combate a las guerrillas en los 70-80. Hay vínculos análogos en Guatemala, donde lo más conservador del ejército apoya al gobierno de James Morales en decisiones como esta, asumida a contrapelo de la mayoría.

El actual mandatario procede de la vertiente evangélica que en 1982 dio su apoyo a Efraín Ríos Montt, quien llegó al poder con un golpe de Estado y estableció un régimen militar que cometió atrocidades por las cuales un tribunal lo acusó de genocida. Se ufanaba de encabezar a soldados entrenados por israelíes. No faltan otros acicates. Acaban de acoger inversiones ascendentes a unos 2000 millones de dólares aportados por empresarios judíos. Acuerdo pactado tras el precedente antipalestino, rechazado por casi todas las naciones.

Los dos países centroamericanos tienen también ante sí las amenazas de deportaciones hechas o ejecutadas por Donald Trump, entre los aguijones que, ideologías aparte, influyen en la determinación de no oponerse a lo decidido por la Casa Blanca y menos con tan agradecido socio.

Paraguay es otro con embajada en Jerusalén y una íntima relación forjada durante el mandato de Horacio Cartes, beneficiado con apoyo político y cooperación tecnológica de Israel. A cambio, le propicia a los sionistas acceso a la estratégica triple frontera, donde converge con Brasil y Argentina. Zona tan codiciada que merece análisis per se. Solo téngase presente que entre otros recursos, allí se localiza el Acuífero Guaraní, el mayor reservorio de agua dulce del planeta.

Estas u otras conexiones explican un acercamiento cultivado por las influyentes comunidades judías, de profundo corte sionista —así las consideran varios politólogos—, amplificadas por Trump y reforzadas por el propio Benjamín Netanyahu, durante su visita a la región en el 2017. La gira abarcó Argentina (donde radica la mayor comunidad judía de América Latina) y Colombia (Bogotá y Tel Aviv tienen estrechos vínculos, labrados en temas como la lucha antiguerrillera, o sea, conexiones de inteligencia y militares, en concordancia con las favorecidas por EE.UU.).

México fue el tercer recale del premier. El país azteca, aparte de transacciones específicas, tiene un tratado de libre comercio con Israel, reanimado por Netanyahu y Peña Nieto en septiembre pasado, justo coincidiendo con los miedos que provocan las tratativas del suscrito con Norteamérica que Trump mantiene sobre ascuas.

Concordando con estos acomodos más materiales que humanistas, el Tribunal Supremo israelí acaba de rechazar las peticiones de varias ONG que pidieron prohibir al Ejército el uso de fuego real en las protestas en la frontera con Gaza. Más de cien palestinos desarmados fueron asesinados por francotiradores israelíes en solo semanas, tiempo demasiado corto para que se contabilicen alrededor de 18 000 heridos en esas jornadas.

La Unión Europea (UE) también llamó a no abusar de la fuerza, y a semejanza de lo evidenciado con la votación de la ONU, el pacto comunitario no concuerda con la decisión de convertir Jerusalén en la capital de Israel, expresada en la unilateral determinación del presidente estadounidense Donald Trump, hecho que catalogan violatorio del derecho internacional y de las resoluciones aprobadas en Naciones Unidas, que ofrecen garantías a los máximos representantes de la Organización para la Liberación de Palestina de mantener el compromiso con la creación de “dos Estados con Jerusalén como capital compartida”.

Sin embargo, Austria, la República Checa y Rumanía, asistieron a la ceremonia de apertura pese al llamado de la UE a no hacerlo. Para los dos últimos hay explicaciones como la dada por Ilan Pappé, historiador israelí que dirige el Centro Europeo para Estudios Palestinos: “Israel está utilizando tanto la intimidación como la seducción para atraer a países pobres, tal el caso de Rumanía, o países con un pasado dudoso durante la época nazi como la República Checa (…). …los chantajea para que apoyen el cambio de ubicación de la embajada estadounidense”. En lo que respecta a Austria, sus autoridades dijeron que van a mantener en Tel Aviv su representación diplomática.

Durante el controvertido acontecimiento, Netanyahu repitió la hipótesis del derecho que les asiste porque la ciudad fue asiento de la cultura hebrea hace 3000 años. Ese espacio geográfico lo habitaron muchas tribus y etnias y fue ocupado por diferentes imperios. Todavía se estudia ese pasado. La más antigua mención sobre Jerusalén se asienta en un texto egipcio (entre el 1500-1200 a.n.e. fue gobernada por los faraones).

Ese pasaje histórico está datado en el 2000 a.n.e., cuando aún no existía el judaísmo. Arqueólogos y otros estudiosos aseguran que el nombre de la ciudad fue Daru Shalem, construida en honor del dios del crepúsculo, por uno de los pueblos instalados allí antes de la pretérita Canaan. Otros estimados garantizan que no fue poblada hasta el 1000 o el 900 a.n.e., etapa de la dominación asiria.

Indagaciones muy interesantes plantean que hacia el 597 a.n.e. los babilonios conquistaron Palestina, pero desplazaron a una imprecisa cantidad de personas hacia la por aquellas fechas avanzada civilización establecida entre el Tigris y el Éufrates, sitio donde se cree tomó organicidad definitoria la religión hebrea. Eso aporta una curiosidad histórica: el que emancipó a los judíos cooptados por Babilonia, fue el imperio aqueménida persa. O sea, los ancestros del actual Irán, tan demonizado por Israel.

En el 638, los musulmanes conquistan Jerusalén y la gobiernan hasta 1099, cuando pasa a manos de los cruzados europeos. La ocupación más reciente ocurre cuando en 1967 los israelíes la toman, contraviniendo lo pactado internacionalmente. Expulsan a gran parte de los palestinos de la zona oriental y usurpan sus bienes. Después han estado rodeando a los que quedan con asentamientos judíos, práctica en aumento, según recientes anuncios. No hay que dudar de ello. Tienen apoyo de un poderoso padrino.


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Elsa Claro Madruga

Analista de temas internacionales


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