Un canto a la vida (+Tráiler)

Cuando pensamos en Francia, normalmente visualizamos a la Torre Eiffel, quizás el Arco de Triunfo. Mi verano en Provence, última propuesta del guionista y director francés Rose Bosh, propone una mirada diferente, renovadora.

La película, que utiliza las locaciones con tanto protagonismo que estas parecen personajes más, se enmarca en Provence, una provincia del sur de Francia que se caracteriza por su ambiente bucólico y la calidez humana de sus habitantes.

Los encantos del lugar son tales que inspiraron a Van Gogh en 1889 a pintar la obra considerada el magnum opus de su carrera, su famosísima  La noche estrellada, un cuadro neo-impresionista que muestra la vista exterior que se observa desde la ventana del cuarto del sanatorio de Saint-Rémy-de-Provence, en donde el pintor estuvo hospitalizado.

Acompañado de esta tierra hermosa vive Paul (Jean Reno), un abuelo de tres nietos parisinos que, tras el divorcio de sus padres, deben pasar las vacaciones en esa región. Vuelve a la pantalla grande, por medio de una comedia familiar, la problemática del divorcio y las consecuencias para los hijos, el choque generacional y la familia como tabla de salvación ante los avatares de la vida.

Jean Reno, que ya había trabajado con Bosh en La redada (2010), se muestra cómodo en su papel en Mi verano en Provence—Avis de Mistral en su título original—.Mientras el guión del filme se encarga de enmarcar la diferencia entre la vida campestre y la citadina —cuestionando a la quizás demasiado ensalzada París—, Reno lo consigue con apenas la candidez con la que mira a un durazno.

Una locación de primera línea, actores consagrados —la veterana actriz italiana Anna Galiena y la también experimentada Charlotte De Turckheim (Les aristos, año 2006)—así como la presencia de unos muy correctos primerizos, —ChloéJouannet (Lucky Luke, año 2009) y Hugo Dessioux—, son parte del maravilloso todo que es Mi verano en Provence, y del dulce sabor agreste que se respira en toda la película.

La cinta tiene alguna que otra postura ética tradicional, que a momentos presenta un apuro ético para los personajes, como la necesidad de conservarse virgen para el matrimonio y que el adolescente varón deba prepararse para ser “el hombre de la casa”, después de la partida del padre. También, incluye pinceladas de serios conflictos, como son el uso excesivo del alcohol y las drogas, la relación destructiva de los seres humanos con el medio ambiente, y la discapacidad auditiva en los niños. Pero, una vez presentadas estas cuestiones, el filme decide pasarlas por alto, como si se esforzara en remarcar que, a pesar de que estos sean puntos álgidos en la vida, pasan a ser secundarios ante la belleza del paisaje de Provence.

Provence. Es la beldad y la elegancia de esta región, sus festejos y su ambiente bohemio, en contraste siempre con la vida alífera —y por tanto, abreviada— de las grandes ciudades, lo que le otorga a la película esa sensación sana, que amplía de aire limpio el pecho, en cada escena.

La cinta entera deviene pretexto para llevarnos de paseo por el sur de Francia, un país que se nos descubre mucho más amplio y rico culturalmente de lo que habíamos imaginado. Mi verano… es un lienzo de Francia que le hace un canto a la vida, y deja con unas ganas infinitas de pasarse —en caso de que pudiéramos— unas vacaciones en Provence, y dejar para otra ocasión, la visita a la Torre Eiffel.