martes, 23 de abril de 2024

Nueva visita de La rosa blanca, en la TV

Amadrinada por Marta Fernández de Batista, la película tuvo como director a Emilio El Indio Fernández, con guión de Mauricio Magdaleno, ambos mexicanos...

Argelio Roberto Santiesteban Pupo en Exclusivo 03/02/2017
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La Rosa Blanca, fotograma
Encarnó a Martí el actor Roberto Cañedo, quien pesaba cien libras más que el héroe cubano.

La Televisión Cubana  --en la sacrosanta fecha, 28 de enero, aniversario de El Homagmo--  nos victimizó con una asombrosa entrega: la reposición del filme La Rosa Blanca.

Pero, si queremos apreciar la dimensión del desatino, resulta imprescindible echar mano a un poquito de historia.

Escenario: Una Cuba que gime bajo la bota de los militarotes, encabezados por El Mulato Lindo de Banes, campeón de la trepadera política, un caso patológico de amoralidad.

Época: El año de 1953.

En el seno de la mascarada batistiana del Centenario, se funda la Compañía Películas Antillas S. A., con Francisco Ichaso (1) como presidente y Félix Lizaso (2) como tesorero. Objetivo: administrar --¡y de qué manera!—los 250 mil pesos descontados al proletariado cubano para la filmación de La Rosa Blanca.

Amadrinada por Marta Fernández de Batista, la película tuvo como director a Emilio El Indio Fernández, con guión de Mauricio Magdaleno, ambos mexicanos.

Los primeros pecadillos antimartianos de Magdaleno databan de su Fulgor de Martí (3), pleno de florida verborrea y de inexactitudes históricas. Sobre Batista, él alguna vez declaró: “Éramos amigos íntimos, yo le hablaba de tú”.

El escándalo inicial lo motivó la nutrida presencia de actores y técnicos extranjeros, que desencadenó un boicot por parte de los organismos sindicales cubanos (4). (En aquellos encontronazos tendría protagonismo el siempre recordado Alejandro Lugo, líder sindical de los actores.).

Encarnó a Martí el actor Roberto Cañedo, quien pesaba cien libras más que el héroe cubano. Gigantón de seis pies, exhibía una cabellera que le comenzaba un centímetro por encima de las cejas y sólo dejaba a la vista medio dedo de frente. Por otra parte, su acento mexicano contradecía los testimonios de todos los que conocieron a Martí, quien, a pesar de su prolongada ausencia de la Isla, siempre habló como cubano. Fueron concluyentes al respecto, las declaraciones indignadas del coronel Ramón Garriga, ayudante de campo del Maestro (5). Además, en la actuación de Cañedo proliferaron las gesticulaciones de gañán y los bostezos.

Menudearon las meteduras de pata de toda índole. Así, en la playita de Cajobabo desembarcan siete expedicionarios, no seis. Al llegar a tierra contemplan las luces de Santiago, salvando la diminuta dificultad de que entre el punto de desembarco y dicha ciudad se interponen respetables macizos montañosos. (Sierra de Mariana, Sierra del Maquey, Cordillera de la Gran Piedra).

El atuendo de Martí en México es, según refleja el filme, traje a cuadros, y no su perennemente austera vestidura negra. Además, ya en campaña, Cañedo se endominga como un padrino de bautizo, olvidando que Martí en el Diario describe detalladamente su sobrio vestuario y armamento.

En la escena del penal, Don Mariano aparece con traje de dril 100, zapatos de dos tonos y jipijapa. Por otra parte, la caballería mambisa anda sobre monturas que son, a todas luces, de la Guardia Rural.

El público no sabía si morirse de risa o de indignación, pues el actor que encarna a Maceo muestra una estampa menos vigorosa que la esperada para el coloso broncíneo. Traía al cinto un arcabuz de la época de la Conquista.

Hay más. El viejo general expresidente guatemalteco García Granados, padre de La Niña,  envía una pareja de soldados que secuestran al cubano.  Gracias a esta jugarreta se produce una entrevista en la cual María García Granados propone a Martí un pacto suicida.

El periódico Avance le declaró la guerra a La Rosa Blanca pero un buen día, sin previo aviso, la película comenzó a ser calificada, en aquellas mismas planas, como suprema obra de arte y dechado de fidelidad histórica. (Portentos que se consiguen untando con mantequilla las uñas del gato).

Pero, ante la repulsa popular, la vertical intelectualidad cubana se  pronunció, con resonar de artillería de alto calibre: Resulta ilustrativo, aunque sea brevemente, repasar algunas de las más representativas opiniones de entonces:

“Recelo que no aparezca en la película el verdadero Martí, sino uno de guardarropía”, se pronunció ese dios lar de la dignidad cubana, el historiador Emilio Roig de Leuchsenring.

“El valor de la película sobre la vida de Martí en la forma planteada es hipotético y posiblemente dañino”, declaró el general mambí Loynaz del Castillo, joven compañero del  cubano inconmensurable.

“…se proyecta un monumento y se ha caído en una ‘peliculita”, fue el lamento de Leopoldo Horrego Estuch, periodista y biógrafo.

“Pobrecito Martí”, comentó Waldo Medina, el inmerecidamente olvidado juez de los de abajo. 

El bardo de las gimientes carretas azucareras, Agustín Acosta, declararía indignado: “…es una irreverencia culpable”.

Ante la repulsa popular provocada por la película, El Indio Fernández vociferó que los cubanos no sabíamos nada de Martí, y que sólo éramos capaces de hacer películas pornográficas. (6)

El buen Paco Ichaso, poco después, se construyó una blanca casona en Avenida Kohly número 169, entre 32 y 41, Alturas de El Vedado. El pueblo, siempre despierto e incisivo, bautizó a la residencia como “La Rosa Blanca” (7).

Ahora, es ese filme la elección que les pareció más adecuada a nuestros sensatos colegas de la TV para conmemorar a El Maestro.  

Sí, una película batistiana, entre otros pecados.

Cosas verdes, como se decía en español antiguo. (8)

NOTAS:

(1) Francisco Ichaso y Macías (Cienfuegos, 1901-México, 1962): Brillante periodista y escritor, sus fulgores en estos campos no tuvieron contraparte en el mundo político.

(2) Félix Lizaso (Pipián, 1891- Rhode Island, Estados Unidos, 1967). Escritor, crítico, periodista. Fue director-tesorero de la Editorial Trópico. Formó parte de la batistiana comisión oficial del Centenario.

(3) Mauricio Magdalena: Fulgor de Martí, Ediciones Quetzal, México, 1940.

(4) El interesado encontrará abundante información,  sobre las polémicas alrededor de La Rosa Blanca, en Sala Martí, Biblioteca Nacional, C. 23, Recortes.

(5) En El Avance Criollo, noviembre 2, 1953.

(6) Emilio Fernández Romo, El Indio  (1904-1986), quizás el más famoso cineasta mexicano, director de medio centenar de filmes.  Era capaz de cualquier cosa para llamar la atención sobre su persona, desde formar balaceras en los bares hasta declarar que él había enseñado a bailar a Rodolfo Valentino, o que había posado desnudo para que diseñaran la estatuilla del Oscar. Entonces, no ha de extrañarnos su declaración demencial.

(7) Lizaso era también muy apetente de pesos. En carta de junio 8 de 1943 se le insinuaba al doctor Antonio Bravo Acosta, ministro de Gobernación, para que le proveyera nada menos que un milloncejo con el cual filmar una película sobre Martí. Prometía emplearlo “como es debido”. (En el expediente 209 de l943, Ministerio de Gobernación, actualmente archivado en la Cinemateca de Cuba).

 (8) No fue La Rosa Blanca el único caso de maltrato a la figura martiana en la pantalla grande. Hubo otros adefesios aquí filmados, como La que se murió de amor (1947) y Los zapaticos de rosa (1953). En la película norteamericana Santiago, Martí es un alcohólico obeso, que dirige la guerra desde su palacio en Haití.


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Argelio Roberto Santiesteban Pupo

Escritor, periodista y profesor. Recibió el Premio Nacional de la Crítica en 1983 con su libro El habla popular cubana de hoy (una tonga de cubichismos que le oí a mi pueblo).


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