martes, 16 de abril de 2024

De Jerry al señor Mermelada

Cubahora conversa con el actor cubano Yoelvis Lobaina, quien interpreta al señor Mermelada en la puesta en escena del joven grupo Extravaganteatro...

Odette González Villaescusa en Exclusivo 28/07/2014
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En los últimos meses, quienes gustan del teatro,han podido disfrutar de El señor Mermelada (mi amigo imaginario), la primera puesta en escena de Sandra Lorenzo con su joven grupo Extravaganteatro. Se estrenó en mayo en el Teatro Nacional de Guiñol y pasó todo julio para El Sótano. El personaje de Mermelada es interpretado por Yoelvis Lobaina Cobas que, de manera coincidente, ha sido dirigido por dos grandes actrices formadas bajo el rigor del Grupo Buendía (Antonia Fernández y Sandra Lorenzo). Y esta fue mi primera curiosidad.

— Sandra durante muchos años fue actriz del Buendía, igual que Antonia, y he tenido la suerte de trabajar con las dos. Ambas tienen mucho en común a la hora de dirigir, hablan casi un mismo lenguaje teatral, son amantes del teatro, apasionadas, perfeccionistas. Antonia ha sido realmente mi maestra y amiga. En Estudio Teatral Vivarta, bajo su dirección, pasé ocho largos años de mi vida, en una ardua tarea de enseñanza por parte de ella y de aprendizaje mío. Es una mujer exquisita y que exige mucho al actor.

“Precisamente trabajo con Sandra porque me vio con Antonia y porque Antonia le habló de mí para hacer El señor Mermelada. Sandra ha dirigido varias obras (María Magdalena, Carmen, Un tranvía llamado deseo, Weekend en Bahía),aunquecon su proyecto Extravaganteatro, aprobado hace poco, esta es su primera puesta”.

—Desde el texto original, Mr. Marmalade, del estadounidense Noah Haidle se da una fuerte crítica social, que se mantiene en la versión de Sandra Lorenzo. La pequeña Lucy (Isabella Lorenzo) sufre el abandono de su madre, divorcios, abortos, violencia, suicidios. Tu personaje, de mucha carga psicológica, es la conexión entre los pensamientos de la niña y la realidad. ¿Cómo lo asumiste y luego lo creaste?

—El señor Mermelada es realmente una obra compleja, sobre todo por Lucy, una niña de once años de edad con una imaginación muy poderosa. En sus momentos de soledad invoca a Mermelada, su amigo imaginario, y con él se crean atmósferas de juego, de diversión, todo muy mágico; pero a su vez recrea momentos de discusiones, de maltrato físico, pues ella en Mermelada también ve al padre que se va de la casa; un hombre alcohólico y violento. Recuerda las borracheras, las discusiones con la madre. Mermelada es una dualidad, por un lado la cara del amigo que la acompaña y por otro la cara del padre.

“Para crear el personaje tuve que estudiar mucho. Para la primera parte del amigo imaginario, fantasioso, juguetón, de maquillaje y vestuario exuberantes, traté de ser como un padre que juega con su hija. Pero solo al inicio está todo bien con Mermelada, pues empieza a ensombrecerse y aparece el hombre con problemas de alcoholismo, con problemas en la casa, en el trabajo, y que no aguanta y arremete contra el eslabón más débil que es la niña, la esposa, el bebé. Y yo, además de que para nada soy así, no tengo hijos, ni esposa, y tuve que meterme en la piel de este hombre y hacerlo lo más real posible, buscar vivencias, aunque no fuesen mías, que me sirvieran para el personaje, y llevarlo todo al extremo”.

—¿Ya habías trabajado con niños? ¿Cómo ha sido la experiencia con estos?

—Al inicio de mi carrera hice teatro infantil, sin embargo, nunca había compartido escenario con niños actores. Cuando empezamos a trabajar la obra nos dimos cuenta de que eran muy fuertes las escenas entre Mermelada y Lucy, era como si ella fuera una adulta, y a mí me costaba gritarle, decirle malas palabras; y aunque todo se truquea en el teatro para que parezca real, es fuerte, porque cuando uno está actuando, uno está concentrado, inmerso en lo que tiene que hacer y si es violencia es violencia.

“Ensayamos mucho con la niña, le explicamos todo, fundamentalmente que la obra es también para denunciar este tipo de comportamiento de los adultos que afectan a los niños, y que muchas veces no se dan cuenta o no les importa. En algún momento se pensó que los personajes infantiles los representaran adultos, pero no hubiera tenido el mismo impacto”.

—¿Cómo logran llegar al público adulto cuando los conflictos se dan fundamentalmente a través de los niños?

—Sandra quería que ellos actuaran con tanta verosimilitud como si fueran personas mayores, pero desde su mirada inocente. Además de Lucy existe Larry (Raúl E. González), que es su amiguito. Entre los dos, con mucha naturalidad, hacen juegos e historias de matrimonios, hijos, problemas familiares. Y al público le resulta muy simpático, se ríen mucho con ellos. Realmente creo que Extravaganteatro, nuevo grupo de la escena cubana, está contento con su primera puesta y ya busca un próximo montaje.

—Dijiste que tu inicio en la actuación fue haciendo teatro infantil…

—Empecé en el teatro de manera empírica,en los comienzos no fui a escuela. Después sí pasé un curso que crearon el Centro de Teatro y el Consejo Nacional de las Artes Escénicas para los actores que no eran egresados de escuelas de arte, y que otorgaba un título equivalente al de la ENA (Escuela Nacional de Arte).

“Al principio hice teatro infantil, en un grupo que se llamaba La carreta de Tespis, que radicaba en La Habana Vieja y lo dirigía el español Eduardo Sánchez Torel. Allí estuve cuatro años. Y cuando me evalué y tuve un poco más de armas, por así decirlo, me fui a hacer teatro para adultos, que siempre había sido mi deseo. Para nada demerito el teatro infantil, que es súper difícil, admiro a los que hacen teatro para niños, solo que no es lo que realmente me gusta.

”Entonces empecé con Antonia Fernández, que ya no estaba en Teatro Buendía, sino dirigiendo su proyecto Estudio Teatral Vivarta. De ahí salió Jerry viene del zoo, un monólogo que tomó bastante tiempo de preparación, pues fue un periodo en el que estábamos construyendo el teatro, y volvíamos unas veces sobre la obra y otras sobre la construcción. Y felizmente,después de todo lo que pasé, recibí muchos frutos del monólogo, que obtuvo dos premios, uno por puesta, en escena en el Festival de Monólogo en Cienfuegos, y el Premio Villanueva de la Crítica 2011.

”De algún modo empecé al revés que la mayoría de los actores, porque se dice que tras tiempo de experiencia, es que los actores consagrados se hacen de un monólogo. Fue muy difícil, yo creía que no podía, y salió.

”También con Antonia hice Galileo Galilei, donde representaba varios personajes. Fue un trabajo físico fuerte por el desdoblamiento. Y luego trabajé en Historias de un caba-yo, en una última reposición en junio de 2013. Ahí interpreté el personaje de Basilio, el cuadrero, un personaje muy importante dentro de la trama.

”Llevo cerca de dos años en el grupo El Público, donde tuve la oportunidad de interpretar a Caligulita, en Calígula. Carlos Díaz es también un gran director, y tengo mucho que agradecerle. Está siendo una experiencia diferente. Con El Público he hecho, además, 200 mil años después”.

—¿Te volveremos a ver pronto sobre las tablas?

—En noviembre debo estrenar con Miguel Abreu una obra que se llama Litoral. Ahora mismo está proceso. Y en estos días termino el montaje de Bent, que dirigen Luis Ernesto Doñas y el inglés Stephen Bayly. Bayly, además, imparte talleres en la Escuela de Cine de San Antonio, en los que enseña la técnica de actuación de Stanford Meisner; de ahí viene el nombre de su peña: Meisner de La Habana. Con actores que han pasado esos talleres monta obras de teatro, como han sido Las tumbas olvidadas, y Blue Oranges, con muy buena acogida de público. Bent estará en el Brecht durante todo agosto. Hago un papel pequeño pero interesante; y como dice el maestro Carlos Díaz, al trabajo nunca se le dice que no.


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Odette González Villaescusa


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