viernes, 19 de abril de 2024

De congo, de carabalí… y de rumba

La reciente declaración como Patrimonio Cultural Inmaterial, refuerza el valor identitario y universal de esta manifestación artística....

Mayra García Cardentey en Exclusivo 02/12/2016
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La rumba cubana-Patrimonio-Unesco
La Rumba no hay quien se le resista, ni bailadores, ni apáticos. Ni cultores o desanimados fanáticos del modernismo electrónico.

“Pimienta de la cadera,/ grupa flexible y dorada:/ rumbera buena,/ rumbera mala.// En el agua de tu bata/ todas mis ansias navegan:/ rumbera buena,/ rumbera mala.// Anhelo el de naufragar/ en ese mar tibio y/ hondo:/ ¡fondo/ del mar!”

Así la cantó Nicolás Guillén en su poema “Rumba”. Así sentía-vivía él la folclórica esencia musical desde sus sonoros versos. Ese convite de cuerpo, sentimientos y tambor que a muchos nos llega, aun cuando no tengamos lírica exacta para definirla.

Ya están presentados los honores. La Unesco la ha proclamado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Para el comité evaluador sus principales valores son su música, sus cantos, movimientos y gestos. “Expresan un espíritu de resistencia y autoestima, evocando al mismo tiempo una gracia, una sensualidad y una alegría propicias al acercamiento entre las personas”, considera el informe.

Pero muchos, antes de esta proclamación, creyeron en la esencia universal de la rumba. Porque para Cuba, para los cubanos, la rumba es más. Es otra cosa.

¿O que le pregunten a Los Muñequitos de Matanzas, o a Los Papines? ¿Que le pregunten a los lugareños del barrio La Marina, allá por la Atenas de Cuba?, Menos ponderosas definiciones hubieran encontrado también, en sus respectivos tiempos, Mercedita Valdés, Celeste Mendoza, Ignacio Piñeiro.

Luis Carbonell la llevó también en su lienzo de acuarelista, le dibujó en poemas rítmicos, costumbristas, con esa magia crepitante que emerge del baile, del repique, del fuego…

“Porque es un ritmo fiero, duro y absoluto”, le gustaba insistir. Él lo sabía: la rumba es arte, es pueblo, es poesía. Es cuerpo, y lujuria danzaria, es erotismo musical. Es euforia de isla acariciada. Es Cuba.

“Es algo natural”, reclamaba el inolvidable declamador. “Ella se hace sentir siempre, pero cuando suenan los cueros, se desata y arrasa con todo”.

No hay quien se le resista. Ni bailadores, ni apáticos. Ni cultores o desanimados fanáticos del modernismo electrónico.

Ya sobrevivió los barracones y cuarterías, ya se multiplicó más allá de los barrios marginales, ya trascendió sus esencias pobres. Ahora es RUMBA, sea cualquiera de sus variantes: guaguancó, columbia, yambú. Ahora se disemina en otros bailes folclóricos como la carioca, el beguine, la conga, el mambo, el chachachá.

Hoy se escucha por doquier: en el solar más pintoresco de Galeano, en un céntrico parque de Matanzas, en los carnavales de Santiago. Y cuando inicia la fiesta, es irresistible: El sonido de los tambores de duelas ligeramente abarrilados, el contagio de las marugas metálicas, las claves que multiplican el ritmo.

Hay, incluso quienes, extra fronteras, sucumben ante su hechizo. Le han cantado, le han bailado, le han querido, y hasta el mismísimo cantante de pop rock español Melendi le ha gozado.

Y es que la rumba tiene un “no sé qué” que espabila, que envuelve, que atrapa. No solo llama desde su raíz negra. A estas alturas convida a toda la nación: la blanca, la mestiza, la criolla. La conga, la carabalí. La Cuba… la Isla rumbera. 


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Mayra García Cardentey

Graduada de Periodismo. Profesora de la Universidad de Pinar del Río. Periodista del semanario Guerrillero. Amante de las nuevas tecnologías y del periodismo digital.

Se han publicado 1 comentarios


SUSANA
 8/10/18 17:02

hola buenas tardes vivo en Tuxtla Gutierrez Chiapas donde puedo comprar el libro DE CONGO Y CARABALI,

GRACIAS

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